Capitulo Doce

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      A la mañana siguiente, Aome se despertó entre una maraña de sabanas y piernas masculinas. Con cuidado se libero del abrazo de Bankotsu, que estaba dormido y se quedo al borde de la cama, mirándolo.

      <<¿Y ahora qué?>>, se preguntó. Volverían a estar como antes de que hubiese ocurrido aquello? ¿A comportarse como dos extraños educados?

      Un brazo fuerte y oscuro la agarró de la mano, haciendo que volviese a la cama, entre sus brazos, al calor de su pecho.

      -Buon giorno -dijo el sin sonreír, aunque la la llama que ardía en sus ojos dejaba claro que no quería que se comportasen como dos extraños en esos momentos-. Quiero tenerte otra vez, Aome, pero antes, vamos a ducharnos.

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      Se levantó de la cama y la tomo entre sus brazos. Aome se sintió deliciosamente frágil. Se irguió para besarlo y continuaron asi unidos hasta que llegaron al baño y el la dejo en el suelo. La erección de Bankotsu se apretó contra su vientre cuando el paso por delante para abrir la ducha doble.

      Aome entro primero, dejando que la cascada de agua caliente le cayese en la espalda. Tomo el jabón y se lo hecho en las manos.

      -Déjame que te lave -dijo casi con timidez cuando Bankotsu entro también. Era distinto estar asi con el, a la fría luz de la mañana. Bajo el manto de oscuridad nocturna, habían sido como dos personas anónimas. 

      En esos momentos, Aome se sentía como si estuviese desnuda ante el mundo entero.

      -Has conmigo lo que quieras -ronroneo él.

      Aome le tomo la palabra, le hizo girarse para enjabonarle los hombros y toda la espalda hasta llegar al trasero, y luego siguió bajando por las piernas. Volvió a subir por ellas hasta llegar a los testículos , que estaban duros y tensos, y sonrió al oír gemir a Bankotsu.

      -Date la vuelta otra vez - le ordeno.

      Él obedeció y a Aome se le seco la boca al ver  el deseo con el que la miraba. Aquello reafirmo su confianza más de lo que había creído posible. Sin dejar de mirarlo a los ojos, alcanzo de nuevo jabón y se froto las manos de un modo sensual, como un anticipo de lo que le iba a hacer con ellas. La respiración de Bankotsu se acelero al ver que Aome volvía a frotarle los hombros, le acariciaba el pecho y le pasaba las uñas por los pezones. En esa ocasión, fue descendiendo por su cuerpo con pequeños besos. 

      Bajo y bajo hasta arrodillarse delante de el para lavar con cuidado su erección, acariciándola, dejando que el agua aclarase el jabón. La agarro con firmeza por la base, luego la tomo entre los labios y paso su lengua alrededor antes de metérselo mas en la boca. Repitió el movimiento una y otra vez, acariciándole los testículos con la otra mano y apretándoselos con cuidado.

      -¡Para! -le pidió Bankotsu con voz ronca.

      -¿Te he hecho daño?  -pregunto ella.

      -No. Es que no puedo más. Quiero entrar dentro de ti.

      Ella dejó que la ayudase a ponerse de pie-

      -Pero antes -continuo el-,  déjame que te lave yo a ti. Déjame que te atormente como me has atormentado tú.

      No perdió tiempo en echarle jabón por el cuerpo le acaricio los pechos en círculos hasta que Aome casi le grito que le tocase los pezones, que se los apretase se los besase, que hiciese cualquier cosa para liberar la tensión que iba creciendo en s interior. Él dirigió la ducha para quitarle los restos de espuma y tomo con la boca uno de los pezones, mordisqueándolo con cuidado y chupándolo después con la lengua. Con una mano agarró el otro y lo apretó con suavidad, pero con firmeza, provocando tal sensación en ella que temía que se le doblasen las piernas. Metió la otra mano entre sus piernas hasta hacerla perder toda percepción de donde venían los fuertes arcos eléctricos que recorrían su cuerpo.

Amor y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora