venas azules

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Sabía que pese a llevar una gorra, gafas de sol y ropa que le podía camuflar, todavía podían llegar a reconocerle y debía tener cuidado. Caminó por las calles intentando evitar la luz del sol y las miradas de los contrarios. Algunos se apartaban cuando él caminaba y su corazón se encogía. No quería dar miedo, pero esa era la única posibilidad de poder andar tranquilo por la calle hasta su destino. Además, sabía que, si hubiera caminado sin aquella ridícula ropa, en segundos tendría a la gente gritando de puro terror y a una gran cantidad de héroes rodeándole.

Metió las manos en los bolsillos un tanto pequeños y agachó la cabeza. No quería mirar al frente por si sus ojos se cruzaban con alguien que pudiera reconocerle. No quería, pero al final, lo hizo.

Un grito.

Touya se acercó más a la pequeña sombra que podía taparle un poco, mientras gotas de sudor perlaban su frente. "¿Cómo podían haberle reconocido tan rápido?" pensó intentando descubrir de dónde había provenido aquel grito. Miró a ambos lados buscando a la mujer hasta que, finalmente la encontró. Un escalofrío le recorrió cuando otro grito atravesó el aire y calló las conversaciones mañaneras.

Personas con apariencia de civiles estaban atacando con sus dones a todos aquellos que pasaban por su lado. Touya pensó por unos segundos en ayudar y salvar a aquellos inocentes que estaban sufriendo el arrebato de ira de aquellos nuevos villanos. Sin embargo, decidió que lo mejor que podía hacer era seguir adelante con su plan. Si actuaba rápido, podría pillarle a tiempo.

Giró sobre sus talones, ignorando los aullidos de dolor y siguió caminando con la intención de llegar hasta el edificio donde había vivido tantos años. Nunca lo había llamado su hogar, ni siquiera lo consideró una casa a la que volver. Siempre había odiado aquel edificio y, gracias al suero y a la ira que hacía que se desbordara por sus poros, nunca vio a los demás miembros de la liga de villanos como familia. No había nada que le gustara ni atara a aquel lugar por lo que volver hacia allá era una decisión que le había costado bastante tomar. Sabía que podía traerle malos recuerdos, pero también sabía que allí era donde podría encontrar al señor con cara de gato escondido.

Aceleró el paso y esquivó a varias personas que corrían en la dirección contraria, gritando y pidiendo auxilio. Cuando levantó la cabeza fue demasiado tarde. Un nomu le atacó y le estampó contra la pared. Segundos después cayó al suelo, dolorido y con la boca llena de sangre. Le costaba respirar y la cabeza le sangraba. Intentó levantarse, haciendo acopio de valor y de fuerza e, intentando no gemir de dolor, consiguió enderezarse. Se llevó una mano a la cabeza, ahora sin gorra, y tocó la humedad de la sangre brotando de la herida. Se la palpó durante medio segundo mientras observaba cómo el nomu se alejaba, atacando a quienes se cruzaban en su camino.

"No es profunda" susurró estirando la manga de la sudadera y utilizándola para tapar un poco la herida hasta que poco a poco dejara de sangrar.

— Me alegro. Eso es una buena noticia, Dabi —

La respiración se le cortó y, pese a que su cerebro le indicaba que corriera antes de que le pusieran las manos encima, su cuerpo no respondía. Odiaba que hiciera eso. Entonces giró el cuello y descubrió a Mr Compress y a Spinner escrutándole con la mirada. El primero llevaba una canica entre los dedos. La presionaba y la deslizaba hábilmente entre ellos sin dejar de mirarle. Sabía que, o bien dentro de esta había algo que le destrozaría al volver a su tamaño o bien, estaba vacía y él era quién iba a ocuparla.

Se puso en posición de ataque.

— ¿Qué queréis? — preguntó finalmente. Intentó controlar su respiración para que no notaran el miedo que le fluía en ese momento por el cuerpo.

Control mentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora