Capítulo 12

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Astrid

Por fin era viernes, y tan sólo me quedaban 10 minutos de la última clase de lengua. El reloj sonó y la clase se dio por finalizada. Hoy me iría yo sola en el autobús hacia mi casa; Jane no había venido a clase, no sabía por qué, pero me dijo que esta tarde me llamaría para contármelo, y mi abuela esta mañana se había despertado un poco resfriada, así que le sugerí que no me recogiese hoy y aceptó. La mochila hoy me pesaba un montón así que, en cuanto se abrió la puerta del autobús, me senté para ponerla fuera de mi espalda. Saqué mi móvil y me puse los cascos para oír algo de música.

El autobús llegó a mi parada, así que me bajé. Corté la música y me quité los cascos; me quedaba poca batería en el móvil. Pasé frente a la casa de Jane y me fijé en la ventana que daba a su cuarto para ver si estaba en casa, pero no logré ver nada. Continué el camino hacia mi casa, intentando evitar el dolor de espalda que notaba por la mochila. Me paré en un paso de peatones para esperar a que se pusiese en verde, giré mi cabeza a la izquierda, y por un momento me sentí vigilada. Aquella chica volvía a estar ahí, y esta vez me estaba mirando descaradamente, sin apenas importarle que me hubiese dado cuenta de ello. Su forma de mirarme era totalmente inexpresiva; no fui capaz de deducir mínimamente qué pensaba de mí.

La espera del semáforo se me hizo eterna. Aquella chica no paraba de mirarme y me ponía muy nerviosa. Por fin se puso en verde para el peatón, así que rápidamente comencé a andar hacia la izquierda, siendo tan torpe de estamparme con la chica al otro lado de la acera, ya que ella se iba para la derecha.

—¿Podrías mirar por dónde vas? —Le dije, sin tener en cuenta mi tono de voz.

—Lo mismo te digo. —Me dijo ella tranquilamente, mirándome de arriba abajo.

—¿Se puede saber qué haces? —Le dije, aquel jueguecito de las miradas bruscas ya me había cansado.

—¿Yo? Nada. —Me dijo, mirándome directamente a los ojos. Seguidamente se fijó en mi mochila—. ¿Estudias por aquí cerca?

—¿A qué se debe tanto interés? —Le dije, cruzándome de brazos.

—Qué menos que me respondas, eres tú la que se ha chocado conmigo.

—¿Perdona? —Le dije indignada, a pesar de ser consciente de que lo que me decía era verdad.

—Ah, es verdad, que la que se ha chocado he sido yo... —Me dijo vacilando—. ¿Hay algo que pueda hacer para que me perdones?

Aquella pregunta me desconcertó un montón; era lo último que me esperaba. Me quedé en silencio unos instantes sin entender nada, hasta que me di cuenta de por dónde iban los tiros.

—Pues no sé... ¿Qué me sugieres? —Le dije, sin quitar el contacto visual que estábamos haciendo.

—Pues no lo sé, me pillas sin ideas, pero... me podrías dar tu número por si se me ocurre algo, y así te aviso.

—¿Te funciona? —Le dije, con una sonrisa de lado.

—¿El qué? —Me dijo, siendo ella ahora la que no entendía nada.

—El ir chocándote con la gente para conseguir sus números. —Vacilé.

—Pues eso lo decidirás tú. —Me dijo, sacando el móvil.

—Apunta. —Le dije, y empecé a dictar mi número de teléfono.

—Toma, agrégate como quieras. —Me dijo, dándome su móvil.

Le hice caso, así que cogí su móvil y me agregué como "Astrid :)" Le devolví el móvil y leyó el nombre.

—¿Astrid?

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