La Diosa De La Tierra, Gea/ Parte 1

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Bastián se sintió agradecido cuando abrazó a su hijo, pensó que había sido un gran error haber estado molesto todo este tiempo.

Quetzalcóatl hizo que todos salieran de la habitación para darles privacidad al Caballero y al Príncipe. Jazmine se opuso al inicio, pero después aceptó salir del cuarto, porque sabía que si intentaba hacerle algo malo a Adad no lo permitiría.

El príncipe miró al suelo angustiado cuando todos salieron de la habitación, jamás se había preguntado quién era su padre, porque la duda de quién era su madre fue más grande —ya que siempre se le aparecía en sus sueños—. Por eso conocer a su padre le despertó diferentes sentimientos.

—Siempre he pensado que mi madre también era un Shingate, me negaba a creer lo contrario, aunque mis instintos me dijeran otra cosa, pero desde que puedo controlar esto... —mencionó Adad jugando con una pelota que apareció de la nada en su mano, la cual desapareció en un instante; era el elemento espacio—. Creo que es verdad que esa demonio es mi madre; bueno, biológica porque para mí Gea siempre será mi madre.

Bastián miró asombrado al chico que parecía tener un choque de emociones en su interior. Caminó unos pasos lejos de él para no ver su cara y habló.

—El nombre de «esa» demonio es Any. Una mujer de quien me enamoré, y jamás pensé que el hijo que esperaba antes de morir fuera mío —afirmó el caballero recordando el pasado—. ¿De verdad eres descendencia de mi Any?, además ¿fuiste adoptado por Diosas? —Bastián suspiró—. Ahora me siento un estúpido por querer matarte, pero si los demonios se enteran de tu existencia es el fin de los Shingates.

—¿Por qué?

—Porque nuestra raza fue obligada a servirle a los demonios hace años, fuimos esclavizados y obligados a estar bajo su mando. Los que han traicionado esa voluntad son asesinados ya que, si no toda nuestra raza morirá. No es elección mía...

—Quizá si lo es —explicó Adad—, ¿vale la pena sacrificar a uno de los tuyos que trató de ser libre? o en mi caso, que lo hizo sin darse cuenta. Quieres protegerlos, ¿por qué matarlos?

Bastián miró con seriedad al príncipe, lo cual asustó al chico que trató de retractar sus palabras, pero antes de hacerlo su padre puso su mano en su hombro y le dio dos palmadas.

—No lo vale, pero una vez que no lo quise hacer terminó muy mal —respondió nostálgico—. Le prometí a esa persona que seguiría cumpliendo las reglas de los demonios hasta que un día supiera como librarnos de ellos. Y aun no lo sé. Aunque con todo lo que acaba de pasar comienzo a creer en la profecía de Any. ¿No lo entiendes Adad? —preguntó Bastián observando a su hijo quien le devolvió la mirada con confusión—. Tú serás el que traerá la paz.

—¿Yo?, no entiendo cómo. Yo no soy nadie...

—¿Nadie? —preguntó con sarcasmo el caballero—. Por favor, eres mucho; eres el hijo de una reina demonio y un caballero Shingate adoptado por una Diosa, con los poderes de una bruja o una guardiana. Eres la paz encarnada y muestras con tu pura existencia que todas las razas que pelean desde la existencia del país pueden llegar a vivir juntas. Eres el príncipe de los elementos y aún más importante... eres mi hijo.

Adad sintió algo que nunca había sentido cuando oyó tales palabras del Shingate. Se dieron un último abrazo antes de que el caballero decidiera marcharse, no sin antes prometerle a su hijo que seguirían en contacto y se encargaría de protegerlo siempre a pesar de que los demonios se enteraran de su línea de sangre, después Bastián salió del castillo para hacer un portal al inframundo.

Cuando el príncipe regresó con su amiga ambos se lanzaron una sonrisa empática, agradecieron al Dios Quetzalcóatl por haberles explicado la situación. Se inclinaron ante él para después salir de ese lugar. Ambos volvieron al hogar de Jazmine, Danaé les indicó que ya no era necesario que volvieran con ella porque su misión había acabado. Se despidieron de ella que, a pesar de no siempre parecer amable con ellos, llegó a tenerles aprecio. Por esa razón en vez de ir a aquel lugar escondido de Ciudad Esmeralda, fueron al apartamento de Jazmine y su padre. Cuando llegaron, aunque no les sorprendió, se sintieron aterrados al ver a la Diosa Gea sentada en el sillón de la casa. Jazmine, por otro lado, sonrió al ver a su padre en el mismo sillón con ella tomando un té de limón.

—Mira Jazmine, Kagutsuchi me regresó a la casa cuando mi reloj de arena llegó al último grano —dijo sonriendo, aunque en realidad solo trataba de disimular que estaba al borde de la locura—. Estamos bebiendo té —terminó de decir mostrando su taza.

—Fue lindo conocerte. ¿Me permites un momento a solas con ellos, Santiago? Tu esposa te espera en tu habitación —dijo Gea bebiendo un trago de té.

El papá al oír que su esposa estaba en la casa fue corriendo hacia ella. Jazmine, aunque quería hacer lo mismo fue detenida por Gea a quien obedeció con inseguridad. Adad por su parte no quería ver a los ojos de su madre, no sabía qué decirle. El príncipe y la Niñera se sentaron en el suelo ante la Diosa para escuchar sus explicaciones.

—Bueno Jazmine, debo admitir que cuando el último gramo de arena cayó del brazo de tu padre, me sentí aliviada de que lo hayas logrado —explicó Gea tomando otro poco de té—. Cuando el avión de Ángela se iba a caer, yo sentí que la sangre de Jeanette, tu tatarabuela, corría por sus venas. Sabía que Adad debía conocer esa sangre, para que por fin sea libre de mostrar su verdadera identidad.

Adad sin poder aguantarlo más se sentó al lado de Gea y le dio un gran abrazo, ella era muy importante para él; desde que era un niño el apego que tuvo con Gea hizo que se volviera la mujer más importante en su vida. Se volvió su madre, y a pesar de que no fue un plan de la Diosa, él se volvió su hijo. Jazmine sonrió al verlos juntos porque sabía que lo que pasaría de ahora en adelante en su vida, jamás volvería a ser igual. Gea miró a la niñera, después giró a ver a su hijo, fue cuando empezó a hablar.

—¿Quieren conocer una última historia? —preguntó la Diosa, niñera y príncipe asintieron—. Adad, gracias a la mamá de Jazmine, Quetzalcóatl y Lysandro, después de todos estos años por fin sé qué fue lo que pasó cuando naciste. Siempre quise explicarte más, porque te amo Adad, pero me tardé en descubrirlo.

AnafreiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora