Capítulo 8

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"Como deseo que estes aquí...
Somos dos almas perdidas
Nadando en una pecera
Año tras año."

—Pink Floyd
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Me despido de Tom y caminamos hacia el estacionamiento. Sven parece estar perdido en sus pensamientos. No es que sea muy hablador, pero el silencio entre nosotros no es incómodo.

—¿Ellie?

—Sí.

—Eh... tengo que decirte algo —dice nervioso—. Mi coche no es... lo que estás acostumbrada a usar —añade, algo avergonzado.

—¿Qué? —pregunto, confundida.

—Quiero decir... que mi coche es una chatarra.

—¡¿Eso es todo?! —respondo divertida—. Por un momento pensé que me ibas a decir que no tenías gasolina.

Me mira por primera vez desde que estamos solos, y su sonrisa, esa sonrisa grave y ronca, me calienta por dentro. Su risa es baja, y cuando lo oigo, siento un cosquilleo que sube por mi pecho.

—Eres increíble —dice, aún sonriendo.

Bajo la mirada al suelo, sintiendo cómo mil mariposas me están haciendo cosquillas en el estómago. Me arden las mejillas, lo noto sin verme, pero él no parece darse cuenta... o al menos no lo dice.

—Pues sí que lo soy —respondo con un tono serio, aunque al ver su expresión tan relajada y divertida, me sale una risa tonta.

Llegamos al garaje y caminamos entre coches hasta que lo veo sacar las llaves y desbloquear su camioneta.

—¿A eso le llamas una lata vieja? —le suelto, señalando la camioneta negra.

—Venga ya, Ellie, si es una chatarra. No pasa nada por decirlo.

—¿Perdona? —le miro ofendida mientras paso la mano por la carrocería—. Estás loco, esto es una joya. Si mi abuelo estuviera aquí, te mataba por decirle eso.

—¿En serio te gusta? —me pregunta, con sorpresa, y yo asiento con una sonrisa. —No sabía que te gustaban los coches —dice, mirándome con una mezcla de sorpresa y algo más, algo que me hace sentir un poco nerviosa.

—Soy la nieta mayor y mi abuelo es un loco de los coches —le suelto, dejándome llevar por los recuerdos—. Me regalaba colecciones enteras para mi cumple... seguro que aún tengo esos coches por ahí, guardados —sigo hablando sin parar, hasta que me doy cuenta de lo mucho que estoy soltando—. Perdón —añado, mordiéndome el labio, sintiéndome un poco tonta por hablar tanto.

Sven me mira, con esa mezcla de ternura y asombro que hace que quiera esconderme... o lanzarme a sus brazos.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunta confundido.

—Me dejé llevar, es que me flipa tu carro.

—Gracias, pero en realidad... —dice, mirando el auto con una expresión distinta—. Este era el coche de mi madre.

De inmediato noto cómo su semblante cambia, su expresión se endurece, y de repente siento una tristeza que no es mía, sino de él.

—Lo siento mucho —le digo con sinceridad.

—No tienes por qué sentir nada —responde cortante, y abre la puerta del conductor de un tirón, cerrándola con fuerza.

Me quedo quieta, sin entender ese cambio brusco. ¿Qué he dicho? Sin saber bien qué hacer, subo al coche del lado del pasajero, intentando mantener la calma. Él enciende el auto en silencio, y todo se siente raro, incómodo. Miro por la ventana, intentando distraerme, pero no puedo evitar darle vueltas. ¿Qué he hecho mal?

Meses a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora