El caballero, la Princesa y la Maestra/ Parte 3

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Después del incidente Bastián entró corriendo al castillo de Any, corrió por pasillos oscuros que llevaban a la enfermería; viendo lo que sus ojos nunca esperaron ver. Las lágrimas empezaron a botar lentamente de sus ojos al ver a su padre muerto. Ese sentimiento lo conocía, fue el sentimiento que sintió cuando su madre fue asesinada por un demonio. Por eso pensó que había sido suficiente, si los demonios seguían gobernando a los Shingates y tratándolos como basura o como simples esclavos, su raza nunca sería libre. Quería que los suyos tuvieran libertad, aún si eso costaba la vida de su amada como acto de revolución.

Por eso apenas salió de la enfermería donde yacía el cuerpo muerto de su padre, postrado en una cama sin sábanas, salió en busca de Any. Sabía que ella solía estar en su habitación, y así fue, pero cuando la encontró se abalanzó contra ella poniendo un cuchillo suyo que solía traer siempre en el bolsillo en el cuello de la rubia de ojos verdes. La princesa empezó a llorar, pero no porque el chico que amaba la estuviera atacando, sino al recordar lo que había pasado y como el Shingate Konrad se sacrificó para que aquella flecha con veneno le cayera a él.

—Lo siento... —dijo Any entre lágrimas, en un tono tan bajo que casi parecía susurrar.

—¿Por qué lo permitiste! —preguntó con dolor Bastián—¿Por qué...?

—Él me salvó, la flecha era para mí. Lo siento mi amor —contestó Any acariciando la mejilla de su amado con dolor.

Bastián soltó el cuchillo dejándolo caer al frío piso de piedra del cuarto. Tapó su rostro con lágrimas poniendo sus manos en su cara. Se arrepintió de la decisión que iba a tomar, porque si perdía a Any, habría perdido a las personas que más quería en su vida. La Princesa lo abrazó acurrucando su cabeza en el pecho de su pareja, como solía hacerlo, él la miró y tomó sus mejillas para acercarla lento y así besar por unos segundos sus suaves labios; pero algo lo evitó. Ya que antes de besarla alguien entró de imprevisto al cuarto, causando que ambos se alejaran un poco del otro. Era el hijo del sargento demonio, Ethan que, por cierto; el rey Harriet había comprometido con su hija.

—¿Qué pasa Bastián?, ¿intentabas lastimar a mi chica por matar a tu padre? —preguntó Ethan con cierta alegría en su mirada, le gustaba ver a Bastián sufrir.

—No, eso no es así —respondió Bastián levantándose de la cama de su amada para pararse enfrente del sargento.

—Más te vale, porque ahora que tú te volviste el Caballero Real, tendrás que cuidar más tiempo a Any —dijo Ethan dándoles a conocer que Bastián sería el nuevo Caballero Real.

Como Ethan era el hijo del Sargento demonio al mando, era el adecuado según el rey, para casarse con su hija. A demás el Rey jamás pensaría en una raza nacida de la oscuridad de piel pálida para que gobernara junto a su princesa. Ethan medía lo mismo que Bastián, mínimo un metro ochenta, tenía el cabello café y piel morena, además de que mostraba una fuerza increíble. Y aunque Bastián lo negara, le intimidaba.

—Más te vale que no te pases de listo con mi mujer —habló Ethan acercando su cuerpo al de Any para besar a la fuerza su boca.

A diferencia del beso con Bastián, este le daba asco, ganas de arrancarse los cabellos por la frustración que le daba tener que soportar estar junto a alguien que la menospreciaba y la hacía sufrir.

Mientras tanto en Ciudad Rubí, la nueva maestra que impartía clases en aquel templo en las montañas donde sin saberlo, años después de la guerra viviría ahí. Algo estaba mal, tenía fiebre todo el tiempo, vómitos, ojos rojos, agitación, insomnio, incluso se mantenía lejos de los estudiantes.

AnafreiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora