¿Amigos?

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Pasaron los días y Hawks seguía manteniendo su tapadera de héroe corrupto. Había informado a la comisión acerca del plan que se estaba horneando en las entrañas de la liga a la vez que recogía más información y seguía jugando con ellos.
Su relación con los miembros de la liga de villanos habían mejorado considerablemente. Sobre todo con el líder de esta quién, al descubrir a Hawks como un poderoso y leal aliado, se mostraba menos reticente a mantener conversaciones con él.
Incluso el mismo Dabi se mantenía cerca de él y le unía a sus bromas pesadas y a sus comentarios sarcásticos. Todo gracias a las reuniones que poco a poco iban repitiéndose y alargándose.
Hawks nunca se imaginó la comodidad que podía llegar a alcanzar hablando con uno de los villanos más buscados, acerca de un plan que él nunca iba a llevar a cabo.
Dabi parecía sentir lo mismo.

Un día, Hawks se descubrió gastándole una broma al pelinegro y este, en vez de molestarse y amenazarle, simplemente se rio. Una risa ronca y sincera. Una risa que sabía llevaba años escondida en lo más fondo de su ser. Esa, fue la primera vez que Hawks sonrió mirando a Dabi. Fue algo inconsciente, una reacción ante la imagen que tenía ante sus ojos. Sin embargo, al descubrirse a sí mismo con aquella sonrisa y aquella mirada, la culpa le invadió.
Todos los días se repetía delante del espejo que, a pesar de que trabajaba de espía y tenía que camuflarse entre ellos y ganarse su confianza, él no debía simpatizar con estos. Seguían siendo villanos y él seguía siendo un héroe.
Cada día se lo repetía, por la mañana, por la tarde, por la noche y antes de cada reunión con Dabi.
Sin embargo, cada día caía.

Esa vez el pelinegro le había convencido con pedir comida a domicilio. Llevaban unas cuantas horas comentando detalles acerca de cómo acabar con Endevour desde dentro y el hambre finalmente les había apresado a ambos. Hawks no veía como una buena idea hacer algo tan normal cómo pedir comida siendo villanos, pues, un paso en falso o una palabra de más y les reconocerían fácilmente. Después de todo, ambos eran muy populares. Sólo que en distintos ámbitos.
En aquél momento se habían colado en una casa deshabitada por unos dueños de vacaciones y, después de una ligera disputa acerca de si deberían o no correr el riesgo, Dabi pidió comida a través del anticuado teléfono fijo.
Mientras tanto, Hawks se aseguró de que ninguno de sus movimientos se notara. Si se sentaba, o movía algo, se aseguraba de dejarlo tal y como lo había encontrado. No quería levantar sospechas.

Dabi por el contrario, hacía lo opuesto. No le importaba acerca de si los dueños de la casa se daban cuenta de que había habido una intrusión en su ausencia. Se movía como si fuera el propio dueño de la casa y no fue hasta que Hawks le insistió por quinta vez, que se sentó en el limpio sofá sin hacer más movimiento.

Una vez se hubo asegurado de que todo estaba en su sitio, se recostó al lado del pelinegro mientras hacía volar frente a él un par de plumas alargadas.

- Odio esperar - comentó entonces sin quitar los ojos de aquellas rojizas estructuras queratinosas.
- Ya me he dado cuenta pajarito - respondió observando también el pequeño espectáculo.
"pajarito" un mote con el cuál le había empezado a llamar desde hacía un par de días. Todavía seguía sin acostumbrarse a él pues tenía subyacente un carácter cariñoso que lo hacía sentirse raro. Le gustaba, aunque nunca pensó en que la persona que le llamaría así sería aquel larguirucho pelinegro. Definitivamente, habían llegado a un gran nivel de confianza.

Entonces, Dabi se levantó del sofá y desapareció por la puerta. Segundos más tarde, escuchó el ruido de puertas abriéndose y cerrándose y de cubertería moviéndose.

- ¿Qué haces? - preguntó mientras se apoyaba en el marco de la puerta de la cocina. Allí, Dabi estaba sirviendo en dos vasos con hielo un líquido color caramelo que enseguida reconoció como wiskey. - Parece que hayas vivido en esta casa durante toda tu vida - comentó entonces.
El pelinegro le tendió uno de los vasos y se bebió de un sorbo el suyo, seguido de un suspiro de alivio. Como si fuera un vaso de agua fría.
- ¿Dónde lo has encontrado?
- En una vitrina. Tienen muy buen gusto - Respondió señalando con la cabeza la vitrina que se encontraba en la pared opuesta. Esta, tal y cómo había comentado Dabi, contenía una gran variedad de lujosos licores.

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