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Las mujeres son rosas preciosas sin color alguno,

Viven en un acantilado al borde del más profundo abismo

Los codiciosos cuelgan de palabras vacías y promesas para alcanzarlas

Sin notar aquellas afiladas espinas.

El sudor cae en los pétalos al rosarles con los dedos

Se esfuerza

Colgando de cabeza,

Reza por tenerla,

Reza por tenerla.

Se cierran sus manos en el tallo

Y la sangre comienza a fluir junto a su estabilidad

Mientras el vacio come su festín

Pintando lo inanimado

En rojo apasionado.

...

Cuando Katie tomo mi mano y se alejo de toda aquella revolución creada por dicha chica, sabía que ella me necesitaba, así que me deje llevar: como camarón dormido en la orilla de la playa. El sol podía pintar las caras, mas solo eran borrones junto al calor que me proporcionaba su mano.

Los pasillos eran túneles eternos hasta puerto seguro. En la primera esquina que dimos vuelta, por inercia deje mis ojos vagar. El escalofrió que recorrió mi espalda fue instantáneo: en la pared con la luz cayendo sobre su típica vestimenta, estaba la mujer a la que le prometí el cielo. Existía un sentimiento en sus peculiares ojos, y aunque fue una vista rápida, sentí la presión en mi pecho. Avisándome que corriera, que este juego del amor era más peligroso de lo que pensaba.

Al entrar al baño, nuestros calor se separo y sus manos que antes se aferraban a mi, se apoyaron contra el granito del lavamanos. Sus oscuros cabellos quienes rozaban su delicada piel, cubrió su rostro mientras un silencio sepulcral atenuaba nuestras respiraciones.

Las palabras no fluían, la luz con el leve parpadeo nos dejaba en tierra de nadie, y los pedazos se desboronaban como una torre de nieve en primavera. No sabia como actuar mientras los segundos pasaban, pero cuando se reincorporo a una posición derecha, aquellos bosques lluviosos que tienen por ojos estaba desolados.

Pensé que no estaba enfocando con aquella mirada, pero cuando se centro en mi, un leve destello me hizo dar un paso vacilante tras otro, todos cortos, hasta que mis dedos como pidiendo permiso tomaron los suyos. Mi temperatura elevada contrastaba con su frio templado, y el abrazo que fue suave robo los latidos de mi corazón adormilado, quien le arrullaba cuando su frente descanso en mi hombro.

Su olor era como el lago en donde las hadas danzan por la noche, y el cielo se refleja en su mayor apogeo. Katie podría ser en cada momento mi Diosa Mitología, y aquello me hacía sentir una leve angustia y a su vez, un necesidad increíble.

...

Las clases eran lentas y pesadas. Si observabas a través de la ventana de aquel salón solo habian estudiantes en pleno apogeo de sus actividades, y aunque tratara de visualizar el tema a dar, no podía concentrarme. Mis recuerdos iban a millón, entre labios rosados pálidos, miedo, amor, deseo, rosarios, y ojos vacios.

Cuando el sonido del timbre me regreso al lugar pertinente, America estaba entrando con su perfecto maletín marron. Su voz sonaba plana, y sus lindos ojitos no enfocaban a nadie en particular mientras hablaba, hasta que comenzó a cuestionar sobre los temas pertinentes. Olivia quien se sentaba a mi lado, había levantado la mano en más de una oportunidad para responder. Algunas respuestas eran divertidas, pero a veces simplemente preguntaba a quien ella quisiera, ignorando a quienes ya habían levantado la mano.

El beso de JudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora