Bienvenido Shoto

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Una luz débil y blanquecina atravesó sus pesados parpados los cuales se fruncían intentando retomar la oscuridad anterior. No obstante, la fuerza de los rayos hacía imposible que el pequeño Touya pudiera volver a dormirse. Después de intentarlo por unos minutos más, finalmente abrió los ojos y, con la vista borrosa, visualizó el desorden de su habitación. Solo habían pasado 4 días desde que empezó el castigo por lo que la mayor parte del tiempo, a excepción de las horas de clase, las pasaba en aquella habitación sin más entretenimiento que su imaginación. 

Su madre era la única que subía a verle cuando le subía las comidas. Siempre le hacía las mismas preguntas e intentaba entablar una amena conversación. Touya sabía que aquellas muestras de acercamiento se debían al sentimiento de culpabilidad por no haberle separado aquél día de su padre. Sin embargo, lo que Rei no sabía era que nuestro protagonista ya la había perdonado. 

Aquél día su madre subió a su habitación como de costumbre, con el desayuno en una pequeña bandeja sobre la cual había un tazón de cereales con leche. Touya, se sentó en la cama y observó detenidamente como esta colocaba la bandeja en la mesilla de noche mientras le dedicaba una sonrisa. 

"Ya estamos a viernes, solo te quedan tres días, si no puedo hacerle cambiar de opinión" comentó a la vez que se sentaba a su lado. El Todoroki se levantó rápidamente a por su tazón de cereales y se volvió a colocar en el mismo lugar. Estaba hambriento.  "no lo conseguirás, me odia" respondió Touya llevándose una cuchara a la boca. Su padre desde aquel "incidente" no le volvió a dirigir la palabra y ahora era como sus hermanos, invisible. Se acabaron las adulaciones y los entrenamientos con su padre. A pesar de que era muy estricto y cuando no era capaz de realizar los movimientos con su quirk le gritaba, siempre acababan con la promesa de volverlo a intentar el próximo día. Era una relación un tanto peculiar pero a Touya le gustaba y por ello odiaba saber que él había sido el culpable de que dicha relación se destruyera. 

El tiempo pasaba y a pesar de los muchos intentos del mayor de los Todoroki para conseguir la atención de su padre, este le seguía ignorando cuando no le propinaba algún comentario punzante. Touya ya tenía 10 años cuando se dio cuenta de que con el paso de los meses, su padre estaba más atento a su madre, prestándole así todos sus cuidados. Tanto sus hermanos como él no llegaban a comprender esa transformación tan drástica hasta que un día, Touya entró en el cuarto de su madre y le vio una creciente barriga. Entonces lo supo. Su madre estaba embarazada del que sería, su tercer hermano pequeño. 

Touya era consciente del por qué del embarazo de su madre. Sabía que la única posible razón era que, debido a su imposibilidad de controlar su quirk, su padre había optado por crear otro recluso, alguien que pudiera llegar a sus expectativas y superarlas. Sabía que daba igual cuanto se entrenara a escondidas de su padre, que le intentara enseñar movimientos. Nunca era suficiente. Algunas veces, su padre había aceptado ver sus nuevos movimientos, dándole una oportunidad de mostrarse. Sin embargo, pocas veces conseguía el resultado deseado. Esto le causaba una gran frustración, la cual daba paso a pensamientos sobre si mismo que nunca llegaría a pronunciar en voz alta. Se odiaba. Odiaba ser un inútil. Ser un niñato inútil. Daba igual cuantas veces repitiera el movimiento, nunca le salía. Un día su padre vio los efectos de los repetitivos entrenamientos en su hijo mayor y le gritó porque no siguiera. Se estaba quemando vivo y no merecía la pena. "Tienes que parar. No vas a llegar a ningún lado" le gritaba cada vez que le veía con una venda nueva. Por ello Touya empezó a esconder las nuevas quemaduras. Empezó a esquivar a su padre mientras que a sus espaldas seguía entrenando. Ahora daba gracias al nuevo embarazo de su madre pues, así, su padre estaba demasiado ocupado atendiendo a su madre quién, aunque no necesitaba tantos cuidados como parecía pensar el mayor, agradecía las pequeñas muestras de cariño. 

Pasaron los días, las semanas y los meses y finalmente el nuevo miembro de la familia llegó. Todos lo miembros estaban expectantes por ver al pequeño quién cuando era alejado unos pocos centímetros de su madre, lloraba y se agarraba a esta. Este tenía el pelo bicolor, representando de ese modo los colores tanto de su padre como de su madre, algo que a su padre le encanto pues, aquello indicaba que había posibilidades de que el pequeño adoptara una mezcla de ambos quirks. Touya lo odiaba. odiaba al pequeño Shouto y a lo que representaba. Era consciente de que ahora el y sus hermanos tendrían menos atención que antes si era posible y que ahora tendría que ver la devoción del mayor de los Todoroki por el nuevo integrante. Su perfecto recluso. 

Sin embargo, a sus 10 años nuestro protagonista sabía que no podía evitarlo y que la culpa no era del pequeño sino de su padre. Por ello, se decidió a no odiarlo, decidió entrenar el doble de lo que lo hacía para obtener de nuevo su atención. No iba a rendirse. Le daban igual las quemaduras y su lento y casi invisible avance. Lo lograría. 

"Esa ambición, esa obsesión lo hizo pagar muy caro pequeños pero eso, es un capítulo que no quiero leeros ahora. Es hora de la cama" informó mientras se levantaba de la pequeña silla de plástico que se encontraba delante de la cama de sus hijos. 

"Noo" "Papá por favor, cuéntanos que pasó, quiero saberlo quiero saberlo" refunfuñó su hija mayor mientras el menor asentía con la cabeza afirmando su acuerdo con su hermana. El rubio mostró una amplia y amable sonrisa y se acercó a la cama de los pequeños. Los acomodó y les dio un beso en la frente. 

"Mañana os lo contaré, os lo prometo. Por ahora os dejaré saber que nuestro pequeño protagonista consiguió hacer su movimiento especial y fue a mostrárselo a su padre" 

"¿Sí? ¡Lo sabía! ¡Sabía que lo conseguiría!" comentó de nuevo la mayor orgullosa. Sin embargo, el rubio sabía lo que pasaba a continuación y odiaba tener que decírselo aunque así, pudieran comprender la realidad mejor. 

"Sí, al final lo consiguió pero eso es historia para mañana" repitió con voz dulce. Rápidamente se dirigió al umbral de la habitación, apagó la luz y tras desearles dulces sueños, cerró la puerta tras sí dejando a sus dos pequeños en la oscuridad de la noche, con mil pensamientos y dudas acerca de qué le pasaría a continuación al pequeño Touya. No podían llegar a imaginárselo, no sabían que, a partir del siguiente capítulo empezaba el comienzo de otra historia. 

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Control mentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora