Capítulo 15

163 31 173
                                    

"No sé qué era, pero teníamos algo especial y lo sabíamos.
Lo podías ver en el modo en que nos movíamos y hablábamos.
No hablábamos mucho, pero dábamos todo por sobreentendido."

—Charles Bukowski

________________________________

Ellie

Con un solo trago, ya siento que la pizza que me he comido antes va a salir por donde entró. Ni me lo pienso, salgo corriendo hacia el baño más cercano, pasando de todo lo que me gritan por detrás. Mi mente está concentrada en una sola cosa: quitarme este maldito sabor de la boca.

Empujo la primera puerta que veo y por suerte parece ser el de chicas, me arrodillo con cuidado, intentando no tocar nada porque, madre mía, ¡qué asco! Ni dos segundos pasan antes de que termine vaciando todo lo que llevaba dentro en el váter.

— Ellie, ¿estás bien? —pregunta Louise detrás de mí.

Lo único que hago como respuesta es levantar el pulgar, mientras me pasa unas servilletas para que me limpie la boca.

— Lo siento, no debí haber insistido —admite.

— No pasa nada —respondo, intentando sonreír—, pero que sepas que esto me tiene que dar puntos extra en tu dieta.

Me acerco al fregadero y me echo agua en la cara, a ver si así se me pasa el malestar. Cuando levanto la vista y me veo en el espejo, la imagen es para echarse a llorar. Y encima recuerdo que Sven está ahí, sentado con nosotros. ¡Menuda maravilla de día!

— ¿Tienes un peine o algo que pueda arreglar esto? —le pregunto a mi amiga, señalándome la cara.

Pero cuando la miro, está completamente en las nubes. Ni me ha escuchado. Me quedo observándola un momento hasta que parece salir de su trance y me lanza una sonrisa que ya conozco muy bien, esa que trae problemas.

— ¿Qué? —pregunto, sospechando lo peor.

— ¿Es él? —suelta de repente, como si fuera un secreto a voces.

— ¿Él? —repito, aunque ya sé por dónde va—Sí—respondo sin rodeos, resignada a que no hay manera de esconderlo más.

Al decirlo en voz alta, siento como si me hundiera un poco en el suelo. Es la primera vez que lo admito, y claro, mi amiga no se corta un pelo. Da un grito de emoción que retumba por todo el baño, y las demás chicas nos miran como si acabáramos de dar el notición del año.

— ¡Tía, qué suerte tienes! —dice casi dando saltitos de alegría— A ver, en una amistad normal te diría que él es el afortunado por tenerte a ti, porque eres increíble. Pero como lo nuestro de normal tiene poco —se ríe picarona— El cabrón está buenísimo, mejor que el pan, y lo sabes.

— ¡Ise! —protesto, aunque ya me estoy riendo. — Pero... no te voy a mentir —suelto al final, escondiendo la cara entre las manos. — El tío está que te mueres.

— ¿Conoces a Tom? —pregunto, levantando una ceja.

Veo cómo a mi amiga se le suben los colores a las mejillas y de repente se pone a mirar para otro lado, como si el suelo se hubiera vuelto lo más interesante del mundo.

» Ay, ¡qué calladita te lo tenías, sinvergüenza! «pienso, mientras una sonrisa traviesa se me escapa.

— ¿Qué pasa? —me responde, algo irritada. — Lo conocí en aquella fiesta —suelta con un suspiro—. Mira, te juro que no me interesaba lo más mínimo hasta entonces, pero, claro, el tío era un maestro del palique. El problema es que el cabrón me dijo que se llamaba Sven y...

Meses a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora