Capitulo Once

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Los sonidos nocturnos de la ciudad no ayudaban a Aome a dejar de darle vueltas a la cabeza. Finalmente, dejo de intentar quedarse dormida y decidió levantarse. E ir a ver si había algo que leer en el salón.  Se puso la bata azul, a juego con el camisón, mas por costumbre que porque necesitase taparse. Bankotsu debía de haberse acostado hace rato. El tiempo que pasaba con su hermana quedaba marcado en cada línea de su rostro y en el vacío de su mirada cuando volvía cada noche del hospital. El desastre de aquel día con el periódico había hecho que pareciese todavía mas cansada de lo habitual.

      Aome se ató el cinturón de la bata a la cintura y abrió la puerta de su habitación. Todavía había una luz encendida en el salón y se quedó parada en la puerta al ver que el objeto de sus pensamientos seguía despierto.

Con sólo los pantalones de pijama puestos, Bankotsu la miro y frunció el ceño. Aome no pudo evitar fijarse en sus anchos y bronceados hombros y su pecho, que estaba cubierto por una fina capa de vello oscuro que se estrechaba hasta llegar a su vientre, y mas abajo.

      -¿Hay algún problema? -preguntó él con voz pastosa.

      Aome siguió sin moverse. ¿Había estado llorando Bankotsu? No era posible. Hasta entonces siempre se había mostrado frio y calculador o iracundo, pero nunca apesadumbrado, ni débil.

      -No... no quería molestarte. Lo siento.

      -No me molestas. No puedo dormir -levanto una mano para limpiarse los ojos y volvió su rostro hacia otro lado, fuera de la luz.

      Había estado llorando. Y Aome no sabia que hacer. Su instinto le decía que entrase en la habitación, que le limpiase las lagrimas las mejillas. Pero se quedo allí. Bankotsu nunca aceptaría que lo consolase. Era evidente que quería estar solo.

      -Debería volver a la cama -dijo Aome dándose media vuelta.

      -No. Por favor. Siéntate conmigo un rato. Esta claro que tu tampoco puedes dormir.

      Aome atravesó la habitación con piernas temblorosas y se sentó donde el le indicaba. A su lado, en el sofá.

      -¿Que es lo que te molesta, Aome? ¿Por qué no puedes dormir?

      -No lo sé -respondió ella, sabiendo que era mentira. No podía seguir ignorando la inquietud que había empezado a sentir un rato antes. Durante la ultima semana y media, su autoestima había ido sufriendo golpe tras golpe. Necesitaba, el corazón empezó a latirle a toda velocidad, necesitaba reafirmarse como mujer. Como una mujer atractiva.

      Empezó a hacerlo cuando Bankotsu levanto una mano y trazo una línea con el dedo caliente desde su mejilla hasta su mandíbula.

      -Creo que sé lo que te pasa. Y también pienso que no quieres hablar de ello.

      Aome asintió en silencio, con la mirada fija en la de el. Bankotsu tenia las pestañas largas y espesas, todavía ligeramente húmedas, que enmarcaban unos ojos azules oscuros, unos ojos que, de pronto brillaban de deseo. Un escalofrió recorrió la espalda de Aome, que se puso recta.

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      El dedo bajo por la mandíbula, continuo por la garganta y siguió mas abajo, hasta llegar al cuello de la bata.

      -Yo tampoco quiero hablar -dijo él acercándose tanto que Aome pudo sentir su respiración.

Amor y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora