Capítulo 4

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No tuve oportunidad de saber cuál era la idea brillante que le había ocurrido a Dorothy para salvar mi deuda financiera, porque justo en ese momento avisté Susan a lo lejos. Me escabullí de allí en menos de cero y coma.

A la hora de la comida, estábamos todas reunidas en la cocina del personal. No comíamos todas a la vez, sino que por turnos. De esta vez tocaba estar Betty, Lilian, Román y yo. En quince minutos llegaría otro turno. Teníamos media hora para comer. No era mucho, pero disfrutábamos de un par de descansos más de media hora. Uno por la mañana y otros por la tarde. No era conveniente estar mucho tiempo alejado de los residentes. Así que nos sustituíamos entre grupos pequeños para que la residencia siempre estuviera atendida.

Nosotras charlábamos entretenidas. Menos mal que no estaba Susan, porque cuando ella comía con nosotras, no se podía hablar de nada. Era muy cotilla y luego jugaba sucio con lo que escuchaba. Así que cuando estaba ella nos limitábamos a ver la pequeñita televisión de la instancia, que ahora estaba apagada.

—¿Magda, acaso no has traído tus maravillosos postres? —Román se refería a mis magdalenas. Era adicto a ellas. No sé porque, pero pienso siempre que los hombres son bastante más golosos y aficionados al azúcar que las mujeres. Aunque pueda parecer el contrario.

—No, Román. No tengo. Otro día prometo que te traigo unas —otro día más distante, porque no podía estirar mucho el dinero a cocinar magdalenas todo el tiempo. Parecía una cosa simple, pero llevaban ingredientes caros y no podía permitirme. Por lo menos, en estos momentos.

—¡Qué pena! Mi mujer nunca hace postres. Siempre me pone estas comidas de dieta —dijo Román.

—No te quejes. Tu mujer es una santa. Si fueses mi marido, no tendrías nada para comer. A menos que lo hicieras tú —repostó Lilian.

—¿Tan mala eres en la cocina, Lili? —se río Beth.

—No es una cuestión de ser mala, es simplemente que no tengo perfil para cocinar para marido.

—Al mejor es por eso por lo que no tienes ninguno —contestó Román, bromeando.

—Al mejor, si es para eso, prefiero quedar soltera de por vida.

Cualquier persona que nos escuchara, pensaría que estábamos discutiendo, de forma encendida, pero no. Aquello era el día a día para nosotros. Teníamos mucha confianza unos con los otros para aquel tipo de insinuaciones o bromas pesadas. Y eso era lo que más me gustaba de estar allí. Eran personas naturales, sin filtros y sin complejos. Como un grupo de amigos, de verdad.

—A veces pienso que gustaría tener un novio para poder darle a probar algunos experimentos culinarios. Nunca tengo nadie que pueda criticarme —dije.

—O sea, lo que tu quieres es una cobaya, no un novio. Vaya dos me salieron, vosotras —Román estaba intentando defender su estatuto de hombre.

—No digo por eso, sino que cocinar es más que preparar comida para mí. Me descansa, me transporta a otro mundo, me da paz. Cuando estoy cocinando, no hay problemas, solo el gozo de preparar algo que esté bueno. Y mejor aun cuando es para otra persona, porque lo haces con mucho más cariño.

—Magda, no sé si estás hablando de cocinar o practicar sexo. La manera como lo describes, para mí, es igual. La única diferencia es que yo en la cocina, sí que tengo problemas o mejor, es justo ahí cuando empiezan los problemas. Cuando yo sujeto una cuchara de madera en la mano. Es la primera señal para una destrucción maciza.

Todos nos echamos a reír con su comentario. Lilian era muy divertida en la manera como hablaba, muy bruta, pero graciosa. Nunca tomábamos en serio su manera de hablar más brusca o agresiva. Era parte de su personalidad. Dentro, era una persona con un corazón enorme, que haría lo que hiciese falta por quien sea. Menos cocinar, eso quedó claro.

MAGDA LLENA CON AMOR | TERMINADA Y COMPLETA | ROMANCE JUVENILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora