Capítulo 15

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Jane

Tumbada en la cama, con la persiana bajada y la puerta cerrada, totalmente a oscuras, abrí los ojos muy despacio y levanté levemente la cabeza para fijarme en el reloj que había en mi mesita de noche, justo al lado de la cama. Eran las 12:47. Madre mía, ni siquiera recordaba de la última vez en la que me desperté tan tarde. Con un gran bostezo, me levanté de la cama y me puse las zapatillas de estar por casa para dirigirme al salón.

—Buenos días. —Dije casi en un susurro cuando me senté junto a mi madre en el sofá.

—Buenos días, ¿qué tal has dormido?

—Bien, y mucho la verdad.

—Ya, me he dado cuenta.

—¿Dónde están Asier y papá?

—Asier ha salido a correr, y papá está en casa del tío Ruiz; ha ido a recoger un par de cosas.

—Ah, bueno. —Le dije, sin darle mucha importancia—. Ahora vuelvo. —Le dije, y seguidamente me dirigí a mi cuarto para coger el móvil.

Lo encendí y al ver que no tenía mensajes, lo apagué y lo dejé en la mesa. Cogí el mando para encender la tele y al rato mi madre se fue para darle el paseo mañanero de los domingos a Trufa.

Volví a encender el móvil y me metí en los mensajes. Seguía sin tener ninguno, aunque aquello tampoco me sorprendía. Desde hacía unos meses mi única amiga era Astrid, así que sólo me llegaban mensajes de ella o de mis padres. Empecé a deslizar mi dedo pulgar por la pantalla, viendo todos los chats que el móvil me mostraba. Vi el chat de Astrid, de Asier, de mis padres, el grupo con mis padres y mi hermano, el grupo de clase y... el chat de Thiago.

En cuanto lo vi mi dedo se frenó en seco. No me había olvidado de ese mensaje, siempre estaba en mi subconsciente y no me lo quitaba de la cabeza, aunque pudiese lidiar con ello fácilmente. Al verlo, de manera inconsciente, mi dedo pinchó en el mensaje que ni siquiera le había llegado aún. Leí mi mensaje un par de veces, sintiéndome un poco ridícula al pensar que cabía la posibilidad de que no respondiera, aunque intenté mantener esos pensamientos alejados de mi cabeza. Sin llegar a salirme del chat, apagué el móvil y me tumbé en el sofá, dándole la espalda a la televisión.



Me pasé el resto del día metida en mi cuarto haciendo deberes, sin apenas tocar el móvil. Estaba haciendo un ejercicio de matemáticas, cuando de repente entró mi hermano a mi cuarto, cerrando la puerta de nuevo una vez dentro.

—No has salido hoy de tu cuarto hija mía. —Me dijo al mismo tiempo que se sentaba en mi cama.

—Ya, no he parado de hacer deberes.

—Vaya, ¿de qué los tenías?

—De filosofía, inglés y ya me quedan 2 ejercicios de matemáticas.

—Bueno, de ahora en adelante es lo que te espera; así es la vida en bachillerato.

—Ya, bueno... ¿querías algo? —Le pregunté. Siempre que Asier me quería comentar algo, entraba a mi cuarto y cerraba la puerta, si quería sólo preguntarme algo sin importancia me enviaba algún mensaje o me abría la puerta y, asomado, me lo preguntaba y se iba.

—Pues sí, te quería hablar de Nora. —Me dijo sin paños calientes. Automáticamente me deshice de las matemáticas y giré todo mi cuerpo en su dirección.

—Pues cuéntame.

—A ver, la última vez que quedamos estuvimos hablando mucho sobre ti.

—Y, ¿a qué se debe tanto protagonismo?

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