Capítulo 24

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—Señora McForsy, sé que lo que hizo Magda no está bien, pero tiene que darle otra oportunidad —mientras Julia intentaba apelar a mi salvación, yo no podía dejar de llorar.

—Mi decisión está tomada. La señorita Magdalena Castro es despedida de este centro. Y tiene mucha suerte de que al Sr. Maldonado le quedaban dos telediarios, porque de lo contrario posiblemente se enfrentaría a un caso de denuncia y podría acabar en la cárcel. Ya veremos si la familia presentará queja o no. Para no tener más repercusiones, es mejor que terminemos el asunto aquí.

—Por favor, Julia, vamos. Todo está claro —le dije entre sollozos. Julia salió de su despacho dando un fuerte portazo.

—Parece que tu colega también quiere ir por el mismo camino —dijo malhumorada la señora McForsy.

Mientras escribía mi dimisión, intenté secar las lágrimas que me caían por la cara.

—Disculpe, ¿puedo entrar?

Al oír esa voz masculina, la Sra. McForsy levantó los ojos de la pantalla del ordenador y ... mi corazón dio un salto. El hombre que acababa de entrar en su despacho era la última persona que esperaba volver a ver. Y, a juzgar por su expresión, estaba tan sorprendido como yo.

—Me gustaría hablar con la directora sobre el incidente con mi madre, por favor. ¿Podemos hablar ahora o está ocupada? —preguntó, después de afinar su voz. Me miró de reojo con las cejas fruncidas.

—Por supuesto, Sr. Miller. —tras contestarle, se volvió hacia mí y me dijo—. Señorita Castro, tiene dos horas para recoger sus cosas y pasar por mi despacho para recibir su carta. Por favor, váyase.

Los ojos de Aaron se sumieron en la confusión y yo, con la cabeza baja, solo pude responder con un movimiento de cabeza afirmativo.

—Claro que sí, señora McForsy, gracias por todo, en todos los sentidos. Le deseo lo mejor —después de todo, siempre había sido correcta conmigo y una buena directora.

—Siento interrumpir, ¿le pasa algo a la señorita Castro? —preguntó Aaron y yo casi lo fulminé con la mirada. No tenía derecho a entrometerse en mi vida.

—La señorita Magdalena Castro ya no trabaja aquí. —Intentaba desesperadamente mantener un tono de voz tranquilo a pesar de los nervios—. Por favor, Sr. Miller, siéntese. Vayamos al tema que lo ha traído aquí.

Entonces respiré profundamente y me recordé a mí misma que debía mantener la calma. Me disculpé con ambos y, sin decir nada más, salí del despacho de la directora, completamente descolocada, aunque la reaparición de aquel hombre me había perturbado mucho. Ese territorio era neutral, pero para mí seguía siendo un intruso. Sin embargo, preferí coger el toro por los cuernos antes que dejar que su presencia me afectara. Y mucho. Lilian me estaba esperando cuando me fui. Y Román venía tras ella.

—Julia acaba de contarnos, Magda, ¿qué ha pasado? No puede despedirte así. —Sacudió la cabeza con furia—. No fue tu culpa. ¿Hay algo que podamos hacer por ti?

—No, queridos, gracias por todo, pero mis días aquí han terminado. Tengo el corazón roto por lo que has pasado con el señor Robert. —Las lágrimas volvieron a correr por mi cara—. Hacía tiempo que no me sentía tan mal. Por lo demás, mañana será otro día, lo superaré.

—Magda, no es justo —dijo Román, con su mano apoyada en mi hombro en señal de solidaridad.

—La vida casi nunca es justa. Hacemos justicia todos los días. Y hoy no estaba de mi lado. Podría haber sido peor. Gracias por todo, compañeros. Os voy a echar de menos, pero ahora mismo solo quiero recoger mis cosas y volver a casa. Organizaremos un café pronto para que podamos vernos.

MAGDA LLENA CON AMOR | TERMINADA Y COMPLETA | ROMANCE JUVENILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora