La maestra de las puertas secretas/ Parte 4

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—Querida, es un super placer verte, me presento —Jazmine antes de que siguiera hablando la atacó con el fuego—. ¡Espera, no quemes mis pompitas!

—¿Quién eres? Suelta a Adad.

—Creo que deberías escucharla Jazmine —dijo el príncipe con la misma indiferencia de siempre.

—La escucharé cuando te suelte —volvió a decir Jazmine atacando a la mujer que estaba frente a ella.

La chica soltó a Adad y se acercó a Jazmine, ella no se inmutaba ni se movía de donde estaba parada. Sin embargo, no bajó la guardia.

—Mi nombre es Danaé —habló la mujer con una sonrisa.

—Danaé...—repitió Jazmine asombrada.

—Lo sé, lo sé, soy maravillosa. Tengo muchos talentos, muchos pretendientes, la vida eterna. Bebí hace muchos años una poción de inmortalidad y aquí estoy. Después se la tuve que compartir a Dante, mi aprendiz; pero solo porque él vive en la dimensión espejo.

Jazmine hizo una pequeña reverencia ante ella, a pesar de que no entendía las palabras que le estaba diciendo entendió que Danaé no era un peligro, además de que podía ayudarle.

—Necesito llevarlos a un lugar —mencionó la maestra viéndolos a ambos.

La Niñera asintió y tomó la mano del príncipe para empezar a seguir a Danaé, el Príncipe no se opuso. La mujer que los guiaba creó un portal de aire que los llevó a un campo de entrenamiento, la casa de Danaé. Ambos atravesaron el portal sin soltarse la mano, maravillados por la inmensidad del territorio; tenía un domo de aire ya que estaban en un territorio lo suficientemente alto para necesitar un tanque de oxígeno. Adad se puso detrás de Jazmine sujetando los hombros de su amiga para admirar todo. Danaé se tiró a una nube donde se recostó.

—Adad me comentó que querías un maestro —dijo Danaé viendo al cielo.

—Sí señora —contestó alejando con cuidado a Adad de ella para acercarse— hace poco descubrí y entendí la sangre que llevo en mis venas, quiero entenderlo mejor.

—Adad, ¿por qué Gea te mandó al mundo humano y no te puso bajo mi protección? Soy la única que puede cuidarte, soy la última guardiana, pero en vez de eso ¿te pone a una guardiana sin experiencia?

Adad miró a la mujer pensando en una respuesta.

—Bueno realmente no lo sé —afirmó—, pero conociéndola, ella quería que esto pasara.

Danaé lo pensó por un momento lo cual la puso en un conflicto, se levantó de la nube para entrar a su casa la cual parecía un templo, «ahora vuelvo» dijo Danaé.

Adad miró a la niñera, se sonrieron mutuamente y se abrazaron un segundo.

—Tonta, creí que habías muerto.

—¿Entonces por qué no fuiste por mí? —preguntó Jazmine con una sonrisa sarcástica.

—Sé que puedes lograrlo tu sola, a diferencia de lo que otros piensen de ti, yo sé que eres mejor que cualquier humano, si no mi madre no te hubiera elegido.

Jazmine tomó la mano de Adad para tomar aire y verlo a los ojos.

—Adad, encontré a la muerte —Adad la miró confundido, escuchando atentamente sus palabras—. No la muerte común como Caronte, o la Santa muerte, era la muerte que provenía del odio, ella.

Adad entendió en un instante, la muerte que provenía del odio tenía muchos nombres, uno de ellos era «la muerte». Ella mataba principalmente a abusadores y le daba regalos a quienes fueron lastimados. Era una justiciera ya que no estaba de acuerdo con las Diosas, pero tampoco está bajo la orden de los demonios ni algún otro ser.

—¿Te hizo algo? —preguntó el Príncipe preocupado.

—No sé exactamente qué me hizo, pero dijo que fue un regalo —Jazmine alzó la vista para ver al príncipe—. Ella me dio el regalo del recuerdo dónde pude ver las memorias de mis antepasados, de mi abuela, de mi tátara abuela, incluso de mi abuela de hace quinientos años cuando la guerra tuvo lugar, me enseñó que las emociones son lo primordial para controlar bendiciones, así que me enseñó como lo habían hecho mis ancestros. El problema es que te vi a ti.

Adad abrió los ojos sin poder pronunciar una palabra, su corazón se comenzó a acelerar más, e incluso su mirada era más pálida que de costumbre.

—¿A mí?

—Vi a una de mis tatarabuelas, parecía ser la líder de una misión en Sefrai, donde tu vienes. Entró corriendo con su espada y el poder de los elementos a un cuarto de un castillo. Fue cuando vio a tu madre biológica ahí tirada, estaba delirando, ella no la había herido, pero había sido reciente; tú madre alcanzó a decir algo que no entendí y fue cuando mi tatarabuela de hace quinientos años te tomó en brazos, te sacó de tu cuna mientras llorabas. Salieron del inframundo y la luz de la luna te iluminó, reíste —Jazmine se detuvo por un momento insegura de decir lo que iba a decir—. Cuando la luz te iluminó unos cuernos se notaban en tu cabeza, también una cola.

—¿Qué tratas de decir? —preguntó Adad poniéndose a la defensiva.

—Adad, creo que eres un demonio, no un Shingate.

Adad soltó la mano de la niñera exaltado. Jazmine habló de más, lo cual los incomodó. Danaé volvió alegre y saltando, abrazando a los dos, no era tan alta como Adad, pero era más alta que Jazmine.

—Querida Jazmine, sí quiero ser tu maestra —dijo saltando de la alegría—. Hace siglos que no tengo un discípulo guardiana, literal, siglos —decía mientras llevaba caminando a Jazmine dentro de la casa—, será maravilloso, ya verás.

Ellas siguieron hablando, dejando a Adad afuera. ¿Un demonio? Adad miró la orilla, viendo abajo una distancia entre el suelo. Los pensamientos comenzaron a invadir su mente de tan solo pensar que puede ser un demonio.

AnafreiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora