t r e c e

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Pensar que Jaemin no había tenido contacto con su madre en las últimas dos o tres semanas, era realmente triste.

Afortunadamente, no era así.

Su madre había vuelto de Busan casi al mismo tiempo en el que él se había mudado con su padre.

Aparentemente con un pensamiento diferente y con la intención de reparar el daño que le había hecho a su pequeña familia.

Uno de esos primeros días en su nuevo hogar, Jaemin encontró a su madre en el vestíbulo del edificio, moviendo sus piernas ansiosamente mientras jugaba con sus manos, mirando a su alrededor buscando a uno de los hombres que esperaba. Saltó en su lugar, yendo directamente hacia su hijo.

— Lamento haberte hecho daño, mi niño, sé que estuve mal, y tienes razón, nada en ti  a cambiado, nada cambiará tampoco, la verdad es que... es difícil pensar que tienes una vida distinta a la que imaginaba que tendrías, pero es tu vida, no la mía, yo sólo quiero que seas feliz, y sé que Renjun ha estado en tus mejores y peores momentos, junto él estarás bien.

Esas habían sido palabras que estuvieron dentro de su discurso aquel día, después de que Jaemin y ella subieran hasta el departamento.

Siguiente a eso, los días fueron mejorando, dando pequeños pasitos para recuperar la confianza madre e hijo.

Por eso, el día trece de aquel mes, Jaemin sintió que de verdad nada podría ir mejor, al menos por ese día.

Nada más entrar a su casa, vio a sus padres jugando en la cocina mientras intentaban cocinar lo que Jaemin creía era la cena.

Dejó su bolso con sus regalos sobre la mesa, caminando hasta la cocina con una sonrisa en su rostro.

— Hola. — Saludó llamando la atención de ambos.

— Oh, Jaeminie, llegaste antes de lo que creí. — Dijo su padre, girándose un segundo para mirarlo. — Me encontré con tu madre, y pensé... que sería buena idea que cenara con nosotros.

— Claro, es genial. — Sonrió a la mujer, recibiendo el abrazo que la mayor le daba. — Pero, uh... Renjunie iba a venir, no sé si...

— Ha pasado el día de tu cumpleaños en casa desde que tienen once años, sería extraño no tenerlo aquí. — Dijo su madre, aún rodeándolo con sus brazos. — Feliz cumpleaños, hijo. — Murmuró, sosteniendo sus mejillas con cariño. — Oh, compré algo para ti. — Pareció recordar, saliendo de la cocina rápidamente. — No es mucho, pero me recordó a ti cuando lo vi.— Dijo cuando volvió con el menor. 

— ¿Bromeas? Mamá, esto es increíble, pensé que ya no las fabricaban. — Dijo tomando las gominolas que su madre extendió en su dirección.

— Así es, pero una amiga de tu abuela en Busan se dedica a hacer dulces artesanales, fui a su tienda y tenían de estos. — Contó con una sonrisa el ver a Jaemin meter un par de gomitas en su boca. — Solías comerlas todo el tiempo cuando eras pequeño, no sé si serán como las originales, pero pensé que te gustarían.

— Me encantan, gracias. — Dijo con su boca llena. — Iré a ducharme. — Dejó un beso en la mejilla de su madre, tomando todas sus cosas una vez más para ir a su habitación.

Con el corazón saltando de alegría, se sentó en su cama, aún mordiendo las gomitas en su boca.

Sacó los regalos de su bolso, buscando rápidamente una chincheta para poder colgar la pintura que le había dado su novio, admirandola un poco más cuando la puso justo arriba de su cama. Después de comer otro par de gomitas, tomó el conejito,  acercándolo a su rostro para oler el delicioso aroma a vainilla, apretando las mejillas del adorable peluche, para después acomodarlo en su cama.

friends; norenminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora