Capítulo #12

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Irina

Me quedé helada ante la confesión de Adrien y aunque me moría de ganas de decirle que yo estaba perdidamente enamorada de él, pero aquello era una locura y si él no recordaba que estaba faltando como novio a mi mejor amiga, yo si se lo recordaría.

No podía construir nuestro amor sobre una base de mentiras y traiciones, no podía hacerle eso a Katharina.

— Lo que yo creo, es que estás confundido — abrió la boca para responder y hablé antes que el lo hiciese — creo que lo mejor que podemos hacer en este momento es regresar a casa, tengo trabajo pendiente y asumo que tu también — busqué mis cosas, mi teléfono, mi vestido, metí todo en la bolsa donde venía la compra de la ropa que había mandado mi padre — necesito hablar con mi padre y decirle...

— ¿No me crees? — preguntó con un notable dolor en su voz.

— Adrien, te conozco hace años y la verdad es que no se que te dijo mi padre que ahora quieres casarte conmigo y me dices que te gusto — solté una risa irónica — ¿Te ofreció dinero? Porque si es así, me parece muy bajo lo que estás haciendo.

— No — él permanecía quieto, observándome mientras yo recogía todo — Pero si me habló de sus razones — lo miré expectante — él solo quiere verte feliz y yo puedo hacerte feliz.

Sentí un fuerte nudo en la garganta que sustituí con una carcajada.

— Adrien, apenas y te conozco — solté — eres un gran misterio para mí y honestamente, todo el cuento de la felicidad suena muy bonito, pero no estoy dispuesta a construir mi felicidad sobre las lágrimas de otra persona, Katharina te ama, es tu novia — terminé de empacar y me encaminé hacia la puerta — por favor recoge tus cosas, nos vamos.

Adrien me tomó del brazo y pude sentir como una intensa corriente recorrió mi cuerpo. Él provocaba en mí un mar de sensaciones con un solo toque.

Nos quedamos en silencio tan solo unos segundos, no estaba dispuesta a girarme y verlo a la cara con la posibilidad de romper en llanto, solo quería irme de allí y cuanto antes lo hiciera, mejor.

— ¿Segura que quieres irte? — susurró.

Me sentí tentada a decirle que no, que no quería irme, que me moría por besarlo de nuevo y fundirnos en nuestros cuerpos hasta las últimas consecuencias, pero de eso dependía mi coherencia, mi credibilidad.

— Vamonos — solté también en un susurro y pude sentir como sus dedos me liberaban lentamente.

Salí de la habitación y encontré a Ibrahim sentado en el sofá.

— Nos vamos — le comenté y se puso de pie — por favor llevanos hasta la boutique donde nos recogiste.

Me miró confundido, asumo que él imaginaba que iríamos a conocer "nuestra nueva casa" como lo había propuesto mi padre, pero asintió y nos encaminamos hacia la salida dejando a Adrien unos cuantos pasos detrás.

Los cuarenta y cinco minutos de carretera para volver a la ciudad, transcurrieron en completo silencio y aunque yo sabía que Adrien me miraba, me limité a observar detenidamente por la ventana todo el camino, sabía que si me cruzaba con sus ojos grises, me derretiría al instante y no podría resistirme.

Cuando llegamos a la boutique me bajé de la camioneta y me despedí de Ibrahim.

— Su padre me ha ordenado que la lleve a la casa — sus labios se convirtieron en una delgada linea, el pobre no entendía lo que estaba pasando — ¿Necesita que me quede cerca o...

Negué con la cabeza.

— Yo le llamaré — suspiré — Tengo mucho trabajo y... — vi q Adrien bajarse por el otro lado y dirigirse a su automóvil — no te preocupes, le pediré que te llame si es necesario.

Mentí, yo sabía que esa visita a casa no llegaría.

Allí moría nuestra "historia de amor" y nuestro falso noviazgo, justo cuando Adrien se subió a su automóvil me giré para meterme a la tienda que gracias al cielo ya Emilia había abierto.

Entré y vi a Emilia atendiendo a un par de clientas frecuentes que me saludaron al verme, respondí al saludo y atravesé la puerta hacia la parte trasera de la boutique, donde normalmente se diseñaba y confeccionaba, saludé a Nina y a Carlota, quienes eran mis costureras y posteriormente me encerré en mi oficina.

Me senté tras mi escritorio y apoyé mi cabeza en mis brazos, sentía que en solo un día habían pasado muchas cosas, pero definitivamente lo que no podía olvidar eran los labios de Adrien.

Maldije para mis adentros y solté un gruñido.

— Lo siento, no debi... — Emilia que venía entrando sigilosamente me escuchó.— Te vi entrar así y me preocupé ¿Estas bien?

Emilia me conocía, era mi única amiga después de Katharina y yo definitivamente, necesitaba desahogarme con alguien.

— Dile a las chicas que se tomen el resto del día — le indiqué —  y cierra la tienda.

Emilia regresó diez minutos después con una botella de vino y un par de vasos, ya sabía ella por donde iba la cosa.

Novio PrestadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora