Parte 30

2 2 1
                                    

– En realidad... – Interrumpió rápidamente Steve cortando los pensamientos de ella. – Si que hay algo que siempre llevas encima y de lo que casi nunca te deshaces, salvo que la pierdas. – Ese matiz mientras levantaba una ceja hizo que los pensamientos de ______ comenzaran a fluir rápidamente.

Un sinfín de posibilidades se pasaban por su mente, intentando encontrarlo. Era un artefacto, de género femenino, algo que siempre llevaba encima. Pocas cosas podían ser, puesto que siempre se encargaba de tener el menor número de pertenencias y de no atarse a nada que pudieran usar en su contra.

Bajó su vista hacia la piedra de la isla, donde tenía sus manos apoyadas, a la vez que su mente seguía trabajando, y fue ahí... ahí se dio cuenta de a qué se refería Steve, ahí se dio cuenta de cuál era su arma secreta.

Levantó su vista bastante sorprendida recordando el día en que se despidieron y en los ojos azulinos se percató de que había acertado. Levantó su muñeca para acercarla a su pecho a la vez que la envolvía con su otra mano.

– La pulsera... no la perdí aquel día ¿cierto?

Steve bajó durante un breve instante su mirada al mismo tiempo que negaba lentamente bajo la atenta mirada de ______.

– No, el día anterior la vi en tu mesita de noche cuando te estabas duchando. La tomé sin permiso para implantarle un dispositivo GPS. Sabía que en algún momento desaparecerías de la faz de la tierra y sabía que, si era lo que querías, nadie te encontraría jamás... pero yo no podía estar con la incertidumbre de saber si algo te habría ocurrido, de si necesitarías ayuda. No fue mi intención. – Explicó levantando su mirada para centrarla en la de la fémina. – Te lo juro. Solo fue ver la pulsera y la idea se implantó en mi cabeza. Actué por impulso y sé que fue violar tus derechos, pero...

– No pudiste evitarlo. – Completó _____ con un tono de voz tan suave y lleno de comprensión que descolocó por completo a Steve, quién asintió lentamente. – En parte creo que soy la menos indicada para enfadarme, porque de cierta manera he hecho lo mismo a través de esas cámaras. – Comenzó a explicar dando un leve movimiento de cabeza hacia el salón, señalando el lugar donde estaba su despacho de vigilancia. – Y he de reconocer que fuiste listo al darte cuenta de qué objeto era el indicado para eso. Me estabas escuchando cuando te lo conté.

– Siempre presto atención a todo lo que me dices.

– Sabiendo eso creo que me queda decirte algo. – Ante el comentario, Steve la observó con mucha atención y se percató de una leve sonrisa en su rostro. – No puedo enfadarme contigo y sé que, si hubieras visto algo raro, como que me acercaba a los vengadores...

– No lo dudes ni por un segundo. Habría acudido a ti para saber que estaba pasando y en caso de que estuvieras en peligro... – Su voz se apagó al sentir cómo la mano de la fémina se apoya en su antebrazo.

– Lo sé Steve, por eso es que te doy las gracias. Aunque tú también tendrás que dármelas. – Contestó con una sonrisa juguetona.

– Gracias. – Agradeció rápidamente consiguiendo una sonrisa más amplia por parte de ella. – Aunque todavía no sé por qué te las he dado. – Tras esa respuesta una gran carcajada procedente de ambos inundó el lugar.

– Te he conseguido unas mini vacaciones.

– Ya claro, porque llegar andando... – Enfatizó la palabra con una mueca en su cara. – Fueron vacaciones. Realmente te tomaste en serio eso de encontrar un lugar remoto. Creo que hasta perdí la cuenta de los días que estuve caminando. – La risa de ella no paraba de fluir entre sus labios. – Si, si, no te rías porque créeme que me pensé muchas veces en darme media vuelta. Y eso es lo más gracioso, que aun nos queda el camino de vuelta. – Comentó haciendo exagerados gestos de preocupación.

InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora