Capítulo cuatro.

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“Tengo muchas ganas, exactamente inevitables de desearte, pero, no te imaginas el miedo que eso me causa”.

─M.











Michael Myers nunca fue esa clase de persona que admitiera ni demostrara cuánto le atraía una persona, tampoco conocía la manera de darse cuenta de ello.

Solo con verse acorralado en esa situación, no podía dejar de pensar en todo lo que estaba pasando entre los dos, en un mismo día, en una misma noche. El cuello de Michael estaba siendo brutalmente atacados por los labios de Jake Park, los cuales pasaban sobre su piel sensible, arrastrando sus dientes sobre los costados del cuello de Myers, recorriendo y redondeado la manzana de Adán con su lengua hasta acabar sobre el pequeño hueco que generaba la clavícula en su unión.

Michael jadeó sin sonido mientras miraba a la nada. Tantos cosquilleos convertidos en un vaivén de escalofríos, el asesino sentía que, en cualquier momento, iba a desfallecer, ya que su cuerpo había comenzado a pesarle y el hecho de que su respiración se mantenía errática, en cierto punto lo estaba asustando.

Jake permanecía en el cuello de Michael, marcando por doquier, llenando de marcas cada parte de la blanca piel del asesino, succionando y soltando, generando marcas rojas las cuales con el tiempo se iban atenuando a un color morado, dando la sensación de que no iban a durar mucho tiempo allí cuando era todo lo contrario.

Mientras que el asiático se ocupaba de ese asunto, Michael percibió algo extremadamente sólido entre sus piernas, una cosa la cual, llegaba a dolerle si tal situación no se trataba con urgencia. Al parecer, Jake lo notó, ya que con su mano izquierda, se dirigió a la entrepierna del homicida y apretó ligeramente, robándole un suspiro en el acto a Michael Myers.

—Estás muy duro —Dijo Jake, como si se estuviera burlando de él, pero en realidad, estaba orgulloso y satisfecho de todo lo que estaba logrando.

Era una realidad que Michael estuviera erecto, y eso desconcertó al susodicho, ya que, habían sido muy pocas veces en su vida en donde experimentó tal reaccion, pero nunca fue con y por otra persona.

Aunque eso estaba sucediendo, ya que pues, debido a los besos húmedos que Jake estaba plantando en su cuello y parte de la clavícula, aquello fue capaz de despertar sus deseos más oscuros.
El asesino no iba a admitirlo ni pensaba hacerlo pero, las ganas de devorar la boca de Jake lo estaban matando, solo quería tomar con sus manos el rostro del azabache y presionar sus labios con los suyos.

Era difícil si se trataba de afrontar un trauma tan grande como el de exponer su rostro. Al principio de su niñez, a los seis años, cuando tomó aquella máscara, que hasta el día de hoy lleva, las intenciones solo eran hacerse pasar por el novio de su hermana y así matarla, sin ninguna razón aparente.

Pero ese disfraz se adhirió a él por toda su vida y no existía alguna señal de que ese pensamiento iba a cambiar. Michael Myers desconocía lo que era ser atractivo o feo para la sociedad, si carecer de tal rasgo automáticamente te clasificaban en una persona que no puede ser linda, aunque dentro de todo, tales facciones se ajustaban a los cánones de belleza.

Michael, él, era un hombre sumamente atractivo físicamente. Cualquier rasgo era perfecto por donde se mire, quizá, si no estuviera en el reino del Ente ni tuviera un instinto asesino, hubiera sido un buen modelo.

Esas ideas rondaban en la cabeza de Jake Park, el cual constantemente imaginaba y soñaba con el rostro de Michael. Ojos azules, piel blanca y cabello largo rubio.

—Tócame —Ordenó Park con un tono demandante. Estaba claro que él estaba ansioso de tomar absolutamente todo el control de la situación, y así sería.

Coutdown → Michael Myers x Jake Park © 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora