Sentía calambres en todo el cuerpo, me removí incomoda en mi lugar pero estaba acostada sobre algo para nada blando. Abrí los ojos y caí en cuenta de que estaba en la parte de atrás del coche de Blake.
Intente levantar la cabeza pero el dolor agudo que me provoco ese movimiento hizo que volviera a quedarme quieta. Blake que al parecer notó mis movimientos, me dirigió una mirada por el espejo retrovisor.
—¿Cómo te sientes? — preguntó volviendo a fijar la vista en el camino.
— Me duele todo — logré decir ahogando un gemido lastimero.
— ¿Recuerdas qué pasó? —volvió a preguntar el demonio. En ese momento recordé mi casa. Los recuerdos llegaron como un balde de agua fría.
Estaba caminando con Blake para entrar a la casa mientras discutíamos que íbamos a preparar de comer, pero no llegamos ni a estar a unos pocos metros de la entrada que la explosión nos hizo volar otros metros lejos de la construcción.
Logré ponerme derecha con mucho cuidado y con ayuda del asiento de adelante. Volví la mirada hacía fuera del auto y sólo podía ver las gotas de lluvia golpeando contra el vidrio. Entrecerré los ojos intentando ver más allá.
Estábamos en la carretera y los arboles que pasábamos a toda velocidad era lo único que se veía.
—¿Dónde estamos? — cuestioné aturdida.
— Recuerdas a nuestros tíos de Vancouver — dijo sin mirarme. Asentí y continuó —. Hablé con ellos y me dijeron que podemos quedarnos unos días con ellos, hasta que arreglemos el asunto de nuestra casa —asentí pero abrí los ojos como platos al darme cuenta de lo que eso significaba.
— ¿Estamos viajamos a Vancouver? — pregunté sin poder creerlo. El castaño me dedico una sonrisa apenas y asintió. Bueno, al menos conoceré a mis tíos.
— Más bien, estamos llegando —me corrigió. Iba a preguntarle cuánto tiempo llevaba dormida pero él se adelantó a responder mi pregunta no formulada — Estuviste dormida alrededor de unas cinco horas — contestó. Suspiré y me acomode mejor en el asiento.
La lluvia parecía disminuir al igual que el motor del auto. Blake giro el coche en un camino de tierra, los arboles parecían no acabar más. Seguimos andando hasta que nos encontramos con un cartel de madera rodeado por algunas enredaderas y arbustos. En ese cartel se leía “Bienvenidos a Coldville” con las letras algo gastadas.
Blake siguió derecho un poco más adelante del cartel, hasta doblar en un sendero que por la gran arboleda parecía oculto, siguió por este y las ramas del los arboles empezaron a chocar contra el auto al irse estrechando el camino.
Atravesamos ese camino y llegamos a un claro, de seguro el auto se llevo algunas raspaduras, miré a Blake y parecía no importarle. Volvimos a entrar entre la arboleda y parecía que en cualquier momento iba a perder una puerta.
Blake aceleró saliendo de ahí, dirigiéndonos a un camino de tierra nuevamente. El castaño parecía suspirar y el caminó por el que ahora íbamos se me hacía que nunca acababa.
Por fin una casa apareció, se veía bien cuidada pero no veía a nadie en ella. La terminamos de pasar y nuevamente solo veía árboles.
Las piernas comenzaban a molestarme. De tanto estar en la misma posición éstas comenzaban a quejarse por algo de morbilidad. El auto paró frente a una casa de dos pisos.
La construcción es de color blanco. Parecía de granito, en la parte de arriba dejaba ver las ventanas con las cortinas amarradas y la inmensa puerta de entrada en la planta baja que dejaba entrar a tres personas al mismo tiempo. Solo la parte de adelante se dejaba ver gracias a que los pinos a ambos lados de la casa impedían que se viera más allá.
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Guerra de Sangre
FantasyAres Anderson, una joven híbrida de 19 años ha vivido como una humana común y corriente toda su vida. Su hermano, Blake Anderson se encargó de que no sintiera ni la más mínima curiosidad por saber qué contiene su otro lado sobrenatural. William Ivan...