𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 22 - 𝓢𝓲𝓮𝓶𝓹𝓻𝓮 𝓿𝓸𝓵𝓿𝓮𝓻é

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A la mañana siguiente, cuando Claire salió del dormitorio con Scott en brazos, Leon ya se había marchado. Increíblemente, el bebé había dormido toda la noche de un tirón como si, advirtiendo que sus padres estaban peleados, no hubiese querido suponer un problema añadido a aquel que ya había ensombrecido el bienestar de su hogar.

La pelirroja observó asombrada a su pequeño bebé. Él, desde que se había despertado y había reclamado su biberón entre llanto, tan sólo se había dedicado a mirarla en absoluto silencio, sus inocentes ojos de aquel azul que tanto amaba clavados en su rostro. Se había negado a dormirse cuando ella lo había acunado mimosa entre sus brazos; tan sólo la miraba. Y cuando no la miraba a ella, miraba inquieto a su alrededor buscando a su padre. Se había negado a quedarse tumbado en su cuna o en una pequeña sillita columpio con arneses que emitía sonidos infantiles, como hacía muchos otros días; tan sólo quería estar en sus brazos.

Por eso, ella se dio cuenta abatida de que su rostro y su cuerpo mostraban todo el dolor que la pelea mantenida con Leon le había causado, de que era como un libro abierto para su pequeño quien, siendo aún tan bebé, tan bien la conocía. Sonrió intentando mostrarle que, por muy triste que estuviera, por muy rota que su alma se mostrara, siempre estaría feliz de tenerlo en sus brazos, de amarlo, de protegerlo... Que siempre estaría orgullosa de ver a su padre en sus ojos, en su sonrisa... Y aún más: agradecida.

Inesperadamente, sonó su teléfono, que había dejado encima de una mesa en la sala de estar. Con Scott aún en brazos, se apresuró a comprobar a quién pertenecía la llamada; quedó totalmente sorprendida y se apresuró a responder.

—Buenos días, Claire —la voz fría de Leon se hizo escuchar—. ¿Te encuentras bien?

Ella no pudo responder; tenía un nudo en la garganta.

—¿Estás bien? —escuchó su voz insistente ahora alarmada.

—Sí, sí. No te preocupes —le aseguró intentando aparentar serenidad.

—¿Hoy estaréis en casa a la hora de la comida? —él preguntó de un modo más amable—. Necesito hablar contigo.

—¿Qué pasa, Leon? —quiso saber sintiendo la angustia recorrer su estómago y su pecho de nuevo.

—Prefiero decírtelo en persona.

—Sí, estaremos —respondió con voz queda.

—Perfecto. Tengo que dejarte. Nos vemos luego. —Inmediatamente después, la llamada se cortó.

Claire se quedó observando el teléfono como una tonta. Sabía que su esposo tenía algo muy importante que decirle, si se negaba a contárselo por teléfono; algo trascendental e incluso... ¿radical? Negó para sí enfadada consigo misma aquella idea que había comenzado a rondar por su mente, vehemente. Se había jurado confiar en él; siempre. Así que, en esta ocasión lo haría también. Sin embargo, una leve náusea que invadió su estómago la devolvió a la cruda realidad de un fuerte tirón. Se había jurado confiar en él. Sin embargo, no lo había hecho. Se había quedado embarazada a sus espaldas, lo había traicionado. «Cada acción que realizamos, cada palabra que decimos, tienen sus propias consecuencias» le había escuchado decir a él en alguna ocasión. Ella misma había cambiado las normas del 'juego' unilateralmente, por propia voluntad. Así que, ¿había llegado el momento de afrontar las suyas?

Sintió una mano cálida sobre su pecho: Scott había agarrado con fuerza su camisa con una de sus manitas. Le dio un beso en la frente con lágrimas en los ojos.

El móvil comenzó a sonar de nuevo y ella cogió la llamada, vehemente, sin detenerse a ver quién la llamaba siquiera.

—¿Claire? Buenos días —Jill la saludó con voz seria.

♥ 𝓞𝓓𝓘𝓞 𝓠𝓤𝓔𝓡𝓔𝓡𝓣𝓔 ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora