El maldito cáliz del maldito fuego

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Capítulo 4

"El maldito cáliz del maldito fuego"

Todos los alumnos aplaudían cada que uno de sus campeones era nombrado, pero todo quedó en un inusual silencio cuando el cáliz volvió a rugir.

En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. Harriet se volvió hacia Ron y Hermione. En la mesa de los Gryffindor lo miraban con la boca abierta.

-Yo no puse mi nombre -dijo la chica, totalmente confusa-. ustedes lo

saben.

-¡Harriet Potter! -llamó-. ¡Harriet! ¡Levántate y ven aquí, por favor!

-Vamos -le susurró Hermione, dándole un leve empujón.

La chica no entendía, veía borroso y escuchaba distante, el camino hasta final de las mesas le pareció eterno. Apenas y percibió cuando el director le pedía que cruzara la puerta.

Salió del comedor a una sala más pequeña, ahí los vio; Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Y si no fuera por esa opresión en el pecho hubiera detallado a Cedric un poco más.

-¿Qué pasa? -preguntó Fleur, creyendo que había entrado para transmitirles

algún mensaje

-¡Extraordinario! -entró Ludo Bagman apretándole el brazo-. ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita -añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres-. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los tres magos?

-Es una broma, ¿no?

- ¡No, no, en absoluto! ¡El nombre de Harriet acaba de salir del cáliz de fuego!

El aire le faltaba, alojó su corbata como pudo, los adultos hablaban de ella, pero seguía en un trance escuchando solo eco.

-¿Echaste tu nombre en el cáliz de fuego, Harriet? -le preguntó Dumbledore con tono calmado, ella negó. -¿Le pediste a algún alumno mayor que echara tu nombre en el cáliz de fuego?

-No -respondió la pelinegra.

-¡Ah, pog supuesto está mintiendo!

-¡QUE YO NO HE SIDO! No me importaba este tonto torneo, ni siquiera tendría oportunidad, además, no me interesa la fama eterna, y dinero no me hace falta- Las palabras y el tono salieron sin haberlo planeado, estaba asustada, confundida y enojada. Su magia se sentía temblorosa, vibrante en su cuerpo. Y, no quería llorar frente a nadie, Fleur tenía razón, era solo una niña, una que quería vivir. - ¡Odio estar aquí! quiero que saquen mi malito nombre de la maldita copa del maldito cáliz!

-¡Señorita Potter...! - Empezó la profesora McGonagall horrorizada por el temperamento y las palabras, el director le miró negando, adivinando por la energía mágica en el ambiente que lo último que necesitaba era un regaño.

Todos se quedaron atónitos, quizá comprendiendo que estaba asustada. Una mano se posó en su hombro, el profesor Snape, sintió un bajón de energía, seguía tensa, pero al menos no sentía que estaba sola en medio de depredadores que intentaban atacar.

-Potter, creo que sería mejor que se calme- La jaló lentamente al sillón más alejado, sentándose de espalda al resto -No queremos otro incidente como en el verano del año pasado, ¿o sí?

Dejó salir suspiros que luchó porque no se volvieran sollozos, mientras el aun inexpresivo maestro le daba unas palmaditas en forma de consuelo -Impulsiva y explosiva, Potter.

Tal vez en esta vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora