Capítulo 4

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"Ella no es mía, y yo no soy suyo, lo nuestro es temporal, somos un préstamo voluntario de momentos inolvidables que pueden durar toda la vida."

—Mario Benedetti
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Por fin llegó la hora del descanso, pero ya estoy aburrida en este primer día de clases, ¡y todavía ni hemos llegado al mediodía! Mientras camino por los pasillos, tengo a dos personajes a mi lado: a la derecha está Rick, súper animado y charlatán; a la izquierda, Louise, con cara de pocos amigos.

Vamos en dirección a la cafetería porque tengo un hambre que flipas y un sueño que no veas. Al pasar por las puertas del comedor, todos los ojos se clavan en nosotros, pero sobre todo en mí. No entiendo ni papa de lo que está pasando. Camino entre la gente con cara de "¿qué cojones?" mientras todos me miran con una expresión divertida.

— ¿Qué pasa? —pregunta Rick, claramente molesto por las miradas que me echan.

— Déjalo, Rick —le digo, tratando de calmarlo.

— No, quiero saber qué quieren —responde, gritando en medio de la cafetería y montando un numerito.

— Si no tienen nada que hacer, que se ocupen de sus propios asuntos —dice Louise en mi defensa—. Parecen unas viejas chismosas.

— ¡Exacto! —añade Rick. — Ocúpense de sus vidas —grita. — Vamos, dejen de fijarse en nosotros y céntrense en sus cosas.

De repente, todo el hambre que tenía se desvanece. En su lugar, siento una náusea horrible, y el olor a comida que antes me hacía salivar ahora me da ganas de vomitar.

— ¡Maldita sea! —murmuro para mí misma.

Veo a mis amigos haciendo cola para conseguir su comida y pienso que al menos debería tomar algo, porque tengo el estómago vacío. Así que, me acerco a la máquina de bebidas automática y decido coger un Cacaolat. Mientras estoy metiendo las monedas en el depósito, siento una fragancia inconfundible y me giro hacia su origen.

— ¡Sven! —digo con tono burlón.

— La chica de la hoguera —responde, riéndose.

Es raro, viniendo de él, el típico» no siento nada «y» soy un hombre de hielo «, pienso mientras sonrío ante mi propia estupidez.

— ¡¿Qué?! —me pregunta, enojado y a la defensiva, al ver que estoy sonriendo.

— ¡Nada! —digo con una amplia sonrisa, notando cómo lo dejo desconcertado.

— ¿Vas a tardar mucho? —pregunta, mientras yo sigo mirando al vacío.

— Si... no —respondo, metiendo las monedas y marcando el número para la bebida.

——¿Cacaolat, en serio? —dice con una expresión de disgusto.

— ¡¿Qué?! —respondo a la defensiva—. ¿Qué tienes en contra del Cacaolat? Es la mejor bebida —digo, cruzando los brazos.

— Sí, claro —responde, poniendo los ojos en blanco.

Mientras esperamos en silencio a que la máquina termine de preparar mi bebida, por primera vez no siento esa tensión incómoda entre nosotros.

— Eh... entonces, ¿Qué tal tu día? —pregunto, intentando conocerlo un poco mejor.

— ¡No! —responde de manera brusca.

——¿No qué? —pregunto, sin entender.

— No juegues a ser» amiga«, como si fuéramos colegas. No quiero, y para ser sincero, ni me va ni meviene — dice, claramente molesto.

Meses a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora