Aome empezó a temblar nada mas cerrar la puerta detrás de aquel hombre. ¿Inuyasha también le debía dinero a el? ¿Qué mas cosas le había ocultado?
Cuando, tres años después de estar casados, se habían enterado de que nunca podrían tener hijos, ella se había volcado en su trabajo en la organización benéfica y, poco a poco, había dejado que Inuyasha asumiese toda la responsabilidad financiera de sus negocios. Una responsabilidad que a el parecía no importarle, al fin y al cabo, se suponía que era un genio de las finanzas.
¿Cuánto habría tardado en enterarse de que tenia problemas si no hubiese fallecido en aquel accidente? ¿Cuánto tiempo habría seguido viviendo en una burbuja de falsa seguridad?
Sintió que el cansancio se adueñaba de cada poro de su piel y de cada musculo de su cuerpo, haciéndola sentir como si hubiese envejecido cuarenta y ocho años en las ultimas cuarenta y ocho horas. Ya no podía mas aquella noche. Al día siguiente iría a ver a Tom Munroe, su abogado y repasaría la información que había en el ordenador portátil. Una información que, por el momento, no había arrojado luz acerca de Bankotsu D'Angelo.
Sin molestarse en apagar las luces, Aome se metió en el dormitorio, pero sintió nauseas el ver la enorme cama que dominaba la habitación. Las intimidades que habían compartido por las noches, los sueños y las promesas allí susurrados, el dolor al saber que no podrían tener los hijos que tan desesperadamente habían querido, todo le daba vueltas. Eran partes dolorosas y tangibles de su pasado.
No podría volver a dormir en esa cama nunca mas ¡Nunca mas!
Tomo una manta y un almohadón del arcón tallado que había a los pies de la cama y volvió al salón, donde se dejo caer sobre el sofá de cuero. Luego, permitió por fin que el sueño se le la llévese de un mundo que se había vuelto insoportable.
El sol invernal todavía no había empezado a acariciar el nuevo día cuando el timbre de el teléfono despertó a Aome. Desorientada, tardo un momento en saber donde estaba ante de responder.
-¿Dígame?- contesto con voz somnolienta.
-¿Es cierto que Inuyasha Higurashi estaba en compañía de otra mujer cuando murió?- pregunto una voz de hombre.
Aome volvió de golpe a la realidad.
Asi que había corrido la noticia. Muy despacio, colgó un auricular y le dio al interruptor para silenciar a su interlocutor . Antes de que le diese tiempo a atravesar el piso y hacer lo mismo con los teléfonos que había en el despacho y en la habitación principal, volvieron a llamar. Sin responder, Aome arranco los cables y se metió en el cuarto de baño que había en su habitación.
Inuyasha estaba en todas partes. Sus productos de aseo estaban por todo el tocador de mármol negro, su bata colgada detrás de la puerta. La enorme ducha doble estaba vacía.
Agarro el cubo de basura y tiro todas sus cosas: colonia, loción, cepillo de dientes y desodorante.
Fue sólo al mirarse al espejo cuando se dio cuenta que volvía a tener lagrima surcándole el rostro. Se quito el severo vestido negro que había llevado para el funeral el día anterior y la ropa interior, y lo dejo tirado por el suelo en vez de ponerlo en el cesto de la ropa sucia. Si hubiese tenido una chimenea, lo habría quemado todo.
Abrió la ducha y se metió debajo del chorro de agua caliente, buscando consuelo en el. No obstante, nada penetraba el frio que envolvía su corazón.
Mas tarde, con el pelo envuelto en una toalla y un amplio albornoz, miro su ropa para decidir que se pondría para si cita con Tom Munroe, en la que le diría que le había dejado Inuyasha. También tendría que enseñarle los contenidos del ordenador portátil, y la idea volvió a provocarle nauseas, finalmente, se decidió, escogió un traje de pantalón de lana y una bufanda en tonos azules y corales. Una vez tomada la decisión, se dijo que necesitaba un café. Fuerte, caliente, y solo. Sobreviviría a aquello, no sabia como, pero sobreviviría.
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Amor y Venganza
RomanceAome Higurashi no había sabido nada sobre el adulterio de su marido... hasta que el había muerto dejándola completamente arruinada y a cargo del hijo que había tenido con otra mujer, que ahora luchaba por no morir. Por eso, cuando aquel guapo y mis...