Bienvenido Dabi

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Habían pasado lo que parecían horas hasta que Touya finalmente abrió los ojos. "¿Dónde me encuentro?" pensó pues ya no estaba en la pequeña arboleda, la cual estaría ahora convertida en cenizas. Lentamente, se incorporó en el suelo mientras hacía muecas de dolor. Su piel estaba algo más calmada haciendo que el dolor no fuera tan agudo como al principio. Touya miró a su alrededor. Estaba en una habitación a oscuras donde la única luz que entraba era la luz de la luna. A su izquierda, había una gran mesa cubierta de una manta de polvo acompañadas de varias sillas de madera. A su derecha, había un sofá destartalado cuyos cojines estaban carcomidos por el tiempo y los bichos. 
Touya se intentó levantar suavemente mientras se apoyaba en una de las sillas más cercanas. Sin embargo, pese a que el dolor y escozor habían disminuido, su cuerpo seguía sufriendo alguna que otra punzada de agudo dolor que le hicieron volverse a tirar en el sucio suelo.  Mientras intentaba averiguar cómo había llegado a aquél sitio, vio por el rabillo del ojo una silueta la cual se acercaba lentamente a él. 

Rápidamente, nuestro protagonista dio unos pasos hacia atrás asustado. "¿Dónde estoy?" preguntó mientras intentaba alejarse más. Sin embargo, pronto dio contra la pared imposibilitándole la huida del contrario
"No tengas miedo pequeño. Aquí estás a salvo. Es más, yo te salvé la vida. Si no te hubiera encontrado, hubieras muerto por inhalación de humo." El hombre dio unos pasos más hacia delante dejando ver por fin su silueta y su cara. Era un hombre bajito y con unos pocos kilos de más. Su cara, al igual que su cuerpo, era redonda y estaba decorada con un gran bigote negro sobre el cuál, apoyadas en una redonda nariz, se encontraban unas gafas de patillas finas a través de las cuales observaba con ojos felinos a nuestro Touya. Cuál gato observando una nueva y curiosa presa.
"Mi jefe ya te daba por muerto ¿Sabes? Me alegro de que no haya sido así. " Lentamente, dirigió su mirada por el cuerpo herido del pequeño. Gracias a que le llevaban vigilando bastante tiempo, estaban ahí cuando sucedió todo y pudieron acudir rápido al rescate "Eres fuerte y eso es justo lo que necesitamos" añadió. Touya lo observó detenidamente. 
El pequeño, todavía mudo, siguió sentado en el suelo observándolo todo y, ante el silencio incómodo, el hombre volvió a hablar: "Creo que estabas esperando a alguien ¿verdad? Eso por lo menos nos pareció ver" observó al pequeño por encima de las gafas y mostró una hipócrita sonrisa "Tu papá no parece muy interesado en ti desde que nació tu hermanito ¿no es así? Es una pena que no te viera realizar esos movimientos" dio un paso más cerca de Touya mientras sostenía aquella sonrisa. "Sin embargo, nosotros si lo vimos y es por ello que queremos ayudarte. Tu nos ayudas y nosotros te ayudamos ¿Qué te parece?" Entonces, estiró el brazo y le tendió la mano. Un gesto sencillo y aparentemente sincero pero que escondía mucho más. No obstante, el mayor de los Todoroki no lo vio. Estaba nervioso. Tenía miedo y estaba cabreado. Odiaba a su padre por no haber ido a verle, por haberle engañado diciéndole que él le ayudaría a ser el próximo héroe número uno. Se había creído todas sus mentiras y a la primera de cambio, le había abandonado como a un pañuelo usado. Por ello, ni siquiera se replanteó la cuestión. Aún con miedo en los ojos y con dudas, Touya estrechó la mano del mayor y por primera vez le miró a los ojos. Su cansancio y su dolor tanto físico como mentalmente le hicieron ignorar el escalofrío que le recorrió la espalda. Se dijo a si mismo que se uniría a ellos. A cualquier plan que tuvieran. No solo porque ya no tenía ningún lugar al que ir, sino porque además, quería hacer pagar muy caro a su padre su desprecio.
Ese día, Touya vio lo que tendría que llamar su nuevo hogar. Estaba en un pequeño edificio abandonado que a primeras parecía un inhabitable lugar pues todas las salas estaban cubiertas de mugre acumulada durante años. Sin embargo, al seguir al señor al que había apodado el señor con cara de gato, se encontró con lo que aquella pequeña casa escondía. El señor con cara de gato le llevó hasta el final de la habitación donde una enorme puerta de seguridad decoraba la pequeña pared. Marcó unos códigos y rápidamente la atravesaron. Bajaron por una escalera metálica y llegaron a un largo pasillo el cuál atravesaron en completo silencio. Touya lo observaba todo detenidamente. Parecía una de esas salas secretas que salían en las películas americanas y eso le asombraba y despertaba su curiosidad.
El señor con cara de gato paró en seco y le mostró una nueva escalera que bajaba.
"Por ahí están las habitaciones" ajustó sus gafas y mostró una sonrisa amable "Esto como ves es una pequeña sala de paso" añadió señalando la sala en la que estaban. En esta solo se encontraban dos sofás y una pequeña mesa de té y las paredes estaban llenas de cuadros incomprensibles.
"Sígueme" dijo entonces el señor con cara de gato a quién, obediente, Touya siguió sin mirar atrás. Lo impersonal y secreto del lugar, aunque le creaba curiosidad, empezaba también a sustituir algo de su cabreo por nostalgia hacia su acogedora casa. No obstante, sumiso, bajó junto al mayor por la pequeña escalera y llegaron a otro largo pasillo lleno a ambos lados de puertas de seguridad.
"Aquí están los baños" indicó señalando una gran puerta a su izquierda. "Están justo al lado de la escalera así que no hay pérdida." Luego, volvió a retomar la marcha hasta llegar a la quinta puerta a la izquierda. "Esta es tu habitación. No es gran cosa pero poco a poco puedes ir decorándola y llenándola de las cosas que consigas" comentó. Touya, empujó con fuerza la puerta y vislumbró una pequeña habitación parecida a la de un hospital. Las paredes y el suelo blanco le daban un toque de pulcritud pero también de impersonalidad. Solo había tres muebles: un pequeño escritorio metálico, un armario de madera blanca al lado de la pared y una pequeña cama de blancas sábanas.
"¿Te gusta?" preguntó el mayor sujetando la puerta para él, quién seguía observando detenidamente la habitación, como si fuera a aparecer de repente una puerta secreta que le llevara hasta su casa. Mudo, rápidamente asintió.
"Está bien pero...¿no podría volver a casa?" preguntó esperanzado con voz tímida. Pese a que no quería volver a casa con su padre, echaba ya de menos a sus hermanos y sobre todo, a su madre. Ella siempre le había tratado bien y, aunque una parte siguiera culpándola por su cobardía al no separarse de su padre, quería volver a oír otra vez su dulce voz.

