Perro.

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╰ひ╯

Cuando iba acercándose el atardecer habían llegado a el hogar del pelinegro. Quien se sobaba el estómago aún con una expresión triste. Para Mo Guan Shan, parecía un perro. Y lo era. Pero no lo diría, una vez casi bromeaba sobre algo sin importancia y la familia He lo habían fulminado con la mirada. Si las miradas mataran, Guan Shan ya había muerto desde hace tiempo.

Suspiró y cerró la puerta con cuidado, luego acercándose a He Tian quien se sentó uno de los sillones abrazándose a si mismo.

— ¿Le duele mucho? —preguntó el pelirrojo, colocándose enfrente del otro.

Tian sonrió, dejándose de abrazar y tomando las manos de su guardaespaldas, sonriendo.

— Cariño ¿Puedes hacerme uno de tus platillos? Me quitará el dolor. —bromeo. Esperaba alguna reacción por parte del otro, pero Mo solo asintió dirigiéndose a la cocina casi como un robot programado para ello.

A He Tian le gustaba cuando Mo Guan Shan le hacía caso, y a veces le gustaba cuando obedecía solo cuando lo miraba seriamente, porque había veces en las que aquel chico se había negado a seguir ordenes suyas. Nada malo, terminaba aceptando porque Tian llevaba las bromas de "cariño' muy lejos. Mo Guan Shan obedecía mejor cuando He Tian se encontraba borracho, porque no quería imaginar que podía hacerle aquel pelinegro en aquel estado, si de por si le tenía bastante miedo en su estado sobrio, no lo imaginaba ebrio. Tomando en cuenta de He se ponía extraño cuando se encontraba en aquel estado.

╰ひ╯

Algo que a Mo le habían enseñado desde que era un niño de temprana edad era que la comida podía aliviar dolores. No es por nada. A su padre le encantaba cocinar, por ello, Guan Shan quien admiraba de más a su padre aprendió también a hacerlo; Luego, se dio cuenta de que su madre cuando cocinaba para él en los tiempos que se enfermaba, cualquier comida le hacía sentirse mejor. Curioso por esto, Guan Shan a sus 12 años de edad le preguntó como hacía aquella comida para hacer sentir mejor a las personas y controlar más los malestares.

El pelirrojo recuerda perfectamente aquella lección, porque había aprendido que lo que más hacía sentir a la gente, era la comida. En la mayoría de los casos. Pero sabía que funcionaría su comida en He Tian porque a este le gustaba demasiado su cocina.

Como siempre habían seguido el mismo procedimiento de rutina en su día a día. Cuidar de el mejor de los Tian, alimentarlo, cumplo uno que otro capricho y como extra hablaba con el de cabellos oscuros, quien a veces buscaba platicar sobre lo que divertía en sus clases, o a veces le pedía a aquel trabajador que jugará videojuegos con él o vieran algún programa de televisión, como lo que se encontraban haciendo ahora mismo. Lo bueno había sido que el dolor de He Tian se había ido, si no, habría tenido que comprarle pastillas para dolor y He Cheng le preguntaría que había pasado como para que le doliera el estómago o de que había enfermado. Si Mo le dijera que fue por un golpe por parte suya –aunque fue por error– He Cheng lo había despedido de inmediato.

Los He daban miedo, eran raros.

Los párpados de He Tian estaba cayéndose sin razón alguna, despertándose al sentir como caía esta hacía el vacío y mirando a todos lados.

— ¿Se siente bien? —pregunto Shan, mirándolo como si fuera un bicho raro.

A He Tian le gustaba esa mirada, le divertía.

— ¿Por qué no lo haría? Estoy con mi esposo. —bromeo Tian, medio dormido y besando la mano de Mo quien le miraba seriamente. De cualquier manera recibió un pequeño golpe en su cabeza, como si fuera un perro recibiendo una palmada.— Auch...

Mad Dog. | TianShan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora