Capítulo 1

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Los tacones resonaba en el piso pulido de mármol negro, los pasos de la mujer eran firmes, se movía con elegancia a través del estrecho pasillo, su cabello negro y corto le llegaba a la mandíbula, el fleco le cosquilleaba a la altura de las cejas, traía puesto un traje negro con un top del mismo color de lentejuelas y un collar de oro blanco con una piedra rosa. Al llegar a la puerta la abrió sin siquiera tocar, sumergiendose en la oscuridad del departamento dejando que la puerta se cerrase tras ella, encendió las luces para verlo sentado en medio del pasillo, los tatuajes en su pálida piel eran como serpientes que se enroscaban, sin querer irse.

—Dime que estas sobrio, por favor —Tiffany ruega con un suspiro resignado, deja caer su portafolio en el amplio y caro sofá de color blanco. Camina hasta el hombre y se agacha a su altura, le toma el rostro para alzarlo y ver sus ojos. No estaba rojos o dilatados, no había un gramo de felicidad en ellos, estaba mas que parado en la realidad.

—¡No quiero!— Se queja, dejándose caer en el frío suelo, su cabello oscuro se pierde en las tonalidades del piso. Un hombre tan letal y con tanto poder estaba ahí, haciendo un berrinche como niño pequeño.

—Es una unión favorable desde donde la quieras ver y he escuchado que el chico es agradable. Un carácter algo  marcado pero nada de preocuparse— Tiffany se pone de pie, caminando hasta el pequeño mini bar para servirse una copa. La paciencia no era su punto y fuerte y el tiempo tampoco, las campanas estaban por sonar, no de manera literal pero casi las oía en su cabeza.

—Es un idiota, descuidado e impulsivo — Se queja aun en el suelo. 

—Hyukjae, déjate de tonterías. No lo conoces, además tuviste mucho tiempo para casarte y no lo hiciste ¡Superalo!—Se toma el whisky de un trago, dejando escapar otro suspiro de frustración. 

Stephanie Young era una abogada de prestigio, acababa de heredar el bufete de su familia y ahora estaba a punto de convertirse en una gran juez. Era amiga de confianza y socia de los Lee, el hecho de que sus trabajadores siguieran libres era gracias a ella.

—Ese mocoso...es un crío...

—Tiene veintiún años y tú treinta y ocho, no es el fin del mundo. ¡Serás la envidia de todos, ahora déjate de dramas y levántate! —Young toma uno de los cojines del sofá y se lo tira, un quejido dramático es lo único que recibe como respuesta —¿Quieres que el futuro señor Lee venga por ti? — Sonríe de lado cuando ve como su amigo y socio se levanta con rapidez, el gesto fruncido y esa mirada que ha muchos les causa terror pero no a ella.

—No le tengo miedo—Murmura mientras se acerca al espejo y evaluando su imagen.

—Recuerda que vas a estar durmiendo en la misma cama que él chico, yo lo tendría o al menos algo de precaución. Lee Donghae podrá tener una sonrisa encantadora pero no lo casaron con el jefe de la mafia por ser dócil y sumiso.— Le dedica un guiño justo cuando la música en el piso de arriba comienza a sonar.

—Eres tan molesta—Se termina de poner de pie y se sacude el traje negro, toma el saco del mismo color y se lo coloca encima, quizá el interior era calido pero en el exterior era invierno.

—Su padre es el primer ministro del país, esta boda es un seguro de que nuestra cabeza va a seguir sobre nuestros hombros. —Young camina hasta su amigo para tomarlo del brazo haciéndolo caminar hasta la puerta.

—Ese mocoso es un dolor de cabeza —Se queja saliendo del departamento, ambos llegan hasta el elevador en un silencio reconfortante.

—Pues vuélvete un dolor en el culo para él, de forma literal —Las puertas se abren y le da un empujón, caminan hasta los portones blancos con manijas doradas, estas se abren y los invitados guardan silencio. Avanza por el pasillo hasta donde sus futuros suegros se encuentran y los saluda con la sonrisa más sincera que puede encontrar.

El Tigre De PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora