Capítulo #8

262 19 0
                                    

Adrien.

Me desperté gracias a un rayo de sol que daba justo en mi rostro. Sentí como la luz me dejaba con cierta ceguera pero rápidamente me acostumbré a la iluminación, froté mis ojos con mis manos y no podía creer lo que veía. Etsaba en una habitación casi del tamaño de mi departamento, en una cama que era dos veces el tamaño de la mía y junto a mi estaba... ¿Irina?

Traté de recordar cómo había llegado ahí, pero había una gran laguna en mi mente.

No ingeria alcohol de esa forma, desde mi graduación. Lo último que recordaba era al padre de Irina haciendo preguntas y yo respondiendo sin reparar muy bien en lo que decía.

¿Y si arruiné todo? — el pensamiento pasó fugazmente por mi cabeza.

— Torpe... Torpe... Torpe... — murmuré para mi mismo.

Para colmo había dormido con Irina y ni siquiera lo recordaba. Negué con mi cabeza, eso era imposible, si yo hubiese dormido con ella, probablemente lo recordaría para siempre, jamás olvidaría a una mujer así.

Irina se removió entre las sábanas y ni siquiera me atreví a comprobar si estaba vestida. Era un completo estúpido. La vi plácidamente dormida, se veía angelical aunque aún llevaba restos de maquillaje de la noche anterior, probablemente ambos habíamos tomado demasiado, aunque lo poco que lograba recordar era que ella no había acabado la primera copa cuando su padre y yo llevábamos una botella entera.

Me quedé admirando su belleza y rápidamente mi entrepierna despertó. Sentí como casi rompía el bóxer de la erección que me provocaba Irina. Y en un impulso de estupidez acerqué mi mano hasta su brazo para acariciarla, su piel se veía suave y delicada.

Y justo cuando estuve a punto de hacerlo, escuché un par de golpes en la puerta. Alguien había llegado en el momento justo.

Salí de la cama maldiciendo para mis adentros y abrí la puerta ocultando la mitad de mi cuerpo que estaba más dura.

— Hola — me saludô un hombre que había visto la noche anterior conduciendo la camioneta que nos había llevado de la Boutique al restaurante — el señor Marcus les ha enviado esto, además los espera en una hora en la terraza del restaurante del hotel para tomar el desayuno.

— Gr... Gracias — Titubee pero tomé las bolsaa y este se marchó, no sin antes darme cuenta como escaneaba la habitación a través del pequeño espacio que yo había abierto.

— ¿Quién era?

Me giré y la vi. Irina estaba sentada en la cama, radiante, despierta y con la mirada clavada en mi erección que inmediatamente respondió al verla.

Irina dejó escapar un jadeo y giró su cabeza hacia el otro lado. Quise reir ante su pudor, porque era realmente tierno, pero me cubrí con mis manos.

— Lo siento — ¿Por qué me disculpaba? — iré a tomar un baño, el chófer trajo ropa.

Irina se tapó la cara con ambas manos y pasé hacia la puerta que estaba q su derecha.

Tomé una ducha fría para intentar calmar el fuego que me quemaba por dentro y cuando salí, Irina estaba vestida con una bata de baño dispuesta a relevarme.

— Irina — le hablé antes de que atravesara la puerta — lamento mucho lo de anoche yo... No recuerdo nada... — no sabía como decirle que no recordaba que me había acostado con ella.

— No te preocupes — dijo ella con una de esas sonrisas que me calentaba el alma — una borrachera la tiene cualquiera... El único problema es que... — suspiró — le dijiste a mi papá que dormíamos juntos, así que te hará muchas preguntas. Por suerte logré callarte a tiempo y cuando llegamos aquí caíste como una roca.

Suspiré aliviado, no habíamos dormido juntos.

— Osea qué... Nosotros... No... — intenté indagar.

— NO — Irina abrió los ojos como platos e inmediatamente el rubor subió a su rostro — yo solo me quité el vestido y me dormí a tu lado, para no despertar sospechas — se encogió de hombros — tomaré una ducha rápida.

Asentí y me vestí mientras ella se duchaba.

El padre de Irina tenía buen gusto. Un pantalón negro, una camisa blanca, era ropa casual pero muy formal para mi gusto, pero era perfectamente de mi talla.

Recordé que desde el día anterior no chequeaba mi celular, y la verdad es que tampoco recordaba donde estaba. Probablemente Katharina estaría muerta de ansiedad y mi teléfono tendría unas quinientas llamadas perdidas y unos doscientos mensajes de voz.

Suspiré mientras comenzaba a abotonarme la camisa y escuché que la puerta del baño se abrió. El olor delicioso que despedía Irina llegó hasta mis fosas nasales y me giré.

— Oye... De casualidad has visto... — me quedé mudo.

Irina llevaba la misma toalla, pero los restos de maquillaje del día anterior habían desaparecido. Su piel se veía más blanca de lo normal, húmeda, hidratada y de las ondas formadas en su cabello caían algunas gotas. Sus ojos se veían más color ambar que color miel, cosa bastante inusual, y me recorrían lentamente. ¿Irina Salvatore me estaba mirando? - Imposible - me dije, sin embargo, ambos nos quedamos en silencio y la tensión entre nosotros se hizo casi palpable.

Irina pareció notarlo y se aclaró la garganta.

— ¿Que si no he visto qué?

— Mi... Mi teléfono — dije con titubeo en mi voz, Irina me volvería loco.

Me giré nuevamente para terminar de abotonar la camisa y me quedé mirando fijo un rincón mientras Irina se vestía, para darle su espacio, aunque me moría de ganas por voltearme y admirar ese hermoso cuerpo que se gastaba.

Unos minutos más tarde recibí su orden para voltearme nuevamente.

— Aquí tienes tu teléfono — me dijo extendiendo el aparato hacía mí.

Llevaba un vestido negro, holgado, muy veraniego que además tenía un estampado de pequeñas flores blancas, le quedaba estupendo. Recibí el teléfono en mis manos deseando no tener que hablar con ella, con Katharina.

— Está completamente muerto — dije al intentar encenderlo — Katharina va a matarme.

Escuché a Irina suspirar, probablemente no debí nombrarla.
— Va a matarnos — dijo — yo tampoco tengo batería — La vi morderse el labio — y no puedo decirle a mi padre. "Oye me prestas un cargador, es que mi novio necesita comunicarse con su novia".

Solté una carcajada fuerte e Irina me siguió, su risa era encantadora y ahora que lo pensaba, Irina casi nunca se reía.

Ambos nos quedamos en silencio. La tensión de antes acababa de regresar, así que aprovecharía la oportunidad, necesitaba besarla, sentir de nuevo esos labios en los míos así que me acerqué a ella, se quedó muy quieta, casi como si estuviese conteniendo la respiración, la vi cerrar sus ojos y cuando mis labios estaban a tan solo un centímetro de tocar los suyos, lo impensable ocurrió.

Un "toc toc" me dejó estático, Irina abrió los ojos y se alejó de mi en un acto reflejo y yo solté una maldición entre mis dientes.

—¿Listos? — Era la voz del hombre que me había llevado la ropa — El señor Salvatore los espera.

Miré a Irina y extendí mi mano para que la tomase.

— Vamos — pedí, y nos encaminamos hacia la salida.

Novio PrestadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora