Dios del aire, Quetzalcóatl/ Parte 2

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Bastián sorprendido, sin creer las palabras de esta, cerró el portal que Danaé había abierto en su habitación para crear otro, un nuevo portal cuyo destino era el supramundo.

Por otro lado, Jazmine y Adad habían llegado al reino de Quetzalcóatl. Un reino con Dioses de la tormenta, rayos, viento y muchas nubes al rededor. Parecía un tipo de paraíso que a ambos les fascinaba observar. Adad conocía todos los reinos, menos el del viento gracias a que su madre había reducido el número de personas que conocían a Adad.

Todos los Dioses sabían de su existencia, así como que debía ser protegido, pero solo los reyes de los elementos tenían el privilegio de conocer a Adad.

Caminando por el reino, cuyo piso eran nubes blancas, llegaron hasta el punto donde podían entrar al palacio. Un ángel de piel morena, de vestimenta distinta a todos los ángeles que habían conocido antes —porque parecía ropa mexica— se posó frente a los amigos que lo observaron con curiosidad. Estaba descalzo y tenía una gran sonrisa en su cara.

—Bienvenidos adorables personas —antes de seguir hablando, el ángel observó curioso; después corrigió—. Oh, lo lamento, bienvenidos adorable Shingate y linda humana, ¡qué extraña combinación! ¿Qué se les ofrece?

Jazmine miró de forma extraña al ángel, los que recordaba no hablaban mucho, y los anteriores a esos habían secuestrado a su padre.

—Es un placer verte de nuevo ángel Yalí, tenemos que hablar con tu Dios —contestó Adad, Jazmine le quitó la palabra.

—¡Sí!, y también huimos de dos locos que desde el inicio quieren matarnos.

Terminó de decir Jazmine, pues también quería explicar por qué estaban ahí. El ángel Yalí, abrazó a Jazmine quién intentó separarse de él porque odiaba el contacto físico con desconocidos, Adad se burló al ver la escena pues le resultaba divertida.
La Niñera en respuesta, le mandó una mirada asesina a su compañero que a pesar de eso no borró su sonrisa.

—Que encantador tenerlos aquí —contestó Yalí—es asombroso tener visitas. Casi nunca tenemos cerca otras razas, tenía años que no veía a Adad. Qué bueno verte —inquirió ahora lanzándose a los brazos de Adad para darle un fuerte abrazo, a diferencia de Jazmine este lo recibió amablemente ya que conocía a Yalí de hace tiempo—. Pasen amigos, hay mucho que quiero preguntarles.

Yalí era un ángel muy conversador y divertido, su actitud amable y tierna provocaba que a Jazmine no le desagradara tanto, pero al mismo tiempo le hartaba que no se callara ni por un segundo. Yalí, los guio hasta el palacio de Quetzalcóatl que, a diferencia de los anteriores reinos, este era una pirámide parecido al templo de Atabey. La única diferencia era que este no estaba en el mar del supramundo; estaba en los cielos.

Al entrar vieron varias pinturas de otros Dioses que parecían ser la familia de Quetzalcóatl. Y al fondo del pasillo estaba él, un hombre de piel blanca y cabellos rubios con unos ojos azules que sorprendían a Jazmine, esto principalmente porque la gente de su pueblo no era físicamente parecida.

La voz de este Dios se oyó fuerte, giro su cuerpo para caminar hasta ellos y se presentó formalmente.

—Mi nombre es Quetzalcóatl, aunque tú ya lo sabías Adad. Soy el Dios que tomó forma humana para enseñarle a sus humanos sobre todo lo que sabía —el Dios bajó su mirada después de decir eso, decepcionado de sí mismo—, pero le falló a su pueblo. ¿Qué los trae por aquí?

—Tenemos dudas mi querido Dios —contestó Jazmine inclinando su cabeza al verlo.

Quetzalcóatl se acercó a ella para levantar su cara. Miró con atención a ambos. Niñera y Príncipe también observaron con atención todo. Era un reino que al dar cada paso se sentía como si volaran. Todo alrededor era blanco, afuera todos los castillos en realidad eran pirámides donde vivían los Dioses del viento.

AnafreiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora