Capítulo Treinta y dos

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A M B E R

Camino por el salón viendo a todas las personas que llevan trajes negros, una música deprimente llena el salón mientras grupos charlan sobre mi pobre y santa madre.

Me uno a un par de conversaciones, en espera de que sea la hora que marqué para el discurso, ya que por más que me gustaría que todo este evento terminará y poder irme a dormir, pacté esa hora y no puedo cambiarla a último momento.

Todos me preguntan por mi madre y me invento un par de historias donde la pasábamos maravilloso, y no puedo evitar pensar en lo mucho que hace unos años me hubiera gustado tener algún momento así, pero aparto ese pensamiento ya que terminó tratando de matarme.

Las horas pasan tan lentamente entre aburridas conversaciones y al ver como la mayoría se impacienta por el discurso que voy a dar subo al escenario, pensando en que hacer para retrasarlo. No creí que iba a tener que recurrir a cosas más aburridas aún, pero necesito atrasar el discurso así que me acerco al micrófono y sonrío cálidamente hacia la multitud.

—Buenas noches, espero estén teniendo una velada maravillosa. Esto no estaba planeado en el itinerario, pero al ver el gran cariño que le tenían a mi madre creo que lo más oportuno es que cada uno de ustedes, claramente los que quieran, suban aquí a dar unas palabras en su honor, sé que ella lo amaría. Muchas gracias.

Bajo del escenario y mi lugar no tarda en ser tomado por Phillipe, quien claramente habla maravillas de mi madre y me desconecto al momento en que una mujer sube y empieza a llorar.

Miro el reloj y sonrío al notar que faltan treinta minutos, la adrenalina me recorre el cuerpo rápidamente al pensar en lo que va a pasar en par de minutos, pero trato de no expresarlo mientras repaso en mi cabeza lo que voy a decir.

Deslizo las manos por mi vestido negro, sonriendo al recordar que una de las cualidades de este color es que no se nota la sangre, algo que les va a ayudar a todos esta noche.

La fila de personas que le quieren decir unas palabras a mi madre parece no acabar y vuelvo a revisar mi reloj notando que ya es hora, así que camino hacia el escenario interrumpiendo a un señor que estaba contando una misión que tuvo con Aria donde ella le salvó la vida.

—Siento interrumpirlo, pero me parece que ya es mi turno para decir unas palabras —le digo al hombre y este rápidamente asiente y baja del escenario, al cual sube Phillipe sin mi consentimiento, pero no cambio mi sonrisa —. Muchas gracias a todos los que dijeron esas hermosas palabras hacia mi madre, la mayoría me conmovió mucho, ya que todos tienen razón, fue una gran mujer que siempre buscó ayudar a los más necesitados.

Paseo la vista entre todos los invitados y contengo un suspiro de exasperación al no encontrar lo que buscó.

—Sé que no soy precisamente a quien les gustaría ver aquí arriba dando un discurso, y estoy segura que en vez de un discurso en honor a ella, les gustaría que mi madre estuviera aquí presente celebrando la muerte de esas bestias, ¿o me equivoco? —los gritos no se hacen esperar y sonrío al ver como lo que esperaba se acerca al escenario entre las sombras aprovechando que toda la atención está en mí —. Pero eso desgraciadamente no está pasando, ya que mi madre murió en manos de una mujer lobo, quien tras ver como ella le clavaba una daga en el pecho a su mejor amiga no se pudo controlar y la mató. Se preguntarán porqué estoy contándoles esto, pues es por la sencilla razón que la chica a la que mi querida madre le hundió una daga en el pecho fui yo.

Gritos, susurros, murmullos, exclamaciones, todos estos toman la habitación haciendo de ella un lugar en el cual no se puede hablar, pero al ver a las personas que suben al escenario un silencio mortal se apodera de todos incrementando mi sonrisa.

Ella es Amber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora