Pov Katie
Podemos observar las transitadas avenidas desde un punto elevado y las perspectivas serán tan distintas que dudas de tu raciocinio. Las amadas calles de asfaltos quienes retumban con el caminar de los peatones, desprenden un calor sofocante de tal manera que sientes las gotas de sudor bajando por las mejillas, son saladas y no se detienen, parecen cascadas. Mi padre se derrumba al salir de la morgue, el traje que lleva puesto esta arrugado, es de color marrón, y sus ojos tan verdes como los míos cargan con un dolor tan grande que simplemente espero que me deje ahí.
Sabia que perderlo todo simplemente dejaba que las cadenas que me tienen atada a este mundo se liberaran. Hace unas horas estaba en clases, veía biología, cuando aquella llamada llego. Había estado deseando un calor que no era mío, a tal punto, que comencé a dormir más, a comer mejor, a ir al colegio. Para que simplemente recordara que no se puede hacer borrón y cuenta nueva en este mundo.
Hija –su voz completamente baja y llorosa hizo que evitara a la profesora, y saliera del aula –Tu madre, hija –podía escuchar como lloraba, como le costaba respirar, y todo por lo que estaba aguantando simplemente parecía desvanecerse. Deje caer mi mano con el teléfono, no quería escuchar la noticia, el nudo en la garganta es tan grande que podría asfixiarme, sin embargo el sonido de la puerta, y aquella profesora de ojos dispares me hicieron enderezar. No entendía porque mostraban tanta hostilidad hacia mi persona, pero solo pude disculparme por mi mala educación y pasar nuevamente.
El chofer de la familia me estaba esperando en la entrada. Ese hombre de unos cincuenta años me veía con tristeza por el retrovisor, hasta dejarme en donde estoy ahora, frente a la morgue con mi padre. El se agacho cubriéndose el rostro, respirando varias veces, se saca la chaqueta del traje y le lanza al piso con fuerza. Personas que pasan le miran, yo le miro. Pero siento que aunque lo intente, no puedo recoger los pedazos, no soy tan fuerte.
Mi madre estaba muerta.
La ultima vez que le había visto fue esa semana cuando mi hermano murió. Ella se había ido, nos había dejado. Pero nada se sintió como esto. Baje la mirada a mis pies, seguía sudando mareas, no podía ver bien, pero sus fuertes brazos me abrazaron. Olía a papa y solo por ello, tome su mano. Podía hacer el esfuerzo de mantenernos a los dos, así que él podía llorar.
Vamos –mi voz baja, algo hueca le hace asentir antes de simplemente entrar al lugar.
Prefiero no verla, simplemente guardando un recuerdo más caluroso de aquella dulce mujer, quien me arrullaba cuando lloraba. Los trámites para el entierro fueron rápidos, las llamadas fueron angustiosas para mi corazón, y mi padre, quien estaba sentado con la vista perdida, en aquellas sillas de metal, me observaba de vez en cuando.
Evite llamar a la abuela, si mi corazón no estaba aguantando, el de ella no lo haría.
Aquella noche mi cuarto se sentía enorme, la oscuridad quien me arropaba me daba permiso para sollozar en silencio. Mi padre al fin estaba durmiendo luego de tantas emociones, y no podía ser egoísta. Tape mi respiración agitada con una de mis manos, pero el dolor era inmenso. Horas mas tardes, cuando me desperté, eran apenas las cuatro de la madrugada. Mi estomago quien cobro vida, me hizo recordar que no había comido nada desde el desayuno del anterior día, así que levantándome fue directo a la cocina.
Ella ¿Cómo pudo hacer eso? –la voz de mi padre hace que me asuste y voltee. Se encuentra en aquel mueble en donde solía fumar. Una botella vacía esta en el piso, y en su mano tiene otra. Solo una parte de él es alumbrado por la luz que se filtro de afuera –Solo se fue, y nos dejo. ¡Solo así! –la rabia en el le hace tirar la botella, quien se parte contra el suelo en un sonido sordo
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El beso de Judas
RomanceSegunda parte de "El cielo de tus ojos" Esta es la vida de Perrie, una simple adolescente que se enamora por primera vez, luego de cuestionarse el porque nadie nunca le ha llamado la atención. "cuidado con lo que se desea" le dijo una vez su madre...