Capítulo uno.

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El clima estaba acostumbrado a ser mucho más templado y seco. El calor alimentó a la noche, volviéndola más pesada e insoportable por la inesperada necesidad de un soplo del viento.

No era más que una excepción para Michael Myers, el cual se sentía tranquilo y en medio de una pulcra paz con ello. Suspiró, dejando salir de su boca aquél liviano viento el cual se desvaneció instantáneamente pero una sensación fugaz de calidez acarició sus labios.

Desde cierto punto, utilizar la máscara se le hacía incómodo pero era capaz de soportarlo. El asesino serial se preparó, tomó su cuchillo y lo examinó durante unos segundos, este estaba afilado y brilloso, como solía y debía ser.

Con el dedo pulgar, resbaló en la punta del cuchillo y deslizó hacia el costado sin ningún cuidado de cortarse. Michael giró el dedo y vió una mancha de sangre en este, una que no le pertenecía, una que le transmitió recuerdos de una persona en específico.

Él estaba cerca, podía olerlo, sentía el miedo y desesperación, aquellas ansias de vivir que todo superviviente lleva en su alma, pero que eran destrozadas a pisotones por el poderoso deseo de acabar con las vidas de quién se cruce en su camino.

Su psicopatía no tenía límites.

Se había preparado bastante como para dejar ir la oportunidad de cazar a su respectiva presa que tenía en mente. Michael bajó las escaleras, mientras que examinaba el lugar, en busca de algún rastro que indicase que su próxima víctima había pisado su propiedad.

El aroma del miedo se balanceaba en sus fosas nasales. Michael sentía tal presencia en su vivienda, pero desconocía en donde se podría hallar su presa. Era el momento indicado para poner las cartas sobre las mesas e idear un plan sanguinario para desmembrar a aquél intruso.

Quería con todas sus fuerzas darle una muerte horrible.

Deseaba verlo sufrir, hasta que la última respiración de su víctima se deshiciera sobre su máscara, tan rápido como la vida que se escapaba reflejada en los ojos cristalinos del apuñalado.

Aunque desafortunadamente o afortunadamente para el superviviente que estaba escondido en las esquinas más recónditas de la gran casa de Myers, el asesino no iba a ser capaz de lograr su objetivo si antes no lo encontraba.

Habían tantas posibilidades de que su presa se escape, pero Michael Myers, siempre mantuvo su lema presente. Estar en calma, ir en silencio y proseguir sin expectativas.

Él nunca fracasaba.

Finalmente, Michael llegó a la sala, en donde los tan preciados sofás de su difunto padre se encontraban dispersos en todo el área. Vidrios rotos. Sangre seca en el suelo. Desorden y más desorden. El desastre no era tanto como para llamar la atención en la limpieza a Myers aunque el olor del lugar comenzaba a ser insoportable.

Michael se detuvo cuando pasó a un lado de un cadáver, el cual le pertenecía a Claudette Morel. La miró indiferente. La había asesinado unas cuantas horas antes y el cuerpo no había desaparecido como de costumbre, algo claramente andaba mal, pero decidió no entrometer sus narices en ello.

Ella estorbaba en su camino, por lo cual, se agachó, la sostuvo entre sus brazos y salió de la residencia con una patada en la puerta, abriéndola instantáneamente, a un paso de tirarla abajo. Michael la dejó en el suelo, específicamente en el medio de la calle y decidió volver, entrando a la casa la cual vivió pequeña parte de su vida.

Fueron seis años en donde sus hechos transcurrieron hasta el día en donde lo encerraron en el sanatorio. En eso, sus padres lo visitaron hasta el día en donde ambos murieron en un accidente. Recordaba vivídamente a su madre llorar, el rostro difuso de su padre y la mirada pérdida de Laurie Strode, su hermana menor, la cual en ese momento era apenas una recién nacida.

Coutdown → Michael Myers x Jake Park © 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora