Capítulo 20

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"Las lágrimas que no se lloran ¿esperan en pequeños lagos?, ¿o serán ríos invisibles que marchan hacia la tristeza?"

—Pablo Neruda

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ELLIE

Me sentía cómoda y relajada en mi cama, o al menos eso pensaba, porque algo no cuadraba. Todo estaba perfecto, excepto por esa luz que insistía en darme en la cara. ¿Acaso me había dejado una ventana abierta? Intenté esconderme detrás de las almohadas, pero parecían más pesadas de lo normal. Y las fundas... olían diferente. Mi cabeza estaba a punto de estallar, y cada músculo de mi cuerpo dolía. Fue entonces cuando, de repente, imágenes comenzaron a aparecer en mi mente como si fueran flashbacks.

Sven encima mío, yo encima de Sven, ambos desnudos y sudorosos... Abrí los ojos de golpe, y el corazón casi se me sale del pecho al darme cuenta de que no estaba en mi cuarto. Ni siquiera en casa. Seguía en el campo de girasoles, con la brisa fresca rozando mi piel. Lo que pensé que eran mis almohadas era, en realidad, el brazo de Sven descansando sobre mi estómago. Me quedé en shock por unos segundos, tratando de procesar todo lo que había pasado, mientras la realidad me golpeaba de lleno.

«Madre mía, ¿qué hice?»

Intento alejarme lo más lentamente posible para no despertarlo, pero como siempre, mi torpeza no falla y fracaso de la forma más grotesca posible. Sven se levanta de golpe, algo asustado, y me mira con una mezcla de sorpresa y desconcierto. Su rostro parecía más relajado que de costumbre, su cabello negro todo revuelto, y las arrugas de su cara no solo no le quitaban nada de atractivo, sino que, en ese momento, hasta parecía más guapo.

» ¿Era este el favorito de Dios? «

— ¿Qué estás haciendo? —me pregunta con la voz soñolienta.

— Tengo que irme, mi madre llegará en cualquier momento —respondo, mientras busco mi ropa tirada por el suelo.

— ¿Y a qué hora llega? —dice, buscando algo en el bolsillo de su pantalón.

— Sven, ¿y eso qué te importa? —Le pongo los ojos en blanco, apurándome—. Tengo que irme ya.

— Vale —responde con una sonrisa maliciosa que no termino de entender.

Debo parecer una loca en este momento, pero, sinceramente, me daba igual. No encontraba una maldita pieza de ropa, y la frustración crecía por segundos. Sven, en cambio, parecía haberse levantado con todo en su sitio, como si nunca hubiera estado desnudo. Esto me desconcertaba aún más, porque ahora, a plena luz del día, mis imperfecciones estaban a la vista. Y claro, sentir sus ojos recorriéndome tampoco ayudaba a la situación.

— Podrías no mirarme —digo intentando sonar firme, aunque sé que mi cara me delata.

— Por supuesto... que no —responde con esa sonrisa maliciosa, mientras sigue observándome descaradamente.

Me esfuerzo por no rodar los ojos, pero el calor en mis mejillas ya lo dice todo. Al fin encuentro la parte de arriba y el pantalón, pero claro, mi suerte nunca es completa. Faltaba lo más importante: esa prenda que va antes de los pantalones, y, por supuesto, no aparece por ningún lado. La frustración va en aumento mientras Sven me observa, sin ocultar su diversión.

— Genial, justo lo que me faltaba —murmuro frustrada, intentando mantener la calma.

— ¿Buscas esto? —pregunta, sosteniendo la dichosa pieza entre sus dedos, balanceándola como si fuera un trofeo.

Meses a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora