IV

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Movía con insistencia su pie derecho mientras observaba el reloj en la pared, se encontraba sentado en la pequeña sala de espera de un consultorio privado, no era la primera vez que estaba ahí, pero era molesto el siempre tener que esperar como si el maldito doctor tuviera muchos pacientes.

Dirigió su mirada a la recepcionista que se encontraba a unos cuantos pasos de él y no pudo evitar sentir náuseas al ver la rosa en el pequeño florero que adornaba el escritorio de la castaña, desde hace algunas semanas había sentido repulsión por las estúpidas flores, en especial las rosas, jamás le había tomado importancia a las plantas, le daban igual, pero desde que el asunto del hanahaki había empeorado, su asco por las flores se había presentado.

Regresó su mirada al reloj, prefería seguir viendo los segundos avanzar que ver la estúpida rosa.

—Bakugo Katsuki — lo llamó la recepcionista, él sólo volteó a verla —Ya puedes pasar — dijo con una amable sonrisa.

—Ya era hora — murmuró mientras se ponía de pie y caminaba hacia el consultorio.

Aquel día de la misión de rescate, ese donde el pelirrojo lo había obligado a no seguir trabajando, había sido el último día en el que el héroe Dynamight se había presentado ante el público. Después de que Kirishima lo obligó a retirarse, lo amenazó ¡el muy idiota se había atrevido! Lo obligó a confesar su estado de salud a su jefe, amenazó con contarle él mismo si Katsuki no lo confesaba.

Hablar con su jefe había sido la mierda mas difícil y vergonzosa que había hecho en su vida, le tuvo que contar todo, desde el inicio de su enamoramiento hasta lo ocurrido en esa última misión, y su jefe, como el buen idiota comprensivo y optimista que era, le recomendó acudir con ese especialista. Su jefe estuvo de acuerdo en mantener su estado de salud en secreto y tratar el asunto de su ausencia con la mayor discreción posible, al parecer el especialista con el que había estado acudiendo era bastante discreto, tenía políticas de privacidad y prometió que nada se filtraría, esta era la tercera semana que acudía a las consultas con el Doctor chiflado.

Tocó la puerta de color blanco y esperó la respuesta del otro lado.

—¡Adelante!— se escuchó casi de inmediato.

Katsuki entró al ya tan conocido consultorio y pudo observar al ojeroso tipo de cabello negro observar con admiración una rosa roja dentro de un frasco, una de las malditas rosas que salió de su propia boca.

Bakugo frunció el ceño y tomó asiento frente al doctor.

—¡Me alegra tanto verte, Bakugo!— exclamó sin apartar su mirada de la rosa.

—Ve al grano — dijo con molestia en su tono de voz, le molestaba lo entusiasmado que ese idiota estaba cada que lo revisaba.

El ojeroso de ojos azules rió —Tan dulce como siempre — dijo mientras dejaba el frasco sobre el escritorio y posaba su mirada sobre el rubio, Katsuki rodó los ojos —¡Oh vamos! No puedes culparme, ¿Sabes cuántos casos de Hanahaki atiendo al año?— el rubio no respondió —¡Solo dos o tres al año! ¡Eso es tan poco!— se quejó de manera dramática.

—No me interesa lo poco lucrativo que es tu trabajo — dijo con fastidio el rubio.

El doctor Hiyori Tobio rió de nuevo —¡Oh no! Mi trabajo como doctor es muy lucrativo, me especializo en Hanahaki, el mejor de Japón por cierto, pero también soy muy bueno en otras ramas de la medicina — explicó con tranquilidad —El Hanahaki es una enfermedad muy conocida, hay incluso una cura, pero los casos son tan escasos que la mayoría de las cosas son un misterio — el tipo se puso de pie y caminó hacia un archivero —A lo largo de mis años he visto diversos casos, ninguna flor ha sido igual a la anterior, todas son tan diferentes, el tamaño, el color, la especie — sacó una carpeta del archivero y regresó a su asiento —Y debo admitir, señor Bakugo, que tu caso es el más interesante hasta ahora — dijo mientras sacaba los documentos de la carpeta y los extendía en el escritorio.

Hanahaki [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora