Capitulo 19.

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Un nuevo día dio comienzo y Mimi se levantó sigilosamente para evitar que Miriam se despertara. La gallega necesitaba descansar después del día de revelaciones y emociones, y ella necesitaba un poco de tiempo a solas para resolver sus cosas. Le mandó un mensaje a su manager para que le hiciese un favor, y se fue a preparar el desayuno. Preparó todo lo que solían desayunar en el bar de al lado del gimnasio, incluso la infusión de Miriam. Avisó a Magalí de que no irían y con la bandeja preparada fue al comedor a ponerlo todo en la mesa antes de despertar a la pequeña. Recibió el mensaje que estaba esperando y sonrió sabiendo que hoy se solucionaría todo. O al menos eso es lo que iba a intentar. Se fue a la habitación y se acercó a aquel ángel que dormía plácidamente. Le jodía despertarla pero la necesitaba.

-Reina- le dijo acariciándole la cara- vamos pequeñita, que está hecho el desayuno.

-Mmmmmm- se removió sin abrir los ojos- ¿Qué hora es Mimita?

-Son las nueve y media dormilona, hora de levantarse- Miriam se levantó de golpe, quitándose así todo el sueño de encima.

-¡QUE NO LLEGAMOS A CLASE MIMI!- estaba en el armario buscando sus mallas y su top, cuando Mimi la abrazó por la espalda y le dejó un beso en el cuello.

-Tranquila rubia, que ya he avisado de que no vamos. Hoy tengo otros planes.

-Pero que vamos a perder la clase, no puede ser jobá.

-Chica, para un día que entrenemos no pasa nada. A demás me ha dicho Magalí que nos guarda la clase para otro día. Tranquila anda- le acarició la cara y Miriam se relajó.

-Es que ya sabes que no estoy para perder dinero- dijo apenada.

-Tranquila que no lo pierdes, está todo pensado- le sonrió y la gallega le imitó el gesto- Ahora señorita, vamos a desayunar y después a dar un paseo.

-¿Un paseo?¿desde cuando paseas tu?- dijo extrañada.

-Ah, pues desde hoy. Deja de poner esa cara y vamos que tu infusión se enfría- le dejó un beso en los labios y marcharon a desayunar.

Desayunaron en un silencio que no era incómodo pero en el cual había incertidumbre. Miriam sabía que eso del paseo no sería solo eso. Conocía a Mimi lo suficiente para leer en su gesto que estaba nerviosa. No se le ocurría lo que podría haber en aquella cabecita rubia, pero sabía que algo estaba dando vueltas. Y es que Miriam conocía muy bien a la granadina. En la cabeza de aquella chica había de todo. Estaba barajando todas las posibilidades que podían salir de aquello y, sobre todo, como reaccionaría su chica. Pero es que su corazón le decía que tenía que hacerlo aunque Miriam se enfadase con ella. Tenía que aliviarle ese peso que tenía sobre los hombros y que no le dejaba avanzar. Cuando terminaron recogieron todo en casa y Mimi mandó a Miriam a la ducha. Se encargó de buscarle la ropa adecuada para lo que iban a hacer y se la dejó sobre la cama. Miriam, sorprendentemente, no rechistó y le hizo caso. La granadina fue a arreglarse y cuando terminaron fueron a su destino caminando. De la mano y relajadas dentro de la incertidumbre, recorrieron parte de Madrid. A donde iban no estaba cerca de casa pero tampoco a una distancia que fuese demasiado larga. Mimi pensó que les vendría bien todo aquello antes de la batalla. Porque si, lo les esperaba al final de ese paseo iba a ser una batalla. 

Poco a poco Miriam fue reconociendo el entorno y cada vez el estómago se le encogía mas. Hasta que se vio en la puerta del último lugar al que quería ir. Apretó la mano de su chica y un nudo se instaló en su garganta.

-No Mimi, ahora no puedo- dijo con los ojos vidriosos.

-Claro que si que puedes reina. Puedes con esto y con mucho mas. Tu eres la leona y te los vas a comer.

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