Capítulo 12

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Insomnio. Su mente podía estar en blanco, podía estar cansado, podía sentir que se le cerraban los ojos pero simplemente no se dormía. Su conciencia no se dejaba ir, estaba demasiado despierto como para perderse en la dulce bruma de la nada. Se mordisqueo los labios mientras la sensación de querer algo le llamaba, no había tomado un cigarrillo desde la boda, hace un par de días pero no lograba conciliar el sueño. Ya había cruzado la ansiedad e irritabilidad, afortunadamente no había presentado paranoia, no a largo plazo.

Donghae sabía que no era recomendado que dejara una droga por la otra, pero al menos una era más natural. Eso no significaba que no le hicieran daño. Finalmente abandono la idea de los cigarrillos y bajo de la cama, rebusco entre sus maletas hasta dar con las pastillas para dormir. Melatonina, tres miligramos. En una ocasión se confundió y pidió melanina en la farmacia, la mayor vergüenza de su vida. Algún día será un buen anécdota, pero por el momento aún lo avergonzaba.

Dejo la caja en la mesilla y salio de la habitación por un vaso de agua, quizá ya era media noche, no estaba seguro pero desde que leyó que se le podía romper la garganta si se trataba las pastillas en seco, lo dejo de hacer. No importaba que tan pequeña era, de cualquier manera evitaba las medicinas, especialmente esas que son para el dolor.

Encendió las luces a su paso, la señora Im le dijo donde estaban los interruptores y cuales focos prendían, el solo memoriza los que daban a su habitación, después de ahí, podía ir a tientas. Bajo hasta el primer piso y se fue por toda la pared, el juraba que había otro interruptor ahí, al encontrarlo encendió la sala pero no encontró el de la cocina. Camino con calma hasta el trastero, tomó un vaso y se sirvió agua, abrió el refrigerador y se agacho sin buscar algo en específico. Había verduras, agua, carne, yogurt, leche y un montón de productos de color rosa, una que otra fruta y jugos.

Se mordisquea los labios sin saber que tomar, jamás había ido directamente al refrigerador, además de que no llevaba mucho tiempo por ahí. Tomó una botella de vidrio que parecía ser leche de plátano con fresa, se veía apetitoso, quizá le ayude a conciliar el sueño.

—¿Apetitos nocturnos?—Salto del susto, se dio la vuelta con el corazón a mil por hora, presionando la botella contra su pecho. Parado al otro lado de la isla de la cocina, con el torso desnudo, estaba el hombre al que llamaba esposo.

—Mhmm—No se atreve a decir nada más. No sabe que más decir en realidad. Ve como el mayor rodea hasta llegar con el, como estira la mano y toma la botella de fresa con plátano. La abre de un solo movimiento, la lleva hasta su boca y le da de beber con cuidado, como si fuese un niño pequeño y no entiende porque.

Por un segundo, la idea paranoica de que lo estaba envenenando pasó por su mente, pero no era así. Era absurdo ¿Cierto? El refrescante y dulce sabor de la leche pasó por su paladar y garganta, trago con calma con la vista fija en las clavículas. El mayor se detuvo y bajo la bebida, la cerro de nuevo con cuidado.

—La conozco desde que eramos niños, estuve comprometido por las mismas razones por la que me case contigo. Necesitaba sentar cabeza y ella parecía una buena opción, después surgió el trato entre nosotros...simplemente tu

—Tenía mejores beneficios—El aire de la nevera le pega en la espalda, se le pone la piel de gallina, se aparta hacia un lado y cierra el refrigerador.

—Solo le tengo aprecio por nuestra amistad, jamás ha habido nada...

—Parece que ella no lo sabe—Donghae quiere avanzar de regreso a su habitación. Hundirse en las sabanas y rezar para que las pastillas hagan efecto. Le quita la botella de vidrio de las manos y se dispone a irse pero no lo hace. Un par de manos lo toman de las mejillas, hacen que levante el rostro para que lo vea, esta confundido y comienza a plantearse si no está soñando.

—He sido realmente desconsiderado contigo, quiero que esto funcione pero no se...eres difícil—Explica con una calma que no había visto antes, la oscuridad no le permite ver demasiado de su rostro lo cual lo encuentra desconcertante.

Donghae no sabe si tomarse eso como un halago o un insulto. Jamás ha sido alguien fácil de tratar, eso lo ha sabido. Es demasiado testarudo para admitir algo, jamás tuvo planeado de que el hombre frente a el supiera de su pequeño secreto, ni ahora ni nunca. Pero al parecer a la gente le gustaba oír entre las paredes. Sentía que entre más lo supieran, más real se volvía, el ser un adicto...

—Solo necesito ir a dar la vuelta, estar entre cuatro paredes me pone ancioso—Se encoge de hombros, no sabe si sigue medio dormido pero cuando siente unos labios sobre los suyos, de pronto está bastante consciente. El sonido de la nevera tras el, el reflejo de las luces en el salón, el aire caliente a su alrededor y los labios suaves contra los suyos.

El beso no es como aquella vez que estaban en la playa, no es agresivo, no hay furia, ni deseo contenido. No hay nada erótico o agonizante, se siente más como una disculpa, como una caricia de comprensión y eso lo asusta. Quiere dar un paso atrás pero choca contra la nevera, el mayor entiende el gesto como algo distinto por que lo alza en brazos y le empotra contra la puerta helada.

Donghae enreda las piernas en la cadera ajena, el beso se vuelve profundo y pasional, la lengua dentro de su boca y las manos en su cuerpo. Lo último que sabe Donghae, es de la botella de vidrio golpeando el suelo, después de ello se pierde en las sensaciones que le son dadas, quisiera decir que es alguien de fuerte convicción, pero cuando comenzó a excitarse, todo se vuelve difuso. Se abraza a su esposo como si fuera el amor de su vida.

El Tigre De PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora