capitulo 5

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El club está en su máximo apogeo, los Dom reclaman su poder sobre sus sumisos.

Busco entre todos los miembros que están esta noche para encontrar mi objetivo. ¡Bingo! El hombre que he estado buscando se encuentra en la pista de baile. No pierdo mí tiempo y voy a su encuentro, las personas a mí alrededor se van haciendo a un lado. Mi atención se concentra en dos personas, que están follando al final.

¡No...Puede...ser! 

¡Es mi amiga y la hija de puta de Carvajal! ¿Cómo es eso posible, si hace unos minutos la deje en aquel cuarto? 

De esa Imbécil me encargo después, ahora mi objetivo es Armando Castillo. Dos chicas bailan con él. Pobres ilusas. ¿Creen que va a ser algo más que sus Subs? Una mano toca mi hombro, me sobresalto un poco, estoy lista para defenderme. Volteo para encarar al hombre o mujer quien se atrevió a tocarme sin permiso, me relajo al ver que es mi mejor amigo Sergio.

—Me has dado un susto de muerte, ¿qué haces en la pista de baile en lugar de estar con tu Dom? —Esta noche se ve muy bien. La camiseta negra que trae puesta le hace resaltar su piel bronceada y esos músculos de infarto, lleva el cabello revuelto como si acabara de tener sexo, remarcando sus facciones masculinas. Sus ojos negros brillan con intensidad, tal vez por las copas que ha tomado—. Bueno nos vemos.

No logro avanzar ni un centímetro, toma mi mano y la sube a la altura de su pecho.

— ¿Qué vas a hacer con ese látigo, Juliana? —pregunta, pero es más un regaño cargado de decepción. Él me conoce más que cualquier ser humano y comienzo a sentir vergüenza por lo que voy a hacer—. ¿Estás segura de que quieres lastimar a ese carbón?

¡Claro que estoy segura!

—Sí. Ya es hora de que alguien lo ponga en su lugar y que mejor que la domme que él desea, ¿o no piensas lo mismo que yo? —Estoy esperando a que responda. Lleva sus manos hasta su cabeza y despeina más su cabello, lo cual significa que no está de acuerdo, pero me apoyara en lo que haré.

—Ya sabes cuál es mi respuesta, pero eres mi amiga y siempre te ayudaré en todas las locuras que trames —Le doy un fuerte abrazo. Si la situación fuera al contrario es lo mismo que yo haría por él.

Le tomo de la mano y lo arrastro entre el mar de personas que hay en la pista. Las personas se hacen a un lado para dejarme pasar, camino un poco más cerca de aquel hombre al que más detesto en la vida ya estando en una corta distancia entre Armando y yo, destenso el látigo y lo giro en el aire. Necesito que vaya en la dirección correcta o alguien más puede salir herido. Giro tres veces más el juguete o mejor dicho mi arma y este impacta en la espalda de Armando.

Él se da la vuelta para enfrentar a su rival.

— ¡¿Quién de ustedes, se atrevió a golpearme?! —grita con voz autoritaria. Da un poco de miedo. Como acto de rebeldía juego con el látigo mientras me voy acercando, su rostro se vuelve totalmente rojo al verme—. ¡Qué mierda te pasa, perra!

— ¡¿Me acabas de llamar perra, cabròn?! —Le alzo la voz. Ni mis padres me gritaron, ¿y vienen un imbécil con aires de superioridad a ordenarme? ¡Ja, no sabe con quién se mete!—. ¡Grítame otra vez y te vas directamente al hospital castrado, idiota!

Aunque eso suena de maravilla. El mundo me daría las gracias, por no dejar reproducirse a un gilipollas. El camina un poco y se planta delante de mí.

— ¿Te crees muy valiente, verdad?  —Pregunta enojado, Armando—. Ya veremos que tanto lo eres.

No soy lo suficiente rápida para detenerlo, cierro los ojos para al sentir el golpe en mi rostro, pero nunca llegó. Un enorme cuerpo bloquea mi visión del hombre que quiso pegarme, me quedo estupefacta al ver la vestimenta de mi protector...a es ella...es la Señora Carvajal.

—No es de caballeros, golpear a una mujer —comenta seria. Tras esa faceta de tranquilidad, se esconde una gran ira que se acrecienta en su interior. Lo puedo sentir

Nuestras miradas se cruzan, la intensidad que desprenden sus ojos azules hacen que un leve cosquilleo entre mis muslos. Unas imágenes pasan por mi mente, me encuentro esposada y amordazada, mientras ella entra y sale de mí. Es una mujer que necesita controlar el acto sexual tanto como yo, por eso nuestra relación no tiene futuro. Su mirada se aparta de la mía y la fija en Armando.

—Escucha muy bien lo que te voy a decir porque no pienso repetirlo de nuevo. Si vuelves acercarte o a querer golpear a mi mujer, eres hombre muerto. ¿Está claro? — amenaza. 

Toda la gente del club se encuentra en shock por que una mujer acaba de reclamarme como de su propiedad públicamente. Ellos saben cuánto disfruto de mi libertad y de ser una Dominatrix y no he hecho nada para desmentir aquello.

¿Y si cambio mi posición? ¿Quiero someterme a ella por completo? Las preguntas siguen martillando mi mente. No me había percatado de que todos me miraban. No tengo ganas de seguir aquí. El idiota de Armando se comienza a reír.

— ¡La gran e indomable domme Juliana, ya es la zorra de alguien más! ¿Cuánto quieres por dejar a este y ser mi sub? —pregunta arrogante.

Y no soporte más. Acorté la distancia que nos separa y le abofeteé.

— Jamás me he vendido a nadie y aún que lo hiciera, ¡nunca me acostaría con un cerdo como tú! —le grito enojada. El solo pensar que me toque, me dan náuseas.

Eso fue suficiente para que los golpes se desataran en el club. Antes de que Armando Castillo me tocara un cabello, mi jefa se lanzó sobre él. Los gritos histéricos de las mujeres se comenzaron a escuchar. Los hombres trataban de parar la pelea, pero no pudieron hacer nada, lo único que se me ocurrió fue meterme en medio de aquella batalla de testosterona.

¡Joder es que los hombres no pueden arreglar nada civilizadamente! Un golpe venia directo a mi cara, pero Sergio me toma de la cintura y me jala junto a él logrando esquivar el golpe. Un gruñido sale de la boca de Carvajal, creo que está más molesta que antes.

— ¡Sácala de aquí, Sergio y mantenla a salvo! Si es necesario que la esposes, hazlo — ordena furiosa.

— ¡Aquí no me mandas Valentina, vete al demonio! —contraataco. Dejo que mi propia ira se desate.

Así que te llamas Valentina. Es un bonito nombre, igual que su portadora. ¡Espera! ¿Qué he dicho?

— ¡Si no haces lo que te ordeno, el lunes no regreses a trabajar! —amenaza a mi amigo y me enfurezco aún más. Odio que alguien se aprovecharse de su poder para que otras personas háganlo que quiere.

— ¡Maldito gilipollas! ¡¿Dime que no acabas de amenazar a Sergio, con despedirlo?! — Voy a golpearlo, pero Sergio me impide hacerlo. Ya bastantes problemas tiene por mi culpa para darle otro más grande— ¡Mira imbécil! Me voy para que mi amigo no pierda su trabajo. No porque tú lo ordenas.

—Ya vámonos, bestia salvaje.

Caminamos para la salida del club, los de seguridad vienen a parar semejante zafarrancho que se hizo por mi culpa. Volteo una última vez para ver a Carvajal, sus ojos conectan con los míos llenándome de promesas lujuriosas que tarde o temprano voy a terminar por aceptarlas.

¡Te odio Valentina Carvajal, por ser la única persona que me hace querer ser una Sub!

Y salgo del club a toda prisa. Dejando atrás la pelea que desate. Solo espero poder ser lo suficientemente fuerte para no sucumbir ante los deseos de Valentina.

SEDUCIDAS POR LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora