-¿Por que no?
- Un teléfono, por favor -repitió Aome dándole la espalda y mirando al recepcionista de un modo imperioso.
Este le señalo la zona donde estaban los teléfonos, aun lado de el vestíbulo.
-Gracias- dio media vuelta y fue hacia allá, dispuesta a alejarse lo máximo posible de Bankotsu D'Angelo.
Pero el no iba a darse por vencido tan pronto.
-Señora Higurashi, espere un momento por favor.
-Estoy muy ocupada, señor D'Angelo
- Estaba pensando en su privacidad. Tal vez preferiría utilizar el teléfono que hay en mi suite.
¿Qué mas le daba el si todo el mundo se enteraba de que estaba en la indigencia?
Bankotsu la la observo mientras ella tomaba su decisión. Inclino la cabeza para asentir.
-Gracias, si. Tal vez sea lo mejor. No me llevara demasiado tiempo.
-Tómese todo el que necesite.
El señalo hacia los ascensores y lo siguió hacia ellos, intentando ignorar su fragancia y el modo en la que esta jugaba con sus sentidos. ¿Se pondría el perfume solo detrás de las orejas, o también en otros lugares de su tentador cuerpo?. Seria interesante averiguarlo. Descubrir en persona si era una mujer tan fría como su aspecto y modales lo sugerían.
De hecho, le seria útil para conseguir su objetivo, saber como quebrantar su inescrutable fachada, destruir lo poco que le quedaba de su mundo lleno de privilegios.
Él seria como la encarnación de el encanto hasta que hubiese acabado con sus defensas. Luego, actuaria con tanta precisión como el laser de un cirujano para extirpar a esa mujer del cataclismo que su egoísmo había traído a su familia.
Cuando las puertas de el ascensor se cerraron, Aome recordó, demasiado tarde, las palabras de su abogado advirtiéndole que se mantuviera alejada de Bankotsu D'Angelo. En aquel recinto tan pequeño, le fue imposible apartar la mirada de sus rasgos austeros y romanescos: los ojos profundos, de parpados caídos, el recto puente de sus nariz, la sensual amplitud de su labio inferior. Se sobresalto cuando el alargo la mano frente a ella para dar al botón del ático y se negó a reconocer que sonreía irónicamente.
El ático. Como no. Un hombre que rezumbaba riqueza y control no podía alojarse en ningún otro piso. Aome había conocido a muchos hombres como el, reconocidos internacionalmente por su capacidad para hacer dinero y mantener las economías a flote. Antes de casarse con Inuyasha, había participado en muchas de las funciones diplomáticas de su padre y había pasado innumerables noches aburriéndose con hombres como Bankotsu D'Angelo. Pero una pequeña insidiosa voz interior le recordaba que ese hombre no era en absoluto aburrido.
Cuando las puertas se abrieron, Aome salió y espero a que el abriese la puerta doble que daba a la suite.
- El teléfono esta allí- dijo Bankotsu señalando con la mano-. A no ser que prefiera utilizar el de el dormitorio.
-¿Era imaginación de Aome o le habían brillado los ojos azules como el mar al hacer ese ultimo comentario? No pudo evitar que una oleada de calor le invadiese el cuerpo, subiendo por sus extremidades antes de situarse debajo de su vientre.
-El de aquí estará bien, gracias - respondió ella con frialdad.
- Como desee. Mi scusi. tengo que cambiarme para otra cita. Por favor, sírvase una copa de el bar.
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Amor y Venganza
RomanceAome Higurashi no había sabido nada sobre el adulterio de su marido... hasta que el había muerto dejándola completamente arruinada y a cargo del hijo que había tenido con otra mujer, que ahora luchaba por no morir. Por eso, cuando aquel guapo y mis...