𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 19 - 𝓝𝓮𝓻𝓿𝓲𝓸𝓼 𝓭𝓮 𝓪𝓬𝓮𝓻𝓸

625 43 13
                                    


El agente en prácticas Dawson entró al vestuario y se dejó caer en uno de los bancos sintiendo que iba a desplomarse en cualquier momento. El capitán Redfield no sólo inspiraba miedo con su mera presencia, sino que lo daba de verdad, se dijo para sí recordando el entrenamiento inhumano al que, aquella mañana, había sometido a los nuevos agentes. Aquel hombre era incombustible, totalmente inmune al agotamiento, tanto físico como psicológico. Parecía un dios sacado del Olimpo. «Más bien del Hades», se lamentó con fastidio, incapaz de mostrar una sonrisa, siquiera, de tan cansado como se encontraba. 

Llevaba tan sólo dos semanas como agente en prácticas, en la División de Estados Unidos de la BSAA. Pero como aquello continuase del mismo modo, temía no llegar a superar ni una sola semana más. «Maldita leyenda viva...». Si todas las leyendas eran tan ciertas como la suya, prefería dejarse matar directamente. Sus compañeros más veteranos le habían asegurado que, con el tiempo, uno se acostumbra. «¿Con qué tiempo? ¿Cuando ya estás muerto? Menudo consuelo...». Mascullando sus penurias entre dientes, se metió en una de las duchas intentando no derrumbarse.

Segundos después, escuchó cómo la puerta de los vestuarios se abría y alguien entraba en estos. Decidió mantenerse en absoluto silencio intentando pasar totalmente desapercibido. Si tenía suerte, ni siquiera se vería obligado a saludar. Tenía agujetas hasta en la lengua... Por suerte, pronto escuchó el sonido del agua al caer desde otra de las duchas y exhaló aliviado.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Jill Valentine estaba más que harta de aquella situación que llevaba más de un mes prolongándose de un modo absurdo y exasperante. El capitán la estaba cortejando como si ambos fueran dos colegiales: la llevaba al cine, a pasear, la invitaba a cenar, se desvivía en atenciones hacia ella... Y luego la devolvía a casa como un chico bueno limitándose a depositar a lo sumo un casto beso en sus labios.

Estaba claro que él todavía se sentía culpable por todo lo sucedido, y que quería compensarla dándole todo aquello que, se suponía, a ella la haría feliz. Pero ella no había pretendido que nada cambiara en su relación excepto el nivel de compromiso. Adoraba a aquel hombre extremadamente fuerte, rudo, sencillo, refunfuñón y vehemente, fácilmente inflamable en muchas ocasiones... en todos los sentidos. Ahora, cuando ella intentaba 'guiarlo' hacia una situación un poco más... interesante, él tan sólo sonreía de un modo tímido, dubitativo, en silencio. Y después, 'nada'.

¿Hasta cuándo él pensaba continuar comportándose como un colegial? ¿Es que acaso él se había dado cuenta de que ya no la quería? ¿Era eso? ¿Acaso deseaba dejarla definitivamente y no sabía cómo hacerlo, sintiéndose culpable por haberse empeñado en reconquistarla? Que ella supiera, no había ninguna 'otra' en la vida del capitán. Pero que ella no supiera de esa posible existencia, no significaba nada en absoluto; y lo sabía. Lo conocía a la perfección, sabía cuánto él necesitaba enardecido que ella calmase su fuego prácticamente a todas horas. Y ahora... Todas aquellas preguntas, aquellas dudas, la volvían loca por momentos. No estaba dispuesta a sumergirse en la angustia de nuevo ahora que lo había recuperado. Así que, ni corta ni perezosa, aquella mañana lo siguió.

♥ 𝓞𝓓𝓘𝓞 𝓠𝓤𝓔𝓡𝓔𝓡𝓣𝓔 ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora