La Diosa de la tierra, Gea/ Parte 2

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El príncipe estuvo muy conmovido en ese momento. Gea sacó un espejo de su manga y lo puso en la mesa de centro donde miles de luces pequeñas parecidas a millones de estrellas empezaron a formar la figura de un océano oscuro con violentas olas.

—Hace miles de años me encontraba perdida, junto con mis hermanos abandoné mis antiguos territorios —dijo Gea, mientras las luces formaban la imagen de muchos Dioses emigrando hacia la nada—. También había muchos otros Dioses sin cultura; aún recuerdo la cara de Odín cuando nos vimos deambular por los mismos rumbos. Entre nosotros teníamos prohibido tocar el territorio del otro, ¿qué Dios fue el que desobedeció eso? ¿Por qué alguien haría algo así? —la imagen cambió mostrando un ser diferente, un gigante del cual solo se podía ver su dedo, le entregó a Gea un pergamino—. Cuando recibí el regalo de las nuevas tierras en medio de todas las culturas con el fin de reunir a otros Dioses olvidados, molesté a muchos que antes habían sido líderes. Por eso no todos forman parte de Anafrei. —La imagen cambió mostrando los tres niveles del reino con su dimensión paralela, para luego desaparecer y convertirse en un bosque bajo miles de estrellas en el cielo, además que mostró un hermoso castillo de piedra empezando a arder en llamas—. Después de esta guerra entre razas por parte de Sefrai y Anafrei, pasó lo más importante en el cambio de Freiani. —La Diosa comenzó a narrar todo lo que sus brillos mostraran—. Hace muchos años...

» En el castillo del inframundo, mejor conocido como Sefrai; se encontraba la mejor guardiana real que haya conocido. Una guardiana con la fuerza de una verdadera guerrera. Corrió por los pasillos de aquel castillo, su vista se nubló por el cansancio, pero no pudo dejar de correr en ningún momento, porque de lo contrario la encontrarían y sería asesinada por demonios. Justo cuando se tomó un segundo para dejar de huir oyó los pasos de varios caballeros que se acercaban. Jeanette, entró a una habitación para evitar ser encontrada, sin embargo, no contaba con que dentro de la habitación una pequeña mano tomaría la suya rogando por ayuda.

» —Por favor, por favor, no me dejes. —Imploró una joven mujer de rasgos bellos y rubios. Jeanette la reconoció porque era una infiltrada entre los demonios. La princesa Any, futura reina estaba agonizando de dolor enfrente suyo—. Va a nacer, va a nacer...

» Repitió entre lágrimas la joven mujer que con su mano acarició su propio estómago, el dolor era insoportable para ella, tanto que sus palabras eran más suspiros que oraciones.

La guardiana real no sabía qué hacer para ayudarla por lo que la llevó a la cama y la recostó con las piernas flexionadas.

» —¿Desde hace cuánto estás aquí sola? —preguntó la guardiana.

» —Horas. Desde hace tiempo siento que... —antes de seguir hablando emitió un quejido—, solo sé que ya va a nacer. Todos están peleando contra mi gente, como no hice el trato con Gea mi gente está muriendo y nadie puede ayudarme; no sé dónde está Danaé, Bastián está manejando a sus hombres y protegiendo a Konrad. Así que como es culpa de tu gente que esté sola en este momento, ayudame.

» —Lo haré —dijo Jeanette viendo fijo a la mujer. Antes había inducido partos, por lo que sabía qué hacer—, solo haz lo que te diga.

Any gritó por el dolor del parto; sudor, lamentos y agonía. La guardiana le explicaba qué hacer a Any, así como le dio ánimos. Así fue hasta que la princesa logró dar a luz. La joven guardiana tomó al niño entre sus brazos, el llanto del bebé se empezó a oír en la habitación por lo que Any, lloró de alivio cuando escuchó sus lloriqueos. Jeanette dio un paso adelante para entregarle el bebé a su mamá sin lograrlo, porque se empezaron a oír ruidos de personas subiendo a la habitación.

» —Largo, vete. Pon al bebé en la cuna y no vuelvas —dijo Any asustada de que la descubrieran.

» —Te preguntarán cómo tuviste al bebé.

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