Su mente estaba dividida. Una gran parte quería quedarse y así hacerles sentir mal por cómo le habían tratado. Quería que le rogaran volver con ellos y así, hacerle pagar a su padre por su trato. Quería que lo pasara mal. Sin embargo, otra pequeña parte echaba de menos lo conocido. Aunque aquel hombre era amable sentía que no debía estar ahí. Que estaba mal.
"Pequeño" habló entonces el señor con cara de gato rompiendo así el silencio "eres libre de irte pero ¿Por qué querrías ir a un lugar donde no te quieren?" Ajustó de nuevo sus gafas e imitó un gesto confundido y apenado.
"Yo te aconsejaría que te quedaras durante unos días, hasta que tus heridas estén mejor y, si tus padres te buscan y realmente sigues queriendo volver, puedo llevarte personalmente hasta tu casa." Sonrió y metió las manos en los bolsillos de su bata blanca. "No obstante, sé que quieres ser un futuro héroe y aquí tenemos todo lo necesario para hacerte llegar a tu objetivo. Piénsalo como si fuera la guarida de Batman. Donde entrena hasta convertirse en el mejor." argumentó. Su tono era dulce y amable.
"¿Aquí me ayudaríais a convertirme en un héroe?" preguntó sorprendido. Entonces el señor con cara de gato sonrió
"Claro, tenemos todo lo necesario para ayudar al manejo de los quirks" mintió. "Si tu te unes a nosotros, a cambio te ayudaremos a convertirte en uno de los mejores héroes" añadió. En ese momento, Touya sonrió por primera vez de manera sincera mientras sus dudas se iban dispersando pues, su deseo de ser un héroe eran mayores que su nostalgia.
"Y...¿Puedo de verdad decorar mi habitación?" 

Control mentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora