Prologo
Harry, un agente de la CIA alto, atractivo y tenaz, vivía conforme a sus propias reglas. Y una de ellas era mantenerse alejado de _____ Sinclair, una chica de Jacobsville por la que sentía una fuerte atracción. Tímida e inocente, _____ no sabía cómo tratar a un hombre como Harry, implacable y atormentado por su pasado. Era posible, además, que Jacobsville ocultara secretos capaces de resolver un caso cerrado que tocaba muy de cerca a Harry._____ intuía su dolor. Ella también había sufrido. Por más que intentara negarlo, la amable operadora del servicio de emergencias se sentía unida al sombrío y atractivo agente. Cuando él descubrió que el turbio pasado de la familia Sinclair podía estar relacionado con el caso que investigaba, _____ decidió ayudarlo a encontrar respuestas... y a romper el hielo que cubría su corazón.
Ambos unieron sus fuerzas en una peligrosa investigación en la que había mucho en juego. La vida de _____ corría peligro, y necesitaba a Harry más que nunca. Pero si querían tener un futuro juntos, el implacable agente tendría que enfrentarse a su pasado y arriesgarlo todo por su amor.
Capítulo 1
Harry odiaba las mañanas. Y odiaba especialmente las mañanas de un día como aquél, en el que se esperaba de él que acudiera a una fiesta y participara en el reparto de regalos navideños del amigo invisible. Él, sus compañeros del cuerpo de policía y todos los miembros del servicio de emergencias y el cuerpo de bomberos de Jacobsville, Texas, habían ido sacando papelitos en torno al gran árbol de Navidad del centro de operaciones del Servicio de Emergencia. Y ese día tocaba el intercambio de regalos, todos ellos anónimos.
Mientras bebía café solo en la jefatura de policía de Jacobsville, Harry habría deseado escapar de allí. Miró a Cash Grier, que sonrió distraídamente y siguió a lo suyo.
La Navidad era la época del año más penosa para él. Le traía el recuerdo de lo ocurrido siete años atrás, cuando su vida pareció llegar a su fin. Visiones de pesadilla lo atormentaban. Las veía cuando dormía. Trabajaba cuando le tocaba su turno y hasta se ofrecía a sustituir a otros policías de Jacobsville si les hacía falta un relevo. Se odiaba a sí mismo. Pero odiaba más aún a las multitudes. Además el día era triste en sí mismo, en cierto modo. Harry tenía en su casa alquilada un gran chow chow negro que le hacía compañía. Pero había tenido que regalarlo porque en su apartamento de San Antonio, al que volvería pronto, estaba prohibido tener animales. Bibb, el chow chow, había ido a vivir con un chaval del barrio al que le encantaban los animales y que acababa de perder a su perro, otro chow chow. Así que Harry suponía que era cosa del destino. Pero aun así echaba mucho de menos a Bibb.
Ahora se esperaba de él que sonriera y se relacionara en una fiesta, y hasta que se entusiasmara con un regalo que casi con toda seguridad sería una corbata que aceptaría y no se pondría jamás, o una camisa de talla pequeña, o un libro que nunca leería. La gente hacía regalos con buena intención, pero casi siempre compraba cosas guiándose por su propio gusto. Era rara la persona que observaba a los demás y hacía el regalo idóneo; un regalo que conservar como un tesoro.
En su trabajo (en su trabajo de verdad, no en aquel papel de policía de pueblo que había asumido como parte de su misión secreta en el sur de Texas, cerca de la frontera con México) tenía que ponerse traje de cuando en cuando. Allí, en Jacobsville, nunca se lo ponía. Quien le regalara una corbata por Navidad estaría tirando su dinero. Estaba seguro de que sería una corbata. Odiaba las corbatas.
—¿Por qué no, mejor, me atáis, me sacáis a la calle y me prendéis fuego? —le preguntó a Cash Grier con una mirada de fastidio.
—Las fiestas de Navidad son divertidas —contestó Cash—. Sólo tienes que ambientarte.