Capitulo Ocho

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      Bankotsu paseo por la suite como pantera enjaulada. ¡Adonde  había ido Aome? Después de varias llamadas, se había enterado que de que había estado en su lugar de trabajo, aunque le habían dicho que ya no trabajaba allí. No entendía porque había dimitido si necesitaba desesperadamente el dinero. ¿Acaso había pensando aceptar su oferta? 

      Bueno, si asi era, tanto mejor. Eso le facilitaría mucho las cosas. De acuerdo con la información legal que le había llegado ese mismo día por teléfono, tendría muchas mas opciones si el viviese en Nueva Zelanda. Las noticias eran buenas para sus planes de expansión de sus negocios. Merecía la pena mantener a Aome Higurashi si eso le aseguraba que ella le daria la custodia del bebe de Kikyo.

      Volvió a mirar su teléfono móvil, por si lo había llamado alguien. Nada. Eran casi las seis de la tarde y, de acuerdo con la conserje, Aome se había marchado por la mañana. No era posible que hubiese hecho una estupidez. Tal vez había ido demasiado lejos con ella el día anterior. Con determinadas cosas, y con ciertas personas , era mejor tener cuidado, darles tiempo para pensar. 

      No debería haberla dejado como lo había hecho la noche anterior. Aome era emocionalmente tan vulnerable que era capaz de cualquier cosa. Pero el medico que lo había llamado la noche anterior le había dicho que Kikyo había empezado a tener contracciones, que iban a a hacer todo los posible para pararlas, pero que Bankotsu debía volver. El no lo había dudado ni un momento, y había viajado a Wellington para estar al lado de su hermana.

      Habían conseguido estabilizar a Kikyo sobre las tres de la madrugada  y el había estado allí, agarrándole la mano y hablándole en voz de baja, en italiano, con la esperanza de que pudiese sentir lo mucho que la quería y oír que haría todo  lo que estuviese en sus mano por su hijo.

      Mientras tanto, los médicos le habían dicho que había otro problema. En Willington, la unidad de cuidados intensivos para niños prematuros estaba llena. Si Kikyo se ponía de parto otra vez y no conseguían frenar su progresión, tendrían que llevar al  recién nacido a otro hospital. El equipo medico había debatido con Bankotsu todas las opciones y, dado que que el estado de Kikyo era estable, habían decido llevarla a Auckland lo antes posible.

      Bankotsu había dado su consentimiento para que trasladasen a su hermana al hospital de Auckland, pero solo cuando los médicos le habían asegurado que seria lo mejor tanto para ella como para la niña  que esperaba. Saco de el bolsillo la ecografía que le habían hecho esa misma mañana y trazo con el dedo  el perfil de su sobrina.

      Ver su imagen había hecho que pareciese mas real, mas definida, y había aumentado su determinación de vengarse de la mujer que había negado a esa niña la oportunidad de tener unos padres que la quisieran. 

      Pero la venganza tendría que esperar.

      Le había costado dejar a su querida hermana otra vez esa mañana, pero, por la promesa que le había hecho, tenia que volver a buscar a la persona que podría haber evitado aquella horrible situación. La única persona que, en esos momentos, tenia el destino de la niña en sus manos.

      Oyo la puerta. Aome estaba de vuelta. Se sintió aliviado,  pero mantuvo la compostura y agarro la botella de vino que había estado enfriándose en la cubitera. Sirvió dos copas. No dejaría que Aome se diera cuenta de lo preocupado que había estado, de lo poco que le había faltado para denunciar su desaparición.

      -Buona sera, Aome. ¿Has tenido un buen día?

      Se volvió y le tendió una copa de vino.

      Ella la acepto, sus dedos delgados tocaron los de el dándole una descarga eléctrica que le recordó el efecto que tenia en el. Aome lo miro sorprendida al oírlo preguntar si había tenido un buen día; era casi como su hubiese esperado que le hubiese preguntado donde había estado. Pero ese nunca había sido el estilo de Bankotsu. No, el prefería acechar a su presa y atraerla con cuidado, despacio, pero con seguridad.

Amor y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora