Capítulo 7

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Jane

Llegué a mi casa y Astrid se fue a la suya. Aquel día iba a comer yo sola en mi casa; mi madre saldría tarde del trabajo y mi padre tenía reunión de empresa. Sin embargo mi hermano se iría a comer con Nora, aquella camarera a la que le di su número. Al parecer ella le escribió cuando salió del trabajo aquel día y, gracias a mí, estaban empezando a conocerse y por ahora no parecía ir mal, sino todo lo contrario.

Entré, cerré la puerta con mis llaves y dejé la mochila en el sofá para ir a la cocina a hacerme algo de comer. Abrí el frigorífico y vi que había un tupper con una nota encima:

"Te dejo estos macarrones con queso, sólo tienes que calentarlos en el microondas, sin sacarlos del envase (que te veo venir). Mamá."

Leí la nota e hice lo que ponía. Mientras se calentaban aproveché para poner un pequeño mantel, un par de cubiertos, un vaso con agua y mi paño. Saqué los macarrones del microondas una vez listos, me senté y me puse a ver Vis a vis. A pesar de que me encantaba esa serie casi no le presté atención; mi mente no dejaba de darle vueltas a lo de hoy.

Thiago. Por fin sabía su nombre, y no sólo eso, sino que además tenía su número. Aún no le había enviado ningún mensaje, solamente lo tenía agregado. Me dijo que tenía el móvil roto así que seguramente no me respondería hasta dentro de mucho, pero me decidí a enviarle un mensaje igualmente. Encendí el móvil y me metí en su chat, hasta ahora totalmente vacío. Miré su foto de perfil, la cual era un selfie, y ahí pude verle mejor la cara. Era un chico muy guapo, tenía los ojos castaños color miel y el pelo rizado. En la foto pude ver algo que hasta ahora no había visto: tenía un hoyuelo sólo en la mejilla izquierda, el cual me resultó gracioso.

Dejé de ver la foto de perfil y me centré en lo importante: el mensaje. Después de varios minutos tecleando y borrando cada palabra que escribía, lo envié.

Hola soy Jane, la del autobús :) -

Apagué el móvil de golpe, lo aparté bien lejos y me concentré en la serie.



Unas horas más tardes llegaron mis padres y mi hermano. Estuvimos contándonos cómo nos había ido el día y, en cuanto Asier se fue a su cuarto, yo fui tras él. Entré sin llamar a la puerta y me senté en la cama al lado suya.

—¿Qué tal? —Le pregunté con una sonrisa traviesa mientras le miraba.

—¿Para qué quieres saberlo? —Me preguntó vacilando. Se levantó de la cama y se sentó en la silla de su escritorio justo frente a mí con los brazos cruzados.

—Qué menos que me tengas al día de cómo os va, ¿no? Recuerda que soy tu cupido. —Le dije riéndome.

—Pues mira... —Se posicionó en la silla y empezó a contar. Yo lo escuchaba con atención—. Hemos comido en su casa y entre los dos hemos hecho la comida. Mientras comíamos ni siquiera hemos puesto la tele porque no hemos parado de hablar. Hemos estado muy cómodos la verdad.

—Ajá... —Le dije—. Y... ¿nada más?

—¿Qué más quieres? Es la primera vez que quedamos.

—¿Tenéis pensado veros más? —Pregunté.

—Yo diría que sí. —Me dijo sonriendo.

Le miré sonriendo y salí de su cuarto para dirigirme al mío. Me tiré en la cama con el móvil al lado. Desde que le envié el mensaje a Thiago no había siquiera rozado la pantalla, y no entendía por qué. Me daba cosa encenderlo a pesar de ser consciente de que ni le había llegado el mensaje. ¿Lo volvería a ver mañana? Rezaba por que la respuesta fuese afirmativa. Además de esa pregunta en mi cabeza había otra que también estaba muy presente: ¿por qué cogía el autobús del instituto? Era definitivo que Thiago no era de mi instituto y, hasta ahora, absolutamente todos los que se montaban eran de éste.

Me levanté levemente de la cama para no marearme y cogí el móvil. Inhalé y, con un poco de nervios, lo encendí. Como era de esperar a Thiago aún no le había ni llegado el mensaje y en las notificaciones sólo tenía un par de mensajes de Astrid quejándose de los deberes que tenía que hacer.

Le respondí a Astrid y volví a apagar el móvil, dejándolo esta vez en la mesita de noche al lado de mi cama. Me tumbé de nuevo en la cama y, como no tenía deberes atrasados ni por hacer, cerré los ojos y me eché una siesta para evitar pensar.

Estuve dormida un par de horas y al rato de despertarme me llamaron para cenar.

—¿Te has echado una siesta? —Me preguntó mi madre.

—Sí, me duele la cabeza un poco. —Le dije. Yo nunca me echaba siestas; sólo me las echaba cuando estaba mala.

—Normal, si las siestas te sientan fatal, ¿estas mala o algo?

—No, tranquila, es que hoy estaba muy cansada.

Mi madre frunció el ceño sin creerse del todo lo que le había dicho y se sentó en el sofá. Mi padre nos sirvió la cena que había hecho; hamburguesas caseras. Tras servirla se sentó y Asier y mis padres comenzaron a hablar. Yo apenas abrí la boca para hablar y casi no tenía hambre; el agobio que sentía por la impaciencia de que Thiago me hablara era superior a cualquier otra cosa en esos momentos.

Yo me caracterizo por ser una persona muy, pero que muy impaciente y el hecho de ser consciente de que tenía que esperar hasta mañana para poder volver a verle me causaba un extraño malestar. Realmente no entendía por qué estaba así ni por qué mi cuerpo estaba reaccionando así ante la situación, ya que apenas lo conocía, pero sentía unas ganas casi desesperadas de que me hablase o de volver a verle. No sé por qué Thiago llamó mi atención de esa forma, así que ya no solo tenía la impaciencia de volver a verle, sino que a todo esto se le sumó la curiosidad que sentía hacia él.

A pesar de todo ello hice un gran esfuerzo mental por ignorar mis pensamientos y terminar de comer, aunque las mariposas que sentía al recordar todo lo ocurrido en estos últimos días ocupasen todo mi estómago.

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