Final Alternativo

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Sayuri

Los días pasaban, como así también los años. Todo este tiempo para mí, siendo una más de los miembros de Bonten, decaía. Era doloroso para mí ver cómo poco a poco todos los chicos presentes aquí conmigo, iban cambiando su identidad a tal punto de ser irreconocibles para mí en ciertas ocasiones. Una parte de mí se sentía vacía, incluso me preguntaba si este era el verdadero camino que yo debía tomar para salvarlo, para salvar al jefe de Bonten: Sano Manjiro. 

Hace un tiempo, ya casi dos años, había abandonado lo que más me gustaba, hacer tatuajes, y todo para volverme parte de los Ejecutivos de esta pandilla que no se iguala a ninguna en la época actual de Japón. Yo misma fui testigo de cómo me fui llenando de la oscuridad que albergaba esta mansión, y me lamentaba haber llegado a este punto cuando mis palabras de aliento fueron ignoradas y me vi obligada por Haruchiyo a mantenerme cerca de ellos. Pues, si yo dejaba de lado a estos chicos, automáticamente pasaba a ser una enemiga, incluso una amenaza para ellos, por saber muchas cosas respecto a Bonten. Eso significaba que mi vida igual corría peligro.

Mikey ya no me miraba de la misma manera que antes, incluso habían veces en que me desconocía y me trataba de una forma poco sana para una relación que ya lleva casi cuatro años existiendo. Sin embargo, en las noches, yo era testigo de cómo lloraba y me repetía casi las mismas palabras de siempre, en como algunas veces se dedicaba de entregarme todo su amor en cuerpo y alma como yo también me entregaba a él sin dudarlo. No obstante, muy dentro de mí creía que ese cariño había muerto desde que yo comencé a vivir con ellos por compromiso más que por gusto. 

Acostada en esa cama mirando fijamente el techo, mis ojos se habían llenado de lágrimas que no eran capaces de caer. Mi mano derecha acariciaba con lentitud el cabello blanco y corto de Manjiro, mientras que él dormía plácidamente sobre mi abdomen desnudo. Podía darme cuenta de su delgadez y lo poco que comía. La depresión, sus temores, poco a poco se iban adueñando de él por lo débil que estaba. Recuerdo que, un día le pedí ir a la psicóloga juntos, esa fue la primera vez que me miró con rechazo e inclusive odio. "No estoy enfermo, no lo necesito", esas fueron sus palabras antes de irse en plena noche, en la que era nuestra primera vez perteneciendo el uno al otro. Hacía frío ese día, y yo me quedé dormida llorando.

Había perdido contacto con Kazutora desde hace unos años, no sabía nada de él, ni siquiera de mis padres o el resto de mis amigos. Llegué hasta a darme cuenta de que en las noticias me reportaban como desaparecida, y eso me dolía el alma. Poco a poco me sentía bastante solitaria y pensamientos oscuros invadían mi mente cada vez que la noche caía. Muchas veces llegaba a llorar sola, bajo el agua de la llave de la ducha, así nadie se daba cuenta de lo mal que lo estaba pasando por ellos y por mí.

Mi Sanzu, nos habíamos vuelto inseparables a pesar de sus amenazas, pero cuando consumía drogas, me era imposible quedar a su lado por lo maniático y sádico que se volvía. Me dolía que poco a poco su dependencia a ciertas sustancias se estaba volviendo más notable y como era imposible hacerle volver a lo que era unos años atrás.

Y también me dolía verme a mí.

—¿Sayuri? —la somnolienta voz de Manjiro me obligó a volver a la realidad. Él ya no tenía su cabeza apoyada en mi pancita, sino que ahora estaba sentado y me miraba con ojos cansados. Sus ojeras ya eran muy notables, lo poco que llegaba a dormir eran solo unas dos horas, y cuando estaba conmigo, dormía unas cuatro, pero siempre despertaba o incluso lloraba dormido—. ¿Por qué lloras?

Ante su pregunta, rápidamente pasé mis dedos bajo mis ojos sintiéndolos húmedos. Me senté en la cama, mirando fijamente mi ombligo. No quería decirle que estaba mal, que quería irme de aquí, que necesitaba estar con mi familia, que necesitaba ver otros rostros, que necesitaba ayuda. Era primera vez, en tantos años, que quería pensar únicamente en mí, en mi salud mental, en mi bien, y más importante, en mi libertad. Estaba atrapada aquí, me sentía ahogada, quería gritar, pero la voz no me salía. Me sentía como un cuerpo sin alma, que solo estaba aquí respirando, pero no viviendo la vida.

la tatuadora de bonten [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora