Visita al ángel de la muerte

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La estadía en prisión puede describirse como un martirio, un lugar donde los reclusos intentan sobrevivir a todo costo, donde los fuertes esclavizan a los más débiles. Un lugar donde, sino llegas a tiempo no comes, sino te cuidas podías ser tocado brutalmente, donde no hay agua caliente y, sino mueres por golpizas puede ser por lo frías que están las celdas. 

Pero no para el recluso Louis Tomlinson.

Si, al principio estaba temeroso de lo que le podía pasar, como lo podía tratar y de qué manera se podía cuidar. Sin embargo, en ese lugar le dieron la mejor de las bienvenidas que podrían crear, lo trataron con respeto y le dedicaron las mejores atenciones.

Pon tus pertenencias aquí, este será tu uniforme y zapatos —le dijeron al mismo tiempo que le entregaban un viejo pantalón azul, una playera gris y unos tenis negros. Mientras le señalaba una puerta— Ahí te puedes cambiar, no tardes, máximo dos minutos, cuando salgas sigues a mi compañero para que te lleve a tu celda.

Mientras se cambiaba pensaban en que cara y actitud portar , ¿una temerosa y mansa para que los demás no lo crean altanero, o una poderosa, arrogante y que mostrara fortaleza?

Salió del pequeño cuarto y siguió al policía, con mirada al frente y pasos seguros. Llegó al pasillo y un silencio lo recibió, calándole los huesos, haciendo su angustia más pesada, a pesar de ello, no se doblegó, siguió con su caparazón de hierro.

Sé bienvenido Tomlinson, yo seré tu guardia personal —mientras el policía abría la puerta de su celda—. No me queda más que agradecer por lo que hiciste con el asesino de mi hija, seguramente ni si quieres lo recuerdas, pero yo te estaré eternamente agradecido —explicó al tiempo que se quitaba la gorra y hacía una reverencia en forma de respeto—. Lo que llegues a necesitar puedes decirme y te lo daré.

Sin duda alguna había quedado estupefacto, no esperaba ese discurso, pero tampoco iba a negar que lo había tranquilizado.


—Dame de ese ¿puré?

—Oh no joven Tomlinson, el desayuno para usted por el momento son hot cakes, chocolate caliente y fruta, disculpe que no le hayamos elaborado un mejor desayuno, pero no sabíamos que ya había llegado.

—¿Gracias?

—Prometo que mañana le tendremos algo mucho mejor, ¿tiene alguna petición en especial? ¿es alérgico a algo para no ponerle a su comida?

—Mmmmh, me tratan mejor que en mi casa, tranquilo hombre, lo que sea está  bien, mientras no me haga daño —contestó con una sonrisa amable. 

Se sentó en una mesa un poco apartada, no quería incidentes, aún no sabía cómo lo tratarían los demás reclusos.

—¿Puedo sentarme? .—lo había interrumpido en su segundo bocado un chico menudo con el cabello rubio.

—Claro, soy Louis —se presentó estirándole la mano.

—Niall —dijo con una sonrisa tímida.

—¿Y qué haces aquí? No pareces del tipo que mate o robe.

Es cuento largo, solo diré que estuve en el lugar y momento equivocado, fui presa fácil, sin dinero y sin defensa no pude hacer mucho —explicó ya claramente resignado, observando con ojos de león hambriento el platillo de Louis —. ¿Por que a ti te dan hot cakes y a mi un pedazo de carbón que dicen que es carne? ¿Me convidas,porfi? 

UtopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora