𝓔𝓹í𝓵𝓸𝓰𝓸

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La nueva asistente del director de la DS. entró temerosa en el despacho de su jefe. Aquello que ella tenía que confesarle era de suma importancia; de mucha más importancia, de hecho, de la que él creería en un primer momento. Y él tenía mucho que ver en ese asunto; demasiado. Aun así, no podía contarle toda la verdad. Así que, se limitaría a contarle lo que él necesitaba saber para poder darle las respuestas que ella misma precisaba.

Leon Scott Kennedy la intimidaba; siempre lo había hecho desde que ella comenzó a formar parte de la agencia hacía tan sólo seis meses. Pero ahora, lo hacía todavía más. Ella, con veintitrés años; y él con cincuenta y cinco... Y todavía lo encontraba el hombre más atractivo que había visto jamás a excepción de... Desechó decidida todos esos pensamientos de su mente. No le convenía centrarse más que en lo que había ido a hacer en aquel sobrio despacho.

Leon, levemente sorprendido, levantó la mirada de los documentos que había estado leyendo concentrado, la miró y sonrió con amabilidad. Las gafas de lectura que él llevaba puestas se deslizaron suavemente sobre su nariz al hacerlo, algo que le dio un aire pícaro que a ella cautivó; como siempre.

—¿Se me ha olvidado algo? —él quiso saber mirándola a la expectativa.

—No, señor. Quería comentarle un tema personal si usted dispone de un momento para atenderme —le pidió mostrándose azorada.

—Por supuesto. Siéntese —le ofreció con un ademán de la mano.

Inmediatamente, se quitó las gafas de lectura que dejó sobre la mesa, y concentró toda su atención en ella.

—Señor... -Catherine comenzó a hablar con timidez—. Ya sé que hace muy poco tiempo que yo formo parte de esta agencia, pero...

—¿Pero? Hable claro, señorita Cohen —le ordenó sin paños calientes.

—Yo no lo tenía planeado; en absoluto. Pero me he quedado embarazada —confesó con orgullo mirándolo fijamente a los ojos.

Él, por un momento, la miró sin comprender.

—Eso es maravilloso. ¿Y cual es el problema?

—Que necesitaré disponer de tiempo libre para mis chequeos médicos, comienzo a sentir malestares, luego vendrá la baja por maternidad...

Su jefe le devolvió sonriente una mirada comprensiva.

—Si eso no supone un problema para usted, tampoco lo es para mí. ¿Prefiere coger una excedencia o continuar trabajando mientras pueda? Si desea continuar trabajando, yo le pondré un ayudante, no se preocupe —le ofreció solícito.

—¿Se-seguro? —quiso saber mirándolo ojiplática debido a la sorpresa—. Eso supondrá un mayor desembolso monetario para la agencia por mi culpa y...

—¡Por amor de Dios! —él exclamó de pronto harto ya de verla sintiéndose tan vulnerable—. Usted forma parte de esta agencia tanto como cualquier otra persona. Así que, no dude en pedirme lo que necesite. La agencia no va a arruinarse por esto. Y si lo hace, vaya mierda de presupuesto que nos ha asignado el Gobierno, ¿no le parece? —declaró con sarcasmo.

Ella sonrió infinitamente agradecida sintiendo que, desde aquel mismo momento, aún lo admiraba más si eso era posible.

Inesperadamente, unos nudillos sonaron contra la puerta del despacho. Leon desvió su atención de ella hacia la puerta y ordenó:

—¡Adelante!

Nada más reconocer a los dos agentes que entraron por esta, enarcó una ceja y los observó con evidente amenaza en su semblante.

♥ 𝓞𝓓𝓘𝓞 𝓠𝓤𝓔𝓡𝓔𝓡𝓣𝓔 ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora