Capítulo 30

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NARRA AREN

Luego del incómodo almuerzo me despido de mi querida esposa con un beso en la frente para ir a mi despacho donde le escribo a mis guerreros preguntando por los avances en estos 10 días.

—Hermano, ya estamos listas para ir a cabalgar —habla Kasya.

Las observo ceñudo al ver que ni siquiera tocaron al entrar, pero al ver sus lindas sonrisas y esos ojos brillantes todo reclamo queda atascado en mi garganta así que solo les sonrió asintiendo.

—Guardo unas cosas y vamos.

Ordeno mandar la carta de suma urgencia para luego ir con mis hermanas hasta el establo.

Al salir al jardín siento un dolor en mi corazón como si me lo estuvieran aplastando causando que me cueste respirar.

—¿Qué pasa, Aren? ¿Te sientes mal? —preguntan alarmadas.

De a poco el dolor se va calmando, pero todavía siento el peso de algo en mí como si me advirtieran que algo sucede, pero no sé qué es.

—Tranquilas niñas, no es nada. —les sonrió para que no se preocupen.

Ellas asienten dudosas mientras seguimos caminando dejando atrás el jardín.

<Media hora después>

Volvemos al castillo luego de que las chicas se cansaran de cabalgar, pero antes de poder guardar los caballos escuchamos un alboroto en el jardín.

—Quédense aquí niñas, Carlos las cuidará. —miro al guerrero que asiente hacia mí.

Alarmado me echó a correr en el caballo hacia donde se escuchan los gritos que no podía distinguir, pero al irme acercando capto algo haciendo que clic en mi cabeza.

—LA SEÑORITA ALDARA NO ESTA —gritan avisando a los demás quienes rápidamente se esparcen por todo el jardín y el bosque.

Ese dolor, ¿sería ella?, no le doy tiempo a mi mente de crear supersticiones que solamente me alteraran así que tomó las riendas dando un tirón que aumenta la velocidad del caballo pasando entre todos los guerreros me adentro al bosque en dirección al río, no sé qué me sucede solo sé que debo ir hacia allí.

Siento temor de lo que puedo encontrar. Aumento la velocidad mientras trato de mirar hacia todas las direcciones posibles, pero no encuentro nada extraño. Siento mi respiración acelerada mientras la desesperación cubre mi mente nublando mi juicio.

Llevo lo que parecen horas cabalgando por la orilla del río. Estaba a punto de rendirme y volver al castillo en caso de que la hubieran encontrado, pero...

—¿Eso que veo es la capa de Aldara? —susurro temiendo lo peor.

Desmonto del caballo con las piernas temblando sintiéndome inestable y vulnerable por el miedo de lo que puedo encontrar. Nunca he sido creyente del dios que hablan los cristianos, pero mi amada cree en él así que en mi mente le ruego para que ella esté bien y me ayude a encontrarla.

La capa de mi esposa se encuentra a unos pasos de mí. Suspiro con el cuerpo temblando de pavor y me acerco con los ojos cerrados hasta lograr tocar la capa.

—Que no sea lo que estoy pensando, por favor.

Abro los ojos viendo con horror la capa manchada de sangre y rota en lo que habrán sido fuertes tirones.

—ALDARA.

OMNISCIENTE

Un rugido desgarrador rompe el silencio en el bosque que rodea el castillo, alertando a todos los guerreros los cuales corren con el corazón en la mano lleno de pavor por lo que habrá encontrado su Laird.

Aren escucha los pasos de sus guerreros correr hacia él, pero su mente se encuentra absorta en las posibles condiciones que estará su amada, ¿Estará herida?, ¿La habrán curado, al menos? Esas y más preguntan llenaban su mente.

Los guerreros vieron con horror la prenda ensangrentada que tenía el Laird en sus manos.

—La princesa —susurraron en shock los almogávares y la guardia negra.

El joven Laird aspiro el aroma dulce que tenía la capa demostrando que era de su amada. Tengo que protegerla, jure esperar a que ella volviera, pero también jure que si no volvía a mí yo movería mar y tierra para buscarla, susurro.

Todos los guerreros vieron con nerviosismo como el Laird se levantaba con la capa en mano y su mirada fría aumentando esa aura peligrosa que siempre cargaba, pero esta vez logrando que todos se arrodillaran demostrando que estaban a su lado todos listos para luchar y buscar a su señora y princesa.

—QUIERO QUE BUSQUEN CUALQUIER PISTA PARA DAR CON SU SEÑORA, NO VUELVAN HASTA HABER RECORRIDO DE PIES A CABEZA ESTE BOSQUE —bramo ronco.

Todos los guerreros asintieron rápidamente para luego dispersarse por todo el bosque buscando meticulosamente alguna pista ya sea un zapato, una pisada o una prenda de ropa.

En el castillo ya todos estaban enterados de la desaparición de la princesa aumentando los nervios en las mujeres que no sabían que harían sin su señora, ella las guiaba y las ayudaba a lidiar con las recientes muertes, pero ahora que no esta no sabe qué pasara, ¿El Laird continuara con la guerra?, ¿volverán al castillo principal?, todos en el castillo sentían impotencia, nervios, temor, angustia entre otros sentimientos con los cuales no sabían lidiar.

<A kilómetros del castillo de casa>

Un grupo de ladrones observaban con lujuria el cuerpo de la bella joven que les habían encargado raptar, pero no se habían contenido de observarla luego de que tuvieran que desvestirla para curarle rápidamente la herida de la flecha envenenada que les habían ordenado llevar con la única condición de que la joven llegara viva.

—Quítale la manta, observar un poco más no le hará mal a nadie —dijo uno de los ladrones lamiéndose los labios saboreando con anticipación lo que le harían a esa joven quien tuvo la mala suerte de tener enemigos.

Uno de los ladrones más joven observo con asco a su compañero, un hombre de edad y descuidado además de mal oliente por toda la mugre que ocupo para esconderse en el bosque.

—Ni se les ocurra hacer lo que están pensando porque entonces los muertos seremos nosotros. —trato de convencerlos para que no lastimaran más a esa bella joven.

Los ladrones de mayor edad bufaron fastidiados por no poder hacer de las suyas.

—No te metas Alonso.

El joven Alonso observó furibundo a sus compañeros haciendo que estos retrocedieran con las manos levantadas.

—Ya, está bien, quédatela tú. —lo miraron murmurando cosas que Alonso no escucho, pero no le tomo atención.

—Disculpa lo que te hemos hecho, pero es la única manera de sobrevivir y ganar dinero, pero tranquila yo te protegeré —le prometió entre susurros.

Aldara entre la inconsciencia logro escuchar las palabras del joven causando que una ola de gratitud recorriera su cuerpo haciendo que una sonrisa apenas visible fuera posada en su rostro el cual rápidamente se contrajo del dolor al comenzar a despertar.

—Ay. —se removió unos centímetros tratando de calmar el dolor desgarrador que abarcaba su pecho.

Alonso escuchó el quejido de la joven mirando asustados a sus compañeros los cuales seguían cabalgando, un suspiro de alivio abandono sus labios luego de revisarla viendo que su fiebre estaba bajando así que despertaría en poco tiempo o eso esperaba.

**

Cada vez nos acercamos más al final amores, sé que les puede preocupar que termine mal, pero no se preocupen la historia terminara bien.

Besos.

La princesa del escocésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora