Capítulo 25

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—¿No deberías estar con tu querida Miranda? —Aaron suspiró y empezó a quitarse la chaqueta y se dirigió al sofá para dejarla allí. De paso se acomodó—. No, tranquilo, finge que estás en tu casa, por supuesto. Vienes aquí, a cara dura, entras sin pedir permiso, ¡no!, en serio, ponte cómodo —dije con ironía.

—Eso es exactamente lo que estoy haciendo. Tú deberías hacer lo mismo. Ponte cómoda.

—Que te den, vete a la mierda, Aaron.

—Me lo has dicho dos veces hoy. ¿Crees que, si no estuviera en la mierda, estaría aquí hablando contigo?

—No sé qué quieres decir con eso.

—Es muy sencillo. —Se levantó de nuevo y se acercó a mí, yo di un paso atrás. Me agarró por las piernas y me levantó como un saco de patatas—. Ahora te lo explicaré.

—¿Quieres soltarme, troglodita? Voy a empezar a gritar, psicópata.

—Grita. Sabes que me encanta que grites, sobre todo cuando estoy así —me puso sobre el colchón de mi cama y se tumbó encima de mí, dejándome sin escapatoria—, encima de ti. Te echo de menos.

—Suéltame y muérete lejos. No quiero estar contigo. Tienes mucho valor. Eres un pervertido. Debería darte vergüenza, ahora que vas a ser padre, venir aquí y engañar así a la madre de tu hijo. No voy a ser tu amante, ni tu concubina. Y si quieres saberlo, ya no quiero ser tu socia.

—Me importa una mierda lo que digas, ¿sabes por qué? Porque estoy seguro de que me deseas lo mismo que yo a ti, su idiota. Y no estoy dispuesto a perderte por mil mierdas que nos separen.

—Mil mierdas, no. Tú fuiste quien nos separó. Tú y tu horrible forma de ser, tus mentiras y tu falta de vergüenza.

—Te quiero. Te amo tanto que no puedo respirar sin ti.

Y así, de la nada, de repente, esos ojos azules se volvieron serios, mi boca quedó abierta, seca, sin saber qué decir, y el silencio que llenó la habitación tras esa declaración fue más doloroso que todo lo que había pasado ese día.

—No te creo.

—Créelo. —Me ha besado. De forma escandalosamente intensa y apasionada. Desesperado. No me dio tiempo a defenderme, ni a moverme, ni a nada, porque de repente mi cara estaba entre sus manos y su boca estaba dispuesta a mostrarme con hechos las palabras que había pronunciado. Y yo quería creer. Sentí como él dijo. Que era amor, que era pasión, que era verdad. Pero mi corazón estaba roto y mi alma partida en dos. Y eso no fue suficiente para recomponer las piezas que había roto.

—Por favor, dame una oportunidad. Deja que te explique lo que ha pasado, pero déjame estar aquí contigo. Estos tres meses sin ti han sido la peor época de mi vida. Nunca me he sentido tan solo, tan infeliz y desesperado. Magda, por favor, no me repudies.

—Aaron, ¿puedes oírte a ti mismo? ¿Puedes bajar por un momento a la tierra y escucharte a ti mismo? Me abandonaste hace tres meses sin decir nada. Te marchaste de mi vida sin dar explicaciones, me juzgaste, me humillaste, me hundiste con tus resoluciones y no me diste ninguna oportunidad. Dices que te sentías solo. He pasado la mayor parte de mi vida desde que murió mi madre sintiéndome sola. ¿Y eso te ha marcado la diferencia? Conocías mi historia. Has elegido verme como un monstruo, cuando el verdadero monstruo eres tú.

Ahora las lágrimas caían una y otra vez. Y esto que creía que me había quedado sin reservas. Pero lo que más me sorprendió no fueron mis sentimientos, sino ver que los ojos de Aaron también se llenaban de lágrimas. Por un segundo, me quedé sin aliento. Y cuando vi que una lágrima se arremolinaba en su cara, tragué en seco y volví a sentirme mal. Mi labio inferior empezó a temblar sin parar.

MAGDA LLENA CON AMOR | TERMINADA Y COMPLETA | ROMANCE JUVENILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora