capitulo 8

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La resaca me está matando. Creo que nunca más volveré a beber tanto en mi vida.
El sol tintinea sobre el despejado cielo de Hawái. No sé en qué momento llegamos a las habitaciones. Todo es tan confuso. Lo último que recuerdo es que Valentina me envió mensajes sobre que me iba a castigar cuándo llegará a Hawái, después todo se volvió negro. Necesito ir al baño. Un gran cuerpo me tiene rodeada de la cintura, no hace falta saber de quién se trata. La imbécil de Macarena.
Unos ojos azules me ven con decepción y odio. En estos momentos me siento la mujer más zorra de todo el planeta. Valentina ha traspasado todas y cada una de mis protecciones que he levantado para no salir lastimada o de volver a salir con otra persona. Me deshago de la maraña en la que estamos envueltas Macarena y yo.
Trato de ser cuidadosa, no quiero despertar a la mujer que está a mi lado, pero desgraciadamente no lo consigo.
—Buenos días, ¿qué hora es? —pregunta somnolienta. Al parecer no le importa que durmiéramos juntas o es que ella lo hizo a propósito para vengarse por la escena que le hice ayer cuando estaba con la mujerzuela esa—. ¿Y bien? ¿Te comieron la lengua los ratones? ¿Por fin vas a dejar de ser tan arpía?
Lo que pasó ayer se queda en el pasado. Nadie puede enterarse de que hay una posibilidad de que follè con Macarena y si es así voy a tomarlo como un error el cual nunca nadie debe enterarse o simplemente dejare en claro que estaba muy ebria para hacer semejante tontería.
—Cinco para las diez —dije sin importancia. Por el contrario mi querida ex-cuñada se lo tomó para mal. Digo ex porque no hay posibilidad de tener una relación con su hermana a menos que me convierta en su sumisa y sabemos que eso no va a pasar nunca.
— ¡Carajo! ¡El vuelo sale a las diez veinte! ¡Vamos a perder el vuelo! — dice gruñendo. Un gran alivio invadió todo mi cuerpo al enterarme que este día no vamos a regresar a New York. No puedo mirar a la cara a Valentina después de lo que hice o tal vez si pueda hacerlo si soy lo suficientemente inteligente para guardar las emociones—. Olvídalo ya no podemos hacer nada. Llamare a Valentina para explicarle que volveremos mañana. Espera… ¿No gritas o lloras? ¿Qué te pasa? ¿Debo preocuparme? ¿Te llevo al hospital?
La preocupación de Macarena, me hace reír. No puedo entender que le tome tanta importancia a mí comportamiento, ¿quién la entiende? Primero que me comporto como una perra y luego que porque demonios no digo o hago nada.
— ¿Prefieres que grite?  —pregunté divertida. La verdad es que ya me cae mejor la gilipollas esta, tal vez cuando le conocí su comportamiento tan engreído hizo que le odiara un poco, pero eso se ha terminado desde ayer cuando viajamos—. ¿Te gusta la mala vida, Carvajal? solo pídelo y puedo regresar a ser mala contigo.
Suelta una carcajada. El ambiente se suaviza y me rio con ella. Pero esa diversión no podía durar toda la eternidad, ¿verdad? 
La puerta se abre estrepitosamente. Una furiosa Valentina Carvajal nos observa, las llamas que desprenden aquellos ojos que tanto me fascinan son como el mismo infierno. Una obscura y peligrosa energía envuelve enorme la habitación. Por esta vez el huir parece una buena opción si deseo que mi culo no sea azotado por ella. El solo pensarlo hace que mi respiración se agite. 
Macarena solo se limita a mirar a su gemela, ambas hermanas se retan con la mirada. Bonito día escogí para hacer las paces con Macarena. El incómodo silencio de la habitación hace que mis nervios afloren, es la primera vez que siento que debo guardar silencio y no contradecir a la mujer que tenemos enfrente. Desvío la mirada por la ventana que da directamente al mar, parece un gran día para ir a tomar el sol, pero ahora estoy acorralada en la habitación desnuda y con una mujer que está a punto de perder los estribos.
Valentina es la primera que rompe el silencio sepulcral.
—Ustedes dos. Tienen cinco minutos para vestirse antes de que empiece a reprender su comportamiento —No es una petición, es una orden. Una dominatrix como yo sabe cuándo debe enfrentarse a su enemigo y cuando es mejor retroceder—. Cuatro minutos y contando.
Mi cuerpo tiembla, no sé si es la excitación o el miedo que se acumula en mi interior. Macarena rebusca en su maleta y toma las primeras prendas que encuentra. Valentina sigue observándome. Le sostengo la mirada retándola, no quiero claudicar en seguir sus órdenes. Siempre he sido una mujer con carácter, no pienso ceder ahora. Tengo una mente suicida al parecer ya que en unos instantes pensaba en obedecer como una pequeña sumisa, pero si lo hago una vez, las siguientes ocasiones solo accederé a las demandas de los demás y no podré decidir por mi cuenta nunca más. 
Macarena ya está vestida y yo sigo sin poder quitar la vista de Valentina. Miro de reojo a la hermana y esta parece molesta.
— ¿Y que más quiere que haga su majestad? —responde sarcásticamente Macarena, al parecer ella ya está acostumbrada a las rabietas de su hermana, pero a pesar de todo la sigue queriendo como solo una hermana puede hacerlo.
—Largo. Tengo asuntos pendientes con la señorita Valdés —demanda Valentina. Aún está apretando su mandíbula cuando habla. Está cabreada en verdad, solo pensaba que era algo pasajero.
Se acerca una gran tormenta. La imbécil de Macarena se va del cuarto para darnos privacidad para poder discutir lo que tenemos pendiente. la otra gemela sigue observándome y arqueo una ceja.
— ¿A qué has venido, Valentina? ¿Vas a limitarte a mirarme o vas a hablar? —pregunto.
Quiero saber exactamente el terreno que estoy pisando y cuál es el maldito problema de Valentina con que este cerca de su hermana. No es como si nos estuviéramos besando enfrente de ella.
No importa cuántas veces he provocado a la mujer que está frente mí, nunca me ha hecho daño, pero ahora es diferente, se le ve claramente molesta puedo apostar a que quiere tumbarme sobre la cama y darme unos azotes hasta que me doblegue ante ella. 
—Sabes a lo que he venido. Ya te lo he dicho por un mensaje, ¿o es que crees que estaba bromeando cuando estamos charlando? —se calla. Y vuelve a hablar—.Estoy tratando de guardar la calma juliana. No me retes o tendrás las consecuencias de tus actos. No quieras tratarme como a los sumisos que tuviste anteriormente, no soy como ellos. Yo sí puedo castigarte —amenaza.
¡Si claro! 
Siempre he llevado al borde a Valentina en cada situación que nos encontramos y ella siempre ha tratado de controlarse para no hacer algo de lo que pueda arrepentirse o que me haga alejarme de ella. Puede sonar estúpido, pero a pesar de que solo nos hemos visto un par de veces, siento que la conozco desde hace mucho tiempo atrás. 
La dominatrix que hay dentro de mí quiere salir a defender su territorio. La respiración de Valentina se va tranquilizando, sin embargo la furia que desprenden sus ojos no ha cambiado nada desde que entro en la habitación. Me quedo viéndolas directamente a sus ardientes pupilas azules y me siento totalmente atrapada y transportada a otro lugar.
Una imagen atraviesa mi mente. Me encuentro atada y mis ojos son vendados, mientras Valentina acaricia mis senos con su habilidosa boca, succionando con fuerza hasta estimularlos y dejarlos sensibles mientras una de sus manos desciende entre mi cuerpo y llega a mi coño. Ella introduce uno de sus dedos acariciando mi hinchado clítoris, un segundo dedo es introducido en mi interior para hacer que la estimulación sea más placentera, comienza a meterlos y sacarlos con ímpetu, dentro, fuera, una, dos, tres veces. Los vuelve a sacar y los introduce más profundamente y con rapidez. Era la puta dueña de mi cuerpo. Yo gemía y suplicaba por llegar al anhelado orgasmo, pero ella es despiadada. El calor se acumula entre mis muslos, quiero ser poseída por ella. Quiero que me reclame como suya. Que me pertenezca y yo a ella.
La imagen se esfuma en el aire. Mi respiración se acelera, mi pecho sube y baja arrítmicamente como si hubiera corrido un maratón. Las pupilas se me dilatan, estoy tan excitada que no necesito juegos previos, muerdo mi labio inferior para provocarla o mejor dicho quiero le estoy mandando una señal para llevar a cabo mi plan. Deseaba que me follara tal y como lo vi en aquella erótica escena, pero en vez de que parara quería que siguiera atormentándome con aquellos dedos milagrosos y una vez que me llevara al éxtasis estos fueran remplazados por su miembro. 
— ¿Por qué me tientas de esta manera, cielo? —exclama. Su voz es ronca. Está excitada. Ella también está al borde de sucumbir al placer. La ira de su mirada estaba siendo remplazada por un fuego ardiente. Cierra los ojos por un instante y vuelve a abrirlos—. ¿Qué quieres de mí, Juliana? Pídemelo y te juro que te lo daré.
¡Quiero que me folles maldita sea! ¡Quiero sentir que se siente ser tu sumisa solo por hoy!
—Quiero que me ates y me hagas tuya, de la forma que desees —susurro. Ya no puedo más, es lo que ambas necesitamos o tal vez es lo que yo necesito, no puedo descifrarlo hasta que no lo pruebe en carne propia—. Hazlo ahora antes de que me arrepienta. 
— ¿Eso es lo qué quieres? Cariño, ambas sabemos que nuestra dominación nos hace ser esto. Es lo que hace que nuestros encuentros sean explosivos. Nosotras somos pasionales, posesivas. Y cada vez que tú me retas haces que mi sangre hierva, haces que desee tenerte siempre. Eres mi adicción y sé que te pasa lo mismo conmigo —explica.
Y era verdad.
En toda mi vida sexual siempre fui yo la que ordenaba y utilizaba a los hombres y mujeres a mi antojo y una vez que obtenía lo que deseaba de ellos los botaba para conseguirme un nuevo juguete y lo mismo pasaba con ellos. Mi mundo cambió desde que encontré a Valentina en el elevador. Sus ojos me cautivaron y me arrastraron dentro de una gran tormenta de placer, desde ese día no he querido nada más que meterme entre sus sábanas ya sea que yo la dominara o que ella jugara con mi cuerpo para su placer.
La nube de lujuria se despejaba de mi aturdido cerebro. Tenía que saber sí ella realmente me aceptaba como soy o quería cambiarme después de haber obtenido meterse entre mis piernas. Si es así solo terminaríamos por tener sexo y después me alejaría de ella para continuar mi vida como era antes de conocerla.
—La pregunta es, ¿esperas a una dulce y sumisa mujer o quieres ver que puede pasar con una domme? —Todo depende de su respuesta. Una batalla interna se desataba en Valentina, tal vez yo no podía darle eso que necesita y el acostarnos juntas era un error. Todo estaba más que claro. Yo no voy a cambiar y ella se destaca por llevarse a mujeres sumisas a su cama—. Ahora mismo puedo ver la respuesta. Es mejor que me retire… Me acerco a la cama para buscar mi maleta para vestirme de una vez por todas. 
— ¡No! —grita para detenerme.
Esa sola palabra bastó para que mi corazón se acelerara de nuevo. Ella también me deseaba, no importaba si yo lo dominaba o fuera al contrario. Nuestra conexión era primitiva y salvaje, mientras más alejadas nos manteníamos el destino se empeñaba en juntarnos. Me acerco una vez más a ella para estar frente a frente.

Esas palabras elevaron mi lívido, la necesitaba aquí y ahora. Los pechos se me endurecieron, una sola caricia de ella podía encender cada parte de mi cuerpo. Es como si yo dejara de tener el control de mí y se lo entrego sin más a ella.
Valentina comenzaba a desabotonar su camisa, mientras lo hacía, mi deseo era más palpable, ¿qué tiene ésta mujer para dejar a un lado quién soy? Mi mamá siempre me advirtió que un día encontraría una persona a mi medida. Mi respuesta fue reírme en su cara. ¡Qué equivocada estaba!
El pecho desnudo de mi amante es perfecto. Su ancha espalda contrarresta a sus caderas, tenía los senos pequeños pero perfectos. Sus brazos musculosos se flexionaron cuando intentó desabrochar su cinturón.
La noche de la gala no tuve tanta oportunidad de observar su cuerpo. Me estaba perdiendo una maravillosa vista. Muerdo mí labio inferior y a Valentina se le obscurece aún más la mirada.
— ¿Ves algo de tú agrado, Cielo? —pregunta divertida.
Y todo de ella me cautivaba. No sólo su cuerpo, si no su carácter, la manera en cómo se desenvuelve en su entorno, es una mujer fuerte, poderosa, es una fuerza con la que nadie debe jamás meterse, eso lo aprendí de mi hermano mayor cuando me hablaba de lo astuto que era la joven empresaria Carvajal.
—Puede ser. Pero si te quitas la ropa ya que otra parte es la que deseo ver —bromeé. Valentina soltó un gruñido. No falta mucho para que ambas perdamos la razón y nos comportemos como salvajes—. ¿Y bien? ¿Me lo vas a mostrar?
Le guiño el ojo. Este juego de poder nos encanta a las dos. No sé si esto afecta a nuestros mundos controlados, pero queremos intentarlo.
—Arrodíllate y mira al suelo —Me ordenó. ¿Cree que es tan fácil mandarme? ¡Eso sí que no!—. Juliana no me provoques. Haz lo que te estoy diciendo.
Mi cuerpo es un traicionero, esas simples frases me ponen al mil. ¡Maldita mujer testaruda! Pero si alguien aquí se lleva la corona, esa soy yo.  
—Lo siento cariño, pero búscate a otra mujer. Yo soy una dominatrix, no una mujer sumisa, ¿no me acabas de decir hace unos momentos que te gustaba como soy y que no me cambiarias? —replico.
¡Solo me descuide un segundo y ya me encuentro esposada! Lo que me sorprende es, ¿de dónde sacó Valentina aquellas esposas? Su aliento soplaba en mi oído. El sólo sentir su gran y músculos cuerpo aprisionando el mío, envía pequeños espasmos en mis muslos haciendo que mi entrepierna se mojara aún más.
— ¿Por qué eres una bruja, cielo? Juliana, no puedo controlar el impulso de querer entrar en tu interior. Necesito que entiendas que debo dominarte de ahora en adelante. Te lo vuelvo a repetir una vez más, que lo he deseado desde que me dejaste en esa habitación y ahora que tengo la oportunidad en mis manos no la voy a desaprovechar. Hoy vas a ser mía, nena —me informa. 
¡¿Pero qué carajos dijo?!
No puedo creer que aún no le dé una patada en las pelotas. ¿Por qué los hombres deben ser tan machistas? En este caso valentina contaba como tal pues tenía pelotas ¡Joder! Mi estúpida jefa se va a dar cuenta que no va a dominarme.
— ¿Estás de broma, verdad? —Necesitaba alargar esta situación para darle la vuelta—. ¿La pequeña jefa, no puede con una domme? ¿Acaso pensaste que me voy a dejar dominar por ti solo porque tú así lo deseas? Estas lejos de hacerlo.
Cabrear a Valentina podía funcionar, pero ni se inmutó ante mis palabras. Su mano subía y bajaba entre mi columna vertebral y mi cadera emitiendo descargas eléctricas a mi clítoris.
—Sé lo que tramas cielo. No va a funcionar. ¿Acaso tienes miedo? —Me acusó y tal vez podía tener razón. Pero un reto para mí, me da una fuerza interna para ejecutar cualquier cosa—. Demuéstrame de que estás hecha. Quiero que seas mía, de cualquier forma.
¿Ser de ella? Lo quería, pero no podía hacer eso después de aquel incidente prometí no volver a entregarme a una sola persona.
—No...No puedo —tartamudeo.
—Lo harás. Después de este día serás mía siempre. Yo me encargo de eso —promete. En su voz hay una sinceridad que me desarma.
Valentina me arrastró a la enorme cama, la impaciencia se hizo presente. Si llego a dejar que eso pasé perderé parte de mí alma.
—Tú no entiendes, Valentina. Necesito ejercer siempre el control. Por favor no hagas esto —supliqué. Valentina no va a parar, es una mujer determinada a conquistar lo que desea. Y en este momento lo que quiere... Soy yo.
—Cielo, yo voy a cuidar de ti. Siempre —repite. Todos dicen lo mismo y luego se van. Destrozando los corazones de inocentes—. Primero voy a azotarte quince veces y después voy a follarte duro y rápido.
— ¿Acaso yo lo pedí lento y suave? Si fuera así no estuviera contigo —Y era la verdad. No estaría tan obsesionada con ella, sino fuera por su fuerza.
—Vas a matarme Juliana. ¿Lista? —cuestiona.
—Sí. ¿Eres mía, Valentina? —pregunté. Quería saber si, me pertenecía.
—Sí. Nunca lo dudes, nena. Siempre he sido tuya desde el principio. No hay otra que me interese.
Su afirmación acelero mí corazón y estaba a dejarme dominar sólo por ella. No por otro hombre, solo ella. Saber que es mía me da la fuerza suficiente para ceder en está ocasión.
Valentina me colocó en una postura cómoda dejando al descubierto mi trasero. Estaba lista para recibir el primer azote por mi castigo, pero este nunca llego.
La voz de Sergio se escuchó fuera de la habitación, al parecer tenía una gran resaca. Eso le pasa por beber casi dos y media botellas de vodka
— ¡Chicos! ¡Más les vale que me abran o tiraré la puerta! —grita.
Valentina y yo intercambiamos una mirada cómplice. Teníamos que suspender nuestro pequeño juego. Pero esto no era el final, era el comienzo de una gran aventura o de una nueva relación que terminara por dominar lo que tanto he empeñado esconder a cualquier persona... el amor.
Valentina Carvajal es la única que puede lograr que yo vuelva a dar todo de mí y puedo decir que no va a descansar hasta que lo logre y yo le pertenezca en todos los sentidos.

—Vine a cumplir mi promesa. Ahora entenderás porque jamás debes desafiar mi autoridad, Juliana —Repite sus intenciones de que va a hacer conmigo otra vez. Pero ahora no su enojo ha desaparecido y está al borde de sucumbir a la pasión que le quema las entrañas—. ¿Está lista para enfrentar su castigo, Señorita Valdés?

😬😱🤐  Se viene 🔥🔥🔥

SEDUCIDAS POR LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora