-Joder neno, los aviones siempre tarde.
Miriam no paraba de mirar nerviosa el reloj. Estaban en la puerta de llegadas del aeropuerto de Madrid, mal aparcadas con la furgoneta de las lolas esperando a que su familia llegase. Por problemas del avión, llevaban media hora de retraso. Si a eso se le añadía que tenían que esperar a las maletas, el tiempo de espera iba en aumento. La pierna de la gallega no paraba quieta y Mimi la miraba con cierta ternura. Ella decía que estaba así por el retraso, pero sabía leer en su mirada que era por mucho mas. Sabía que su cabeza estaba como siempre a mil y que estaba haciendo sus cábalas de situaciones que podían ocurrir. Viendo que no se conseguía tranquilizar nada, puso una mano en su pierna haciendo que la mirase.
-Efrén ha dicho que vienen ya, tranquilízate un poco Miri- su tono le transmitía tranquilidad.
-Ya, pero mira la hora que es y no hemos salido. Que deberíamos llevar 45 minutos de viaje Mimi.
-No llevamos prisa, llegamos de sobra a cenar- le acarició la cara- Todo va a salir bien ¿vale?
-No se Mimi, es que me pone nerviosa que no se lleven bien o algo- dijo entendiéndola a la perfección.
-Son todos gente normal Miriam. Que si, que tendrán sus diferencias pero somos todos adultos como para dejarlas a un lado.
-¿Tu no estás nerviosa?
-Pues claro que si. Pero confío en todos- la besó y escucharon un golpe en el cristal.
-Tantas prisas y se están comiendo la boca. ¡Vaya par de sinvergüenzas!- dijo el gallego menor llevándose una colleja de su novia.
- Deja a las niñas en paz hombre... que pesado eres.
-Eso cuñao, déjanos en paz disfrutando de la vida coño- dijo mientras se bajaba y se echaba a abrazarlo.
En aquel encuentro todo fueron besos, abrazos y gestos de cariño. Cuando se saludaron todos, colocaron todo en el maletero y fueron a emprender la marcha no si antes tener una discusión.
-Que no suegro, que me niego a que conduzcas cuando has madrugado y llevas un viaje encima. Vete atrás y descansa. Cuando paremos ya nos turnamos.
-Hazle caso papá, es muy cabezona- dijo Miriam sonriendo.
-Pues vaya dos os habéis ido a juntar. Tendré que hacer caso entonces- dijo resignado subiéndose a la furgoneta.
-Ea, pues apañao- se sentó ante el volante y se abrochó el cinturón- ¿Estáis preparados?¿Le habéis puesto la sillita de niño a Efrén? No nos vayan a pillar y la liemos- dijo con una sonrisa en la cara
-Mira que guasa tiene mi cuñadita oye... A ver si te la van a tener que poner a ti- ellos picándose siempre.
-A ver si os la vamos a tener que poner a los dos porque sois igual de críos- dijo Marité haciendo que todos riese.
-No te falta razón mamá. Bueno, vámonos que vamos muy tarde- Mimi rodó los ojos ante lo cuadriculada que era su chica y arrancó.
El viaje la verdad es que fue muy ameno. Les dio para charlar, cantar, que escuchasen canciones nuevas y diesen su opinión, algunos durmieron y otros disfrutaron del paisaje. Tuvieron que parar mas veces de lo normal por ser tantos, pero tampoco les importó. Estaban en familia y lo iban a disfrutar. A media tarde llegaron a casa de la madre de Mimi y allí estaba en la puerta esperándolos. La granadina le compartió su localización a tiempo real y podría jurar que los había estado siguiendo todo el viaje. Por eso no preguntó que tal iban. En cuanto salió de la parte trasera, su madre se fundió en un abrazo con ella.
-Ay que guapa que está mi niña dios mío. Como se nota que me la tienen bien atendía- dijo mirando a Miriam- ¿de donde cojones has sacado esta furgoneta tu?- dijo reparando en el vehículo